Amor asexual

Los diarios de Andy Warhol

Andy Warhol fue el artista que mejor puso en foco la relación entre la vida de consumo capitalista y el arte, con una erótica “pop” reconocible en sus pinturas de retratos y objetos.

Hay un interés contemporáneo por revisitar los íconos del siglo XX desde la mirada actual sobre las sexualidades. Eso es lo que hace “Los diarios de Andy Warhol”, la serie documental de Netflix.

El documental narra su vida a partir de material de archivo filmado por él y la reconstrucción de escenas con actores y recorre las obras de sus años de madurez.

Lo más llamativo es la voz de Warhol reconstruida por inteligencia artificial: a veces metálica y cortada, otras fluida, esa voz-máquina relee sus diarios de manera cronológica.

Un registro biográfico cuyo montaje se parece al de los sueños. Una época reconocible pero finalizada. “Las fantasías son mucho mejores que el amor real”, dice Andy.

La paradoja es que la figura de Warhol repone la centralidad de la vida de los artistas y la necesidad de la exposición mediática, a la vez que la Historia hizo de su vida amorosa y personal un secreto.

La posición de esquivar, no mostrar el deseo de forma directa y las respuestas evasivas son su estrategia para instalar objetos queer en el campo del arte. ¿Su asexualidad es una astucia?

Fama, dinero y glamour son los tres pilares de la vida para Andy. Pero, ¿qué lugar tiene el amor? ¿se vincula solo con estas cualidades?  Parece que sí.

La serie es un melodrama de entre dos amores y sex symbols: Jed Johson, decorador de estrellas, y Jon Gould, productor de la Paramount. Una anécdota y gesto pop: quienes cuentan la historia son los hermanos gemelos de ambos.

Hay detalles de la vida íntima de Warhol y hasta de cómo usaba cada una de las habitaciones de su casa. ¿Dice algo ese nivel de cotilleo? Explica un mundo basado en las superficies y la superficialidad.

El 3 de julio de 1968 Valerie Solanas, actriz de The Factory devenida escritora, le disparó a Warhol. Jed acompañó a Andy en el postoperatorio y se instaló en su casa. El resto es romance.

Por celos, falta de atención y la cercanía de Victor Hugo -otro artista joven, bello y provocador- Jed dejó a Andy. Al poco tiempo, Andy conoce a Jon, su amigo en público y amante en privado.

Luego, el “niño terrible” de “genio” artístico: Jean-Michel Basquiat renovó la producción de Andy. Basquiat, cuya negritud expone una nueva corrección política del medio artístico, se hizo un lugar en ese mundo.

Warhol vendió retratos de mujeres trans negras por miles de dólares; ellas posaron por 50. La explotación se mezcla con lo celebratorio.

Andy era “un homosexual correcto”, de los que no salen a protestar en la calle. Sin embargo, ¿tienen sus obras la capacidad de “movilizar políticamente”?

Podría pensarse en una estrategia similar -compartida en contextos históricos y gestos- en el vernáculo Federico Klemn, actualmente revisitado en clave queer.

La serie es un intento de acercarse al cinismo de un artista que porta en su rostro la oleosidad identificable con la cultura popular norteamericana y muchas claves para mirar el arte contemporáneo.

CODA:  la fuerza  del arte

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