Ensayo

Reforma agraria y dictadura militar


Una venganza patronal

Setenta hombres que habían sido favorecidos por la reforma agraria fueron detenidos durante las primeras semanas de la dictadura en Paine. Los vecinos bautizaron el sector como “El Callejón de las Viudas”, por las mujeres que habían quedado solas a cargo de sus familias. Víctimas y victimarios se encontraban en las calles a diario. Hoy, el aniversario del golpe también es el recuerdo de que ellas llevan movilizadas la misma cantidad de tiempo.

Sonia Valenzuela llevaba seis meses de casada cuando los Carabineros llegaron a su casa, la madrugada del 16 de octubre de 1973. Eran las tres de la mañana cuando tocaron su puerta y ella salió a abrir. Llevaban una lista de nombres en las manos.

—¿Acá vive Rosalindo Herrera y Jorge Muñoz? —preguntaron.

—Sí, ¿para qué los quiere?

—Les tenemos que tomar una declaración. Que se levanten y vengan al tiro.

—¿Y los puedo acompañar?

—No es necesario, a las seis de la mañana van a estar de vuelta.

—¿Y puedo pasarles cigarro o algo?

—Sí, dele los que quiera.

Rosalindo era su esposo y Jorge un tío con el que vivían en el asentamiento 24 de abril de Paine. Cuando los dos se vistieron y se fueron, Sonia salió a mirar por la ventana. Tenía 16 años. Vio que en la calle había más personas paradas en fila, con las manos en la nuca. Uno de los Carabineros se dio cuenta y le gritó algo que no pudo olvidar. 

—¡Si no te entras y paras de sapear, nosotros te matamos acá mismo!

En la mañana siguiente, Sonia se juntó con su madre.  Entonces supo que los Carabineros también se habían llevado a su padre y a sus tíos a declarar.  Decidieron ir a la Comisaría de Paine a preguntar. Les dijeron que podrían estar en la Infantería de San Bernardo. Pero allí tampoco encontraron respuestas. 

Con los días, varias mujeres se juntaron y empezaron a intercambiar información. Nadie sabía qué hacer ni a quién acudir.  Se guiaban por rumores y comentarios. Iban a comisarías y a cuarteles de comunas cercanas, pero nadie entregaba pistas.

En la 24 de abril, que en ese entonces era apenas una calle de ripio con un par de casas de adobe, fueron 11 los hombres detenidos. Seis de ellos eran de la familia de Sonia Valenzuela. Solo uno era militante del Partido Socialista. Los demás, campesinos agrícolas.

Cuando se supo la noticia, los vecinos de Paine bautizaron el sector como “El Callejón de las Viudas”. Lo decían de manera despectiva, casi burlona. Hablaban de las mujeres que habían quedado solas, con hijos que alimentar, en la pobreza y sin ayuda. 

El reconocido abogado y defensor de los derechos humanos Andrés Aylwin recorrió ese lugar en octubre de 1973. En su libro, “Simplemente lo que vi y los imperativos que surgen del dolor”, relató: "La desesperación de todos esos niños, mujeres y hombres es casi imposible de describir hoy, menos para alguien que no es escritor. Se trataba de una angustia inconmensurable, viviéndola cada uno de ellos en la lejanía de los campos, casi en la más absoluta soledad, todo ello ante la indiferencia o el terror de quienes sabían de la tragedia".

—Sentimos la discriminación, de varios. Nos decían, váyanse comunistas tal por cual, qué cosas no le gritaban a uno. Cómo habíamos sido favorecidos con la reforma agraria y a otros les habían quitado tierra, nos rechazaban. Lo que nos pasó fue terrible, un lugar tan chico y tantas personas desaparecidas. Tanta barbaridad —recuerda Sonia Valenzuela.

Ella se movió por distintas ciudades buscando en centros de detención. Estuvo en Tejas Verdes, San Fernando, Rancagua, Melipilla y el Estadio Chile en Santiago. Un militar le dijo que sus familiares estaban en el Estadio Nacional. Por tres meses viajó todos los días desde Paine para intentar verlos. Iba sola, ya que su madre y su abuela debían mantener la casa y a los niños. Tomaba el tren hasta Estación Central y luego una micro amarilla hasta Ñuñoa. Llevaba pan y ropa para que los militares se las pasaran adentro del estadio

En una de esas visitas, vio a un grupo de personas que salía del recinto. Se acercó a un militar y preguntó si sacarían a los detenidos de allí. Él le contestó con violencia, palabras que nunca se le olvidaría “la hueá te la van a entelar”. Sonia respondió al insulto y la golpearon con la culata de una pistola. Ahí entendió que la podían matar en cualquier momento.

***

La investigación judicial determinó que los desaparecidos de Paine fueron fusilados en la cuesta Los Arrayanes, en Litueche.  Nunca pasaron por el Estadio Nacional ni por otros centros de detención. Sus cuerpos fueron removidos del lugar dos años después en la llamada “Operación Retiro de Televisores” de la dictadura.  El teniente Juan Andrés Magaña, que estuvo a cargo del operativo, es el único condenado. Hasta hoy, solo se han encontrado unos pocos fragmentos óseos, anillos y ropa de algunos detenidos.

Hoy, en Paine predomina la derecha.  En las últimas elecciones para el consejo constituyente, un 44% de los votos fueron para la lista del Partido Republicano y un 17% para Chile Vamos. La presencia de José Antonio Kast se hace sentir. Su familia es de la zona, votan en un colegio del sector y ha sido vinculada a causas de derechos humanos.

También hoy, la 24 de abril ya no es un asentamiento, sino que una población, con nuevos habitantes que no conocen la historia que ocurrió hace 50 años.  Sonia ya no vive en ese lugar. Pensó que era mejor cambiarse a un sector más tranquilo, más rural. Tiene 66 años y vive con un hijo y una nieta en Hospitales. Siente que de a poco la historia de los detenidos de Paine se va olvidando. Acusa, por ejemplo, que el Servicio Médico Legal aún no le devuelve cosas de su marido: unas ojotas que encontraron en Los Arrayanes. 

En la 24 de abril, que en ese entonces era apenas una calle de ripio con un par de casas de adobe, fueron 11 los hombres detenidos. Seis de ellos eran de la familia de Sonia Valenzuela. Solo uno era militante del Partido Socialista. Los demás, campesinos agrícolas.

Son cositas pequeñas, pero que para ella son un tesoro invaluable. Un recuerdo de Rosalindo Herrera. 

—Todos estos años sin saber de ellos, la gente se burla de uno y yo ya no sé qué hacer. El mismo Estado nos ha abandonado—dice Sonia.

No sabe qué hará este 11 de septiembre. Va a depender de cómo esté su ánimo.  Está enferma grave, del riñón, los pulmones y el hígado. Hay veces que no tiene ganas de levantarse, ni siquiera de ir al doctor. Está cansada. 

—Para mí los 50 años del golpe es una fecha terrible. Sigo sin saber nada de mi padre todavía y de alguno de mis hermanos. A mi marido lo sepultamos, me entregaron un huesito y lo sepultamos. Pero estos aniversarios son una cosa terrible. 

***

Paine es la ciudad con más detenidos desaparecidos y ejecutados políticos durante la dictadura. La represión ahí se concentró en las familias que habían sido favorecidas por la reforma agraria de años anteriores.

La zona también concentra una gran cantidad de civiles que colaboraron activamente con la represión. En 2017, por ejemplo, la Corte Suprema condenó a Francisco Luzoro Montenegro, ex presidente del Sindicato de Dueños de Camiones, por su participación en las detenciones en Paine. Se trata de la primera sentencia a un civil por causas de derechos humanos en todo el país. 

Que hubiera civiles involucrados en la represión tenía un efecto que no se repite en ninguna otra parte: los familiares de los detenidos desaparecidos se encontraban a diario con los victimarios. En pueblo chico, todo el mundo se conoce. 

—La reforma agraria fue un apoyo para que los campesinos trabajaran su propia tierra a partir de la expropiación. Entonces, acá hubo una venganza patronal. El Ejército se somete al poder patronal. También a los Carabineros de Paine que se sometieron. Estos patrones pasaron el listado de todos los campesinos del sindicato. Pasaron el listado y los hicieron desaparecer —comenta Flor Lazo, quien perdió a su padre Samuel Lazo Quintero, y a sus hermanos Luis Lazo y Samuel Lazo Maldonado, la noche del 16 de octubre, en el asentamiento Nuevo Sendero de Paine. 

Flor es presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos de Paine.  En su rol se ha entrevistado con presidentes, abogados y periodistas en televisión. La conmemoración de los 50 años del golpe militar también es el recuerdo de que las mujeres de Paine llevan movilizadas la misma cantidad de tiempo.  

—Estos 50 años son como bien raros. Por mucho tiempo, el Estado nos abandonó. Nunca asumió que agentes del Estado habían hecho este daño, esta caravana de la muerte que hubo en Paine, que asesinaron a 70 hombres. Y hoy lo vivo distinto. Porque hoy lo vivo acompañada por el Estado, que asumió una obligación que nunca antes había asumido. Tenemos mucha esperanza en el Plan Nacional de Búsqueda—reconoce. 

Este año, la Agrupación aceptó la invitación de Prodemu para participar de la escritura de un libro de memorias sobre los detenidos desaparecidos en Paine. La invitación fue a volcar en el papel los recuerdos de cada familia antes de la dictadura, contar quiénes eran, qué hacían y cómo los recordaban.

Hacer memoria desde las imágenes luminosas: Flor ha recordado que su padre era una persona trabajadora, cariñosa, que le gustaba errar a sus caballos y descansar los domingos en la casa. Sus hermanos por su parte eran buenos deportistas, jugadores del club de fútbol del Nuevo Sendero. 

A veces, en medio de la tragedia, esas cosas se olvidan.

—Cada vez que a nosotras nos invitan a estas actividades nos provoca un gran dolor. Pero igual lo hacemos. Cuando usted abre el corazón, ahí chorrea sangre. Y la falta de justicia hace más grande la herida —dice Flor Lazo. 

***

Juana Leyton y Tomasa Díaz están sentadas en la cocina, cerca de la estufa a leña. Madre e hija pasan la mañana juntas, cocinando, ordenando y conversando. Las dos viven en Hospitales, una pequeña localidad al norte de Paine. La casa familiar, larga, de madera y con varias ampliaciones, se construyó gracias a la reforma agraria. 

—No entendemos cómo hay gente que aún niega todo lo que pasó, que justifican la violencia. Está bien que todos tengamos colores políticos distintos. Hasta en la misma familia se da. Gente que justifica el golpe, y no se dan cuenta que mi papá es uno de los caídos, que luchó por sus ideales. No se dan cuenta que cuando justifican lo que pasó, nos hieren a nosotras—comenta Tomasa.

Su madre, Juana, de 80 años, la escucha atenta. Tiene el pelo cano y una mirada caída detrás de sus lentes ópticos. Antes de hablar mira a la pared por algunos segundos, como quien repasa cada una de sus palabras antes de abrir la boca. 

—Lo que pienso es que no son 50 años. Es un tiempo no más, que pasó volando, en la espera, en la búsqueda, en la verdad. Así que, para mí, no refleja nada los 50 años. Pasaron sobre nosotros. Con dolor, con pena, con angustia—dice Juana Leyton.

Su esposo, Alberto Díaz Manríquez, fue detenido el 27 de septiembre de 1973, tras ir a declarar de forma voluntaria a la Comisaría de Paine. Nunca volvió. 

Tomasa tenía un año cuando su padre se fue.

—Tengo una sensación distinta, ha sido muy largo el tiempo. Es mucho. Nosotras nunca recuperamos a mi papá. Y ahora, vi en las noticias que descubrieron que estaban estas cajas en el Servicio Médico Legal. Ese tipo de noticias nos viene a remover todo y salen cada cierto tiempo. ¿Será que está ahí? ¿Será él?

La familia Díaz Leyton se rearmó a duras penas para enfrentar la tragedia. La primera vez que Tomasa preguntó por su papá le dijeron que había muerto por un ataque al corazón. Tenía cuatro años. Unos años después le dijeron que lo habían atropellado.  

—No se podía decir, así como así. No se podía—reconoce Juana.

Las sospechas se confirmaron cuando un compañero de curso, que también era su vecino, la encaró en el colegio. “A tu papá lo mataron por malo”, le dijo.

En octavo básico, Tomasa fue a estudiar a un colegio de monjas españolas en Lo Espejo. Eran monjas revolucionarias. Por primera vez le dijeron que los detenidos por la dictadura no eran gente mala ni delincuentes. La contactaron con personas y lugares en donde podía obtener respuestas. Entonces empezaron a recorrer el Servicio Médico Legal, el Estadio Nacional y cualquier lugar donde pudieran encontrar información.  

Flor es presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos de Paine.  En su rol se ha entrevistado con presidentes, abogados y periodistas en televisión. La conmemoración de los 50 años del golpe militar también es el recuerdo de que las mujeres de Paine llevan movilizadas la misma cantidad de tiempo.  

—Esos años fueron como si una tuviera que ponerse una máscara negra para no ver a nadie. Pero resulta que todos nos veían a nosotras. Éramos las ignoradas, las peores, nadie se quería juntar con nosotras—recuerda Juana. 

A Alberto Díaz le decían “Tablón” porque era alto y flaco. 

—Él llegó acá con su familia, lo trajeron de trabajadores, de agricultores. Tenía como 18 años. Yo me enamoré al tiro. Era mino. Y era luchador, era responsable de su familia, de su entorno, de sus hermanas. No era garabatero, bueno para el chiste, éramos pareja de cueca. Por eso fue con el único hombre con el que pololeé. A los 26 años me casé. 

La justicia determinó que Alberto fue fusilado el 2 de octubre en la Escuela de Infantería de San Bernardo. En el Instituto Médico Legal apareció que su cuerpo había sido enterrado en el Patio 29 del Cementerio General. Sin embargo, su familia tiene dudas. Ellos piensan que sus restos pudieron haber estado en el cerro Chena y haber sido retirados por la dictadura en los años posteriores.  

Juana reconoce ser una artista por naturaleza. Es algo que la ha ayudado a sobrevivir. Hace bordados que adornan toda su casa, baila y canta cuecas. Una de sus favoritas es La Parva de Paja, una tonada clásica de la música chilena. Esa es una de las canciones que le recuerdan el amor que siente por Alberto.

Allá en la parva de paja, ¡ay!,

donde primero te vi,

quiero encontrarte de nuevo

para dejar de sufrir.

Anda si puedes,

anda si me quieres,

anda pa’ que te dis cuenta, ¡ay!,

que mi cariño no muere.

Esperando tu llegada, ¡ay!,

se me han cansado mis ojos,

será posible que no haya

mi amor dejado rastrojos.

Yo sé porqué estás distinta, ¡ay!,

y tu amor está mezquino,

comprendo la diferencia

que hay de patrón a inquilino.

Sé que no me quieres,

sé que no vendrás,

pero no sé porqué diablos, ¡ay!,

siempre te vengo a esperar.