Texto publicado el 22 de diciembre de 2022
Mientras se construía el edificio más grande de Latinoamérica, un emblemático proyecto de Horst Paulmann, los diarios sólo se enfocaron en los récords. 85 mil toneladas de acero con las que se podrían construir 10 torres Eiffel. Una sombra proyectada de casi dos kilómetros de largo. Tanto concreto que permitiría construir una carretera entre Santiago y La Ligua.
Ni Alemparte, Barreda, Wedeles, Besancon arquitectos y asociados, ni Cencosud (una empresa que cotiza US$ 8.000 millones en la Bolsa de Santiago) se dieron cuenta de algo que vendría a marcar su historia más tarde: el edificio nació con una falla mortal.
La imponencia de su mall –sus 41,5 metros de alto y el vacío que permite mirar a los pisos de abajo– se convirtió en un problema. Las barandas no fueron lo suficientemente altas para prevenir que personas con ideaciones suicidas lograran su cometido.
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Siempre que visitaba la capital la familia RG -que pidió mantener sus apellidos en el anonimato por su protección personal- se iba de compras. Pasar horas en malls mucho más grandes que los de Temuco, encontrar marcas como H&M y Zara, buscar regalos distintos para los niños y parientes o comer en restaurantes nuevos, era un paseo común, para ellos, en Santiago.
A Waleska, ese paseo no le gustaba.
—¿Para qué vas a comprar esa ropa de marca? ¡Hay cosas tan lindas que hacen los artesanos! Y en las tiendas más chiquititas, donde conocemos a los dueños… Es más barato, ayudamos a la gente, no hacemos fila. ¿Qué más querí? —decía a su hermana Carolina.
Cuando viajaba a Santiago, Waleska iba a Patronato o a Meiggs y allí buscaba pequeños regalos: una polera, un aro, un pinche. Ojalá algo que no fuera fácil de encontrar. Que tuviera un diseño único y un material distinto. En su familia, era famosa por siempre achuntar.
—¡Qué lindo tu regalo! ¿Dónde lo compraste?
—Aaah, nunca encontrarás uno igual.
Quizás por eso a muchos de los invitados a su matrimonio les costó encontrarle un regalo. Varios optaron por simplemente no regalarle nada. Otros tantos se olvidaron. Lo que nunca sacaron de su cabeza fue el calor que hacía en Temuco el 15 de febrero de 2019, cuando Waleska se casó. Cuarenta grados.
“¡Nos vamos a casar los tres!”, repetía una y otra vez la hija de la pareja, que para entonces tenía cuatro años.
Ese día hubo bailes. Hubo tragos. Hubo comida. Hubo risas y llantos. Nada hacía prever que menos de seis meses después, a sus 34 años, Waleska moriría por suicidio en el lugar que más detestaba: el Costanera Center.
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No es un fenómeno simple de explicar. Involucra un grave sufrimiento de quien se quita la vida, los de pérdida, abandono o culpa de los seres queridos que sobreviven, y también muchas preguntas.
Hablar sobre él aún es algo raro en Chile. No así su frecuencia.
Entre 2010 y 2019, el país se posicionó en cuarto lugar de la región entre los que tienen las tasas más altas de suicidio, solo después de Guyana, Surinam y Uruguay.
Los datos post pandemia no están disponibles. El consenso está en otra parte: en que Chile vive una profunda crisis de salud mental. Aumentos de licencias médicas, de situaciones de bullying escolar, de prevalencia de ansiedad y depresión, además del consumo de alcohol y de drogas son algunos de los indicadores que evidencian esa realidad. Por eso, el gobierno ha instalado la salud mental como un tema prioritario: le destinó más de 19.000 millones de pesos adicionales para el presupuesto de 2023; desde el Minsal se elaboró el programa “Construyendo Salud Mental” y en la Región Metropolitana se ha instalado el Plan Regional para la Prevención del Suicidio.
La imponencia de su mall –sus 41,5 metros de alto y el vacío que permite mirar a los pisos de abajo– se convirtió en un problema. Las barandas no fueron lo suficientemente altas para prevenir que personas con ideaciones suicidas lograran su cometido.
Otro consenso es que el comportamiento suicida no se resume al puro acto de quitarse la vida ni al bajón de un día: involucra a conductas como pensar frecuentemente en la muerte, la ideación suicida, elaborar un plan para concretarlo, los intentos de suicidio y este acto consumado. Por eso es tan importante estar atento a las distintas señales.
Se trata de algo que Ana Paula Vieira sabe muy bien.
Tenía 11 años cuando se enteró de un suicidio. Solo ocho años después, supo de otro. En común, tenían que eran hombres, mayores de 85 años y muy cercanos a su familia. En Chile, el índice de suicidios en personas mayores es elevado, y tiende a ser más común entre hombres que entre mujeres.
Eso lo descubrió después, cuando se formó en Psicología, con especialidad en Gerontología. Antes, aprendió sobre el silencio. Un silencio tan profundo como el de la muerte.
—En mi familia solo comentaban que había ocurrido un accidente. A veces ni eso. Era un tema prohibido. Hablar del suicidio no mata… El silencio sí.
Hoy, a través de la Fundación Míranos, Ana Paula busca educar sobre el suicidio y prevenirlo. No es una tarea fácil, porque hay varios factores que pueden influir en la conducta suicida: la falta de habilidades sociales, la soledad no deseada, antecedentes familiares o personales de enfermedades mentales, un trauma en la infancia, un acto de violencia, un intento previo, la muerte de una persona querida, la pérdida de un trabajo, el aislamiento, dificultades financieras, ser víctima de un hostigamiento, un fracaso importante.
“Por eso decimos que el suicidio no se previene solo con acciones que se refieren a salud física y mental. También se puede y debe evitar cuidando de la salud social, económica e integral, construyendo una sociedad inclusiva, comunitaria donde el otro realmente me importe”, dice Vieira.
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Waleska siempre quiso ir por más: estudió traducción inglesa y después ingeniería comercial. Su sueño era recorrer el mundo. Sobre todo viajar a Europa y a Estados Unidos.
Sus jefes de la Universidad Mayor reconocían sus ganas de seguir adelante y lo trabajólica que podía llegar a ser. Un día, todo cambió en su laburo.
—Mamá, estoy chata. Desde que echaron a mi ex jefa y a mi equipo he tenido que asumir el rol de varias personas con el mismo sueldo. Estoy saturada, me pagan poco, me pasan a llevar. Y día por medio escucho burlas sobre mí, cómo me veo, cómo trabajo, cómo lidio con las cosas. No doy más. Simplemente no doy más.
Waleska no quería tener hijos, su pareja sí. Fue en ese tiempo de colapso laboral que se quedó embarazada. Su hermana hasta hoy se pregunta si habrá sido sin querer o con el afán de cambiar de rumbo, de darse un break. De una manera o de otra, las cosas no resultaron fáciles para Waleska. Sufrió depresión durante y después del nacimiento de su hija. Al término de su licencia de maternidad, la echaron del trabajo.
Hablar del suicidio no mata… El silencio sí.
No se dio por vencida. Partió de cero y abrió una tienda para niños. Disfrutaba de atender a los clientes, ayudarlos a elegir los productos, seleccionar lo mejor y más barato para revender, casi como hacía con los regalos a su familia.
La alegría duró poco.
Tras poco más de seis meses, se vio obligada a cerrarla: la competencia era voraz y ella no lograba siquiera pagar el arriendo.
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Nunca unas vallas generaron tantos comentarios.
Ni las que se usan en los estadios para controlar a las hinchadas; tampoco las que fueron utilizadas durante la visita del Papa. Menos aquellas que durante más de dos años, fruto del Estallido Social, bloquearon el paso de cualquier persona a la Plaza de la Ciudadanía y al Palacio de La Moneda. No. Las vallas instaladas en el Costanera Center desataron críticas -y también morbo- porque se trataban de más de 2.000 metros lineales de barrera instaladas por obligación luego de que otro suicidio ocurriera en el lugar.
“Esa wea no sirve de nada”; “se ve más feo que nunca”; “parece una cárcel”, se leía en redes sociales y se escuchaba en los pasillos del mall.
“Recién ahora hacen algo”, dice Carolina, desde Temuco, a tres años de la muerte de Waleska.
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El 3 de agosto de 2019 había sido un día hermoso en familia.
Después de confirmar que Waleska había llegado bien a Santiago, donde pasaría el cumpleaños de su cuñado, Carolina se fue a la parcela de sus papás junto a su esposo y sus dos hijas.
Almorzaron pasta, jugaron con las niñas y, durante la once, le escribieron a Waleska. Su papá le enviaba fotos de un local que había ido a pintar hacía poco y que soñaba abrir como para que ella pudiera retomar su emprendimiento.
—Mira cómo quedó.
—Está hermoso, papá. La otra semana lo vamos a arreglar.
A fines de tarde las niñas seguían con energía. “Llegando a casa vamos a ver una película”, les dijo Carolina. Llegaron. Empezaron a hacer palomitas. Se pusieron un pijama bien abrigado. Era invierno, hacía cuatro grados. Las palomitas aún no estaban listas cuando su teléfono sonó. El grito del otro lado de la línea era ensordecedor.
—¡Se mató! Tu hermana…Mi hija… ¡Se mató, se mató!
—Papá, cállate, ¿cómo? ¡No es posible!
Los recuerdos luego de eso son borrosos. Carolina empezó a gritar a su marido y a sus hijas. “Se murió, se murió”, repetía. Las niñas no entendían nada. Su esposo le tomó las manos, la llevó a la pieza y le pidió claridad. Se tenían que ir a Santiago. Waleska se había suicidado.
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El cumpleaños de su cuñado se celebraría muy cerca del mall. Mientras su familia estaba comiendo pasta en Temuco, Waleska se acordó de que se acercaba el día del niño y dijo a su marido que iría al Costanera a comprar un regalo.
Nunca lo hizo. En lugar de eso, compró una limonada de jengibre, escribió una carta, anotó en un papel el teléfono de su suegra y dejó todas sus pertenencias sobre una mesa del patio de comidas.
Para cuando un funcionario de uno de los locales de fast food lo percibió, ya era tarde. Fue él quien digitó los números anotados en su propio celular y llamó a la suegra de Waleska. Nadie del mall tomó contacto con los RG. Tampoco con las otras 23 familias que, según datos de Cencosud (la empresa detrás del Costanera), perdieron a seres queridos por suicidio en el lugar. Y mucho menos emitieron comunicados oficiales lamentando lo ocurrido.
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La única certeza es la muerte. Entre las 73 personas que el Costanera Center informa que intentaron suicidarse, sabemos con exactitud que desde su fundación en 2013 hasta diciembre de este año, 24 lograron su cometido. De ellas, solo una eligió hacerlo a escondidas, en un baño del centro comercial. Las demás, como Waleska, lo hicieron públicamente.
“La muerte en un lugar público tiene algo de extraño”, comenta la filósofa Diana Aurenque. Lo explica: “cuando vas al velorio, al funeral o al entierro de un difunto, esos son espacios públicos para venerar, respetar, ir a despedir de los muertos. Es algo que se hace en un espacio público, pero al mismo tiempo es privado, es un espacio de amor, de dolor, de comunidad que gira en torno al fallecido y a sus seres queridos. Pero en las muertes por suicidio en lugares públicos, en este caso en un mall, pareciera ser que ocurren y no ocurren, porque pasan, pero no nos duele… Lo más fuerte es justamente eso: la deshumanización. Hacer de la muerte un número, algo trivial. Es volvernos a nosotros mismos triviales”.
La escena se ha repetido. Mientras los funcionarios del mall activan su protocolo de emergencia por suicidio, cubren el cuerpo con una manta y llaman a los bomberos rescatistas que están en el lugar, cientos de personas siguen comprando.
Eso seguían haciendo muchos el pasado 18 de octubre, en el tercer aniversario del estallido social, cuando un hombre se quitó la vida en el Costanera Center y dejó en estado grave a una mujer que iba caminando en el primer piso.
Después de eso, vinieron las famosas vallas.
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El suicidio es una de las principales causas de muerte prematura prevenible.
Se puede prevenir restringiendo el acceso a medios letales (como el salto en altura). O con políticas de salud mental y reducción del consumo de riesgo de alcohol. Contando con una cobertura mediática responsable. O contando con una comunidad más empática.
El Costanera Center ya había tomado algunas medidas. Antes de la pandemia, elevó medio metro la altura de las barandas (de 1,10 metros a 1,70), reubicó el mobiliario del sector gastronómico, modificó módulos y stands para evitar que se usaran como peldaños. También creó un protocolo de acción interno a partir de un trabajo conjunto con la Seremi de Salud de la Región Metropolitana.
Pero seguía siendo posible quitarse la vida en el lugar, concluyó el Seremi de Salud de la Región Metropolitana, Gonzalo Soto, tras su última fiscalización.
Las muertes por suicidio en lugares públicos, en este caso en un mall, pareciera ser que ocurren y no ocurren, porque pasan, pero no nos duele.
Él inició un sumario sanitario que exigió de manera urgente acciones que impidan conductas suicidas en el recinto. Las vallas eran solo una de las medidas y fue vista por la autoridad como una barrera física provisoria para bloquear el libre acceso a las barandas de pisos superiores. Según Cencosud, desde antes del sumario sanitario ya estaban elevándolas y deberían tener todo listo dentro de las próximas semanas.
También se exigieron otras acciones, como mejoras al “Procedimiento de Suicidio, Sistema de gestión de continuidad operacional de negocios” (normativa interna definida por el centro comercial), el abordaje de los trabajadores, el cierre temporal del área si fuera necesario, capacitaciones y medidas que “disminuyan la deshumanización de un evento de suicidio”. Cómo hacerlo es algo que nunca fue explicado.
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Sebastián Núñez, gerente de operaciones de Cencosud, tiene una agenda apretada esta semana. Hace dos días se reunió por primera vez con la Fundación Summer, de prevención del suicidio; también pidió -a través de su área de comunicaciones- una reunión con el psiquiatra Alberto Larraín, quien rechazó el encuentro y lo hizo visible en redes sociales.
“Me contacta la gerencia de comunicaciones de Cencosud por suicidios en su mall. Años ofreciendo ayuda. Ahora que tienen un sumario están preocupados, pero no por los hechos, sino por ellos.”
Como Larraín, muchos expertos en salud ofrecieron hacer alianza para pensar estrategias de prevención.
2018. Las fundaciones de la Red de Equipos de Prevención del Suicidio intentan comunicarse con la dirección del Costanera Center para apoyar el recinto en esa materia. No recibieron respuesta.
En septiembre del año siguiente, en el mes de la prevención del suicidio, distintos profesionales con bolsas reutilizables se ubican en las cercanías del mall. Ana Paula Vieira, de la Fundación Míranos, es una de ellas.
“Puedes usar esto para tus compras”, decía al entregar las bolsas con mensajes como “en Chile hay cinco suicidios al día”, “en Chile cada día un joven de 20 a 29 años se suicida” y “en Chile hay más muertes por suicidio que por siniestros de tránsito”, a los transeúntes.
“Muchas personas se acercaron a nosotros, nos preguntaron, pidieron apoyo… Algunas incluso nos dijeron que habían perdido a sus seres queridos por suicidio y que necesitaban ayuda”, recuerda Ana Paula.
Fueron expulsados por los guardias de seguridad tres veces. Y volvieron. Siempre con sus bolsas en manos. Siempre en el puente que lleva al segundo piso y que, justo antes de la entrada al mall, trae el mensaje “feliz día”.
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Evanyely Zamorano y Emanuel Pacheco son familiares afectados por el tema. En mayo de 2018, su hija Katherine Winter (16) se suicidó en el baño de un Starbucks, un día después de ser el blanco de una serie de mensajes agresivos en un grupo de Facebook de los alumnos de su colegio, el Nido de Águilas.
Sus papás ya no pueden ayudarla a cumplir con su sueño de grabar un disco en Nashville, mudarse a Estados Unidos y ser una estrella de la música como Taylor Swift. Por eso, pasan sus días luchando contra el suicidio, el bullying y el cyberbullying a través de distintas charlas en colegios, centros de salud, arquidiocesis y -siempre que es posible- empresas.
Cencosud no fue la excepción.
De cara al mes de septiembre de 2021 y gracias al apoyo de la Mutual de Seguridad, la Fundación Summer (creada en homenaje a Katherine, también conocida como Kathy Summer) solicitó una reunión. En esta, presentaron una PPT expresando su preocupación por la salud mental en Chile luego de la pandemia y facilitaron información útil para la prevención.
A Alvaro Alcayaga, Center Manager del Costanera Center, le mostraron ejemplos internacionales de lugares que se habían vuelto icónicos en términos de suicidio y que tomaron la bandera de la prevención. Fue el caso del puente Golden Gate, que ha frenado cientos de intentos desde que implementó mallas, líneas telefónicas y patrullajes de seguridad. Expusieron una serie de estrategias recomendadas por la OMS.
“También les contamos los riesgos de los suicidios en el mall, como la pérdida de vidas, los daños a la integridad física de visitantes y trabajadores, las pérdidas económicas por indemnizaciones, las sanciones legales, el daño de imagen y los cierres de locales”, se acuerda Evanyely Zamorano.
En Chile hay cinco suicidios al día.
Pero, después del encuentro, no supieron más de la empresa. Al center manager le enviaron más de 10 mensajes de WhatsApp. En septiembre de este año, por ejemplo, le escribieron “queremos recordarle que septiembre es el mes del suicidio, es importante tomar este tema”. La respuesta del ejecutivo fue “listo, gracias”.
A principios de octubre, de cara al Halloween, compartieron con él la noticia de una tienda que había hecho una “decoración” con muertos en el piso. Le dijeron: “tengan cuidado con lo que hagan, puede ser muy sensible para distintas personas”. A lo que les contestó: “eso fue en La Polar, nosotros nada que ver”.
Recién el pasado 27 de octubre, cuando ya se había abierto el sumario sanitario en contra del establecimiento, y después de la implementación de las vallas, desde Cencosud los llamaron.
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Se dividen en tres bandos: los rojos, los negros y los amarillos. Pertenecen a empresas tercerizadas distintas pero se dedican a lo mismo, a garantizar la seguridad del Costanera Center.
Es el primer feriado desde el último suicidio en el mall, donde trabajan alrededor de 7.000 personas. V, quien pide no dar a conocer su nombre, es del bando de los rojos y dice que ya no sabe por dónde caminar, porque “todo me hace recordar los suicidios que vi. Pero no puedo perder mi trabajo”.
V es una de los 15 guardias de los pisos donde se producen actos suicidas con quienes este medio intentó saber más detalles sobre las medidas tomadas por su salud mental y la de los clientes. Con los demás, los resultados fueron disímiles.
Uno, negro, comunicó por radio a todos sus colegas: “atención, hay una periodista intentando sacar información. Está usando un vestido largo y tiene el pelo tomado”.
Otro, también negro, dijo “No podemos hablar nada, la mayoría somos exuniformados”.
Una, con un chaleco amarillo, dice que “si pasa algo sabemos lo que hay que hacer”.
—¿Qué sería?
—Hablar, hay que hablar.
—¿Qué me hablaría usted si yo intentara hacer algo ahora?
—Mm.. pediría apoyo a mi superior.
Otra, de su mismo grupo, comenta que es su primer día de trabajo.
—¿Ha recibido capacitación para temas de suicidio?
—No, aún no me dan esa.
Otro, vestido de rojo, habla fuerte: “lo que usted está haciendo acá es ilegal. No se puede recopilar información en espacio privado”. Una colega suya pide revisar la credencial de prensa e insiste que, si se requiere cualquier información, hay que conversar con el módulo de atención al cliente en el primer piso.
Ahí, la respuesta es clara: “no sabemos nada con relación a las acciones que han tomado desde Cencosud para proteger a los funcionarios y a los clientes, porque nosotros somos de otra empresa y ahí sí tenemos acceso a psicólogos”. Lo mismo comentan guardias de tiendas como H&M, CasaIdeas y Ripley.
“¿Te digo la verdad? Esos guardias (los rojos, negros y amarillos) están con miedo. Actúan con violencia porque están con mucho miedo… Es difícil lo que está pasando acá, pero todos creemos que falta, falta mucho para mejorar”, dice el de CasaIdeas.
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“Nosotros queremos llegar a la cifra de cero suicidios. Y empezamos a trabajar fuerte en eso en todos estos diez años, pero sinceramente en soledad, porque no había muchos antecedentes a nivel mundial respecto a experiencias para tomar en cuenta”, asegura Sebastián Núñez, de Cencosud.
“Hemos hecho un sinfín de medidas, venimos trabajando en esto hace tiempo. Lo que no hicimos nunca fue dar a conocer las medidas que nosotros hicimos”, añade.
El suicidio es una de las principales causas de muerte prematura prevenible.
—¿Por qué no?
—Porque no queremos aprovecharnos de esos tristes sucesos.
—¿Las medidas incluyen capacitación de los guardias, por ejemplo?
—Sí, recibieron capacitación formal, documentada, por un especialista de renombre local. Se enseñó sobre la contención, sobre cómo entablar el contacto con las personas sospechosas de incurrir este tipo de conductas y eso nos permitió evitar 22 casos solo este año. La experiencia también nos ha dicho que más allá de todas las barreras, por la determinación que tienen quienes se suicidan, es necesario contar con personas exclusivamente enfocadas en esa labor.
—¿Las hay?
—Sí. Hay 31 guardias enfocados específicamente en eso.
Se refiere a los amarillos.
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A los sobrevivientes de suicidio -como se les conoce no solo a quiénes superaron la idea de quitarse la vida, sino también a los familiares y amigos de una persona que murió de esa manera- seguir adelante es sinónimo de caminar cuesta arriba. Esto es muy difícil sin redes de apoyo.
“Me quedé con un peso muy grande. No me puede pasar nada. No puedo dar otro golpe a mis papás. Durante la pandemia sufrí mucho. Me sentí angustiada: ‘yo no me puedo morir’ fue un mensaje que me repetí muchas veces. Recién ahora estoy empezando a sentirme con menor carga. Pero siempre, todos los días, sin excepción, yo los llamo”, dice Carolina.
De los cinco familiares de personas que se suicidaron en el Costanera contactados para este reportaje, solo Carolina aceptó dar su testimonio. Lo hizo, dijo, para evitar que esos sucesos sigan ocurriendo.
Aunque va superando sus miedos a diario, cuenta que ya no va a un mall cuando viene a Santiago. Lo único que sí le gustaría es que tanto Cencosud como la sociedad y el gobierno hicieran más para prevenir el suicidio. Especialmente en estas fechas.
El 25 de diciembre es, históricamente, un día de alza de suicidios en el país. Las fiestas resaltan más la soledad y la tristeza para quienes sufren alguna enfermedad como la depresión, y lo hacen más difícil. Mientras tanto, muchos se centran en las compras de fin de año en un mall tapado en vallas.
*En Chile existen distintos espacios de ayuda telefónica o en línea para personas que presenten pensamientos suicidas. Algunos de ellos son: Salud Responde del Ministerio de Salud: 600 360 7777 / Plataforma Saludablemente: www.gob.cl/saludablemente / Fundación José Ignacio: www.fundacionjoseignacio.org / Fundación Todo Mejora: www.todomejora.org / Fundación Summer: www.fsummer.cl / Fundación Míranos: www.fundacionmiranos.org