Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo compartían la redacción de la mítica Revista Sur. La relación entre ambos era tensa. Girondo se había enamorado de la poeta pretendida por Borges y éste lo criticó con furia hasta su muerte.
Todo era admiración entre ellos. Hasta el almuerzo del 6 de noviembre de 1926 en La Rural, donde parte del mundo literario se reunió en La Rural a festejar el éxito de Ricardo Güiraldes con Don Segundo Sombra.
Borges llegó con su cita: Norah Lange, poeta, 20 años. Apenas la vio, Girondo se sentó a su lado.
Girondo era el poeta estelar del momento: el año anterior había publicado Calcomanías. Su primer libro Veinte poemas para ser leídos en el tranvía -del 22- lo había puesto en el spotlight de las letras argentinas.
Aquel mediodía en La Rural, Girondo abrió una botella de vino que llevaba en el saco. La escondió debajo de la mesa y cada tanto se servía una copa. Lange pateó la botella sin darse cuenta. Girondo la miró y le dijo: “Va a correr sangre entre nosotros”.
A esa altura, Borges ya tenía dos libros publicados: Luna de enfrente y Fervor de Buenos Aires: ambos con escasa repercusión. Soportó, impávido, el dolor de ver como Lange se conmovía ante el poeta surrealista.
Borges sucumbió ante el huracán Girondo y abandonó la conversación con Lange. Ella se retiró de la fiesta de la mano de Girondo, que la acompañó hasta su casa.
Lange y Girondo se enamoraron. Luego de 18 años de noviazgo se casaron en 1943. Los separó la muerte de él, en 1967. Cinco años después moriría ella.
A lo largo de toda su vida, el autor de El Aleph sería un crítico implacable de la obra literaria de Girondo. Y de su vida. Borges lo acusará de plagiador, de peronista inmundo, de inmaduro y de farrista. Y también diría: “Girondo era un infeliz”
Adolfo Bioy Casares recuerda una conversación de 1962 en la que hablaban de Girondo, cuando parecía que no se recuperaría del accidente de autos que lo dejó postrado: "Su obra no es nada. A Oliverio le gustaba el lado farrista de la literatura francesa", dijo Borges.
Los restos de Oliverio Girondo fueron llevados al cementerio de la Recoleta. En la puerta de la bóveda hay una placa que recuerda que no está solo en su muerte. Debajo de su nombre, la placa dice: “Norah Lange de Girondo”.