Son las seis de la tarde en los alrededores de la avenida Pedro de Valdivia Norte con avenida El Cerro, a los pies del cerro San Cristóbal, el punto de encuentro para dirigirse al cierre de campaña del Rechazo, a bordo de furgonetas contratadas para la ocasión. A pesar de que esa fue la hora acordada para trasladarse al anfiteatro Pablo Neruda, donde se realizará el evento, el movimiento es casi nulo. En algunas calles no hay siquiera peatones. La situación contrasta con lo que está pasando en la Alameda de Santiago, donde miles de personas celebran el cierre de campaña del Apruebo.
La cita del Rechazo queda a trasmano, a casi siete kilómetros de la estación de Metro más cercana. Es, en cierta forma, en la “punta del cerro”. No era el plan inicial. La idea era reunirse en la Casa Ciudadana por el Rechazo, ubicada a un costado del Palacio de la Moneda, pero desde el comando aseguraron que no se pudieron gestionar los permisos municipales debido a un supuesto “trato discriminatorio” por parte de la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler.
La furgoneta parte con apenas diez personas. El camino es zigzagueante y toma cerca de 15 minutos. Dentro del vehículo hay conversaciones variadas. Algunos evocan tiempos pasados y entregan antecedentes familiares. “Mi abuelo era coronel del Ejército en tiempos de Pinochet, y trabajó con el general Leigh”, cuenta un joven. “Y bueno, sabemos que todo lo del golpe no fue porque eran unas blancas palomas”, añade.
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En el anfiteatro, pasadas las seis, un grupo de mujeres vestidas con un peto verde y la frase Así no, yo rechazo espera a las personas que van llegando para obsequiarles una bandera chilena. Está lleno de banderas chilenas. Las hay por todo el costado, con una separación aproximada de un metro entre cada una. En un mesón regalan el libro “Leer antes de votar” de Marcela Cubillos, ex ministra de Educación y de Medioambiente, y ex convencional constituyente. La autora es férrea defensora de la opción Rechazo pero no asistió al evento. Tampoco lo hicieron el resto de rostros con trayectoria política ligados al Rechazo y a diferentes partidos políticos. Son los grandes ausentes de la fiesta.
Vamos chilenos, que esta noche tenemos que ganar.
Chileno de corazón
Los animadores buscan encender el ambiente con antiguos cantos del fútbol. El ánimo es positivo. Algunos hacen predicciones respecto a los resultados del domingo. “Yo creo que arrasamos”, dice uno. Otro exhibe con orgullo la polera que le acaban de regalar los organizadores: “Hay que enmarcar esta polera porque después del domingo va a quedar en la historia. Es para los nietos”.
A pesar del entusiasmo, hay varias críticas entre los asistentes. Algunas personas reclaman por la lejanía, hay múltiples problemas de audio y los periodistas se quejan constantemente por el poco espacio para los camarógrafos, la inestabilidad de la señal, y la insistencia de los animadores con los gritos del público en pleno punto de prensa.
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A medida que el anfiteatro –que tiene una capacidad máxima de mil personas– se va llenando, el fervor toma el ambiente. Los cánticos y clamores son protagonistas, cada vez con mayor intensidad. Los “C-H-I” se vuelven reiterativos. “¡Chi, Chi, Chi, Le, Le, Le, viva Chile!”. Y en medio del tumulto, de forma débil, opacada, pero demostrando que aún continúa con cierta vigencia, se escucha el agregado: “¡Viva Chile y Pinochet!”.
Una vez arrancado oficialmente el evento la tónica se vuelve evidente. Todos, de pie, y con la mano en el corazón, entonan el himno apasionadamente. Algunos reclaman porque no se cantó “la mejor parte”, aludiendo a la estrofa adicional agregada por la dictadura. Muchos visten casaquillas con los colores de la bandera chilena, y poleras y gorras con el escudo nacional. Lo de esta noche es una reivindicación de los símbolos patrios.
“Hoy seguimos honrando la bandera, un fuerte aplauso a la bandera en este mes de la patria. Esta es la bandera que algunos querían emancipar, que querían ensuciar. Hoy la estaban quemando, de hecho”, dice el animador. También, a un costado, se ven algunas banderas de Cuba y un cartel que dice Cubanos por el Rechazo. Esa bandera posee una particularidad especial, aseguran por micrófono: “Tiene los mismos colores que nuestra bandera chilena, y la misma estrella solitaria”.
Por el escenario desfilan quienes participaron en la franja televisiva y en actividades territoriales, compartiendo con el público los motivos por los cuales votan Rechazo: fondos de pensiones solidarios, plurinacionalidad, educación sexual integral. “¡Asco!”, grita una mujer del público cuando se habla de este último punto. El libreto se torna repetitivo y sin rumbo. Se proyectan videos, en su mayoría extraídos de la franja, y casi ninguno logra terminar de reproducirse: hay múltiples problemas de audio, el cual se va cortando abruptamente. Entre medio hay espacio para que un grupo de jóvenes suba al escenario a bailar canciones de reggaetón.
Ante la prensa, la ceremonia es catalogada por los organizadores como un “acto privado”, “austero e íntimo”, en contraste con el “cierre de campaña millonario” que se vive en la Alameda, a decir del organizador del evento, que pasa por alto que el comando que representa recibió aportes 900 % superiores a los del Apruebo. Según Claudio Salinas, vocero de la Casa Ciudadana por el Rechazo, la cantidad de asistentes es de 700 personas. Algunos medios la cifran en 300 o 400. De todas formas, dista bastante de la cifra anunciada por los organizadores del cierre de campaña por el Apruebo: 500 mil. En la Alameda el comando del Apruebo cuenta con artistas de fama internacional, como Ana Tijoux, Francisca Valenzuela, Inti-Illimani e Illapu.
En el cerro, en el acto del Rechazo, se guardan una sorpresa artística bajo la manga: el doble de Juan Gabriel.
Hacia el final, suben al escenario algunos de los principales rostros de la campaña, como Carlo Siri, de No Más Víctimas; y María Fernanda Ulloa y Francisco Orrego, de Con mi Plata No, a quien el público recibe con un “se siente, se siente, Pancho presidente”. “Fueron cuatro años en los que nos fuimos quedando en silencio, en los que nos dejamos apabullar por un grupo de izquierda radical que se quiso imponer. Y eso, muchachos, no lo podemos volver a aceptar”, dice Orrego.
A esta altura bastante gente ha abandonado el anfiteatro. Se ven asientos vacíos con algunas banderas solitarias.
La jornada cierra con quejas ante la “intolerancia, rencor y revancha” de la Convención Constitucional, y a un supuesto intervencionismo electoral de parte del Gobierno que “solo se puede ver en una dictadura”.
Es el final, triste y solitario. Una larga fila se extiende desde el anfiteatro hasta las furgonetas que dejarán a los asistentes de vuelta a los pies del Cerro San Cristóbal. Algunos intentan sacar sus vehículos y camionetas desde el estacionamiento. La mayoría de las personas tiene sus banderas enrolladas bajo el brazo. Son escoltados por carabineros en motocicletas, quienes reciben aplausos y palabras de agradecimientos. Un tema se murmura en la fila: “Hay que defender los votos el domingo”.