Diciembre de 2008. Sentada frente al computador de escritorio, Javiera Guzmán tiene que tomar una decisión. Hace dos meses cumplió 18 y, la verdad, no se siente preparada para hacer clic en la página web del Departamento de Evaluación, Medición y Registro Educacional (DEMRE). La ansiedad se debe a ese segundo donde debe seleccionar su futuro: qué va a estudiar.
Elige Pedagogía.
Es 2019, más de una década de aquel día, cuando experimenta otro de esos momentos. Estudiar Técnico en Análisis de Datos.
No fue llegar y decidirlo. De alguna forma en su vida tuvo que desarrollar habilidades nuevas y poco relacionadas con lo que se tituló. Si bien trabajó como profesora en educación básica unos cuantos años, eso de los contratos fijos anuales pueden jugar malas pasadas y en 2017 quedó cesante.
Al inicio postuló a varios establecimientos educacionales, pero la suerte no estuvo de su lado.
–Me llamaban, iba a entrevistas, pero nada, no quedaba. Entonces me empecé a desesperar, en ese momento vivía con mi mamá y tenía que pagar cuentas también, el seguro de cesantía no sería eterno –relata.
Fue entonces que decidió abrir su campo y mandó su currículum a unos call center. Meses después la llamaron de vuelta. De ahí, una nueva aventura laboral al trabajar para un banco. Sus tareas eran pequeñas y más que nada resolviendo problemas de clientes, pero con el tiempo y su buen desempeño le encargaron nuevas funciones.
Ahí, cuenta, entró de a poco hasta ser contratada por la institución.
–Y bueno, han pasado años y ahora me manejo en la parte financiera, ya no tengo que estar respondiendo lo básico.
Fue en una conversación con sus colegas donde surgió la idea de volver a estudiar para potenciar su nueva carrera y, sobre todo, tener mejores oportunidades.
–Yo era profe de matemáticas –afirma con una sonrisa–, y siempre me había gustado el tema de la programación, nuevas tecnologías, y el análisis de datos se me da bien. Acá en la pega es importante ese manejo porque hay posibilidades de poder ir creciendo con mejores puestos y sueldos.
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Tener 17 o 18 años y la decisión de elegir el futuro profesional es complicado. No todos aciertan y no todos logran buenas experiencias en lo que estudiaron. Incluso hay quienes no han podido ejercer aquella carrera por la que pagaron.
Es un escenario difícil y por el que desde hace un tiempo se observa como opción dar un vuelco en la vida profesional y estudiar otra cosa: algo por vocación, por dinero o porque ya se trabaja en un determinado sector o industria.
–En Chile nuestro sistema de educación superior es más tradicional y se suma a esta idea de que la vida es colegio, universidad y después trabajo, un lineamiento que obliga a las personas a elegir muy temprano sus futuros y la gran mayoría no siempre sabe qué hacer y menos sobre especializarse –explica Carlos González, investigador del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) y académico de la Facultad de Educación de la Universidad Católica.
Bajo esos factores no es raro pensar en equivocaciones. Si hace décadas era más complejo cambiar de profesión, hoy se ha vuelto una alternativa. “Hay una mayor claridad vocacional ya que cuando salieron del liceo estudiaron algo de lo que no tenían mucha idea respecto al campo laboral. Con mayor edad y madurez ahora sí pueden dedicarse a lo que les llama la atención”, argumenta el académico de Psicología de la Universidad de Magallanes, Eduardo Pino.
¿Qué dicen los datos? De acuerdo con la plataforma Mi Futuro, del Ministerio de Educación, entre aquellos de 30 a 34 años, la matrícula de pregrado 2023 creció 2,2% en comparación al año anterior; y entre los de 35 a 39 años un 7,7%.
Sobre el tipo de institución, los mayores de 30 prefieren los institutos profesionales: el 54% de quienes tienen entre 30 y 34 años y el 59% entre 35 y 39 años optó por estos; mientras que en esos mismos rangos, un 31% y 27% se inscribió en una universidad.
Se trata de un fenómeno que se inserta también dentro de los cambios que ha tenido, y sigue experimentando, el mundo laboral: los trabajos ya no duran décadas y la tecnología juega un rol fundamental. Esto lleva muchas veces a que “la gente tenga que estar entrando y saliendo de empleos y teniendo que aprender cosas que nunca le pasaron en la universidad”, dice González.
Si antes una persona podía trabajar toda su vida en el mismo puesto, hoy existe mayor precarización, menos contratos fijos para tareas específicas, y para “navegar las condiciones laborales” se necesitan nuevas herramientas, más cuando incluso los conocimientos se vuelven obsoletos.
Víctor Orellana, subsecretario de Educación Superior, comenta que el factor más relevante para decidir volver a un aula está en las mayores exigencias laborales como certificaciones formales o el desarrollo de nuevas competencias. “Esto hace que tanto técnicos como profesionales requieran acreditar niveles más altos de estudio, especialmente si desean progresar en sus lugares de trabajo o acceder a posiciones de alta demanda”, detalla.
Otra diferencia con panoramas anteriores es el aumento de las opciones, tanto en términos de programas como modalidades. Hoy, no solo se puede soñar con estudiar en el extranjero: mediante una buena conexión a internet se puede lograr.
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A Carla Valenzuela (32) le gustan los libros, los museos y la restauración.
Esos intereses fueron el empujón que necesitaba, hace unos años, para estudiar Técnico en Bibliotecología y Documentación. Hizo sus prácticas, pasó por museos, centros de documentación e incluso un voluntariado, especializándose en el tema de las referencias académicas y el trabajo bibliotecario.
–Es una carrera muy linda –reconoce, aunque siempre existen los ‘peros’. En su caso hoy trabaja en un colegio público donde se ha topado con una experiencia que la ha decepcionado: ha pasado de tener que inventarse objetivos a cumplir funciones que no son de su rol pues lo que estudió no ha podido ejercerlo aún trabajando en la biblioteca del colegio.
–Aquí hago un porcentaje muy chiquitito de lo que podría en otros lados de lo que estudié. Entonces, claro, es bonita la pega, los cabros son simpáticos, pero me gusta el tema de referencias, de investigación, catalogar y aquí lo único que puedo hacer de todo eso es catalogar. Que es la nada misma –advierte.
Explica que trabajar en el sistema público, en centros documentales o, incluso, en la Biblioteca Nacional, se ha vuelto difícil y competitivo, y las otras bibliotecas en general tienen pocos recursos. “Es una cuestión de que no hay para dónde ir y esa es una de las razones principales por las que decidí estudiar otras cosas”, afirma.
Así es. Tomó la decisión durante inicios de este año, buscar un nuevo camino y hace unos meses comenzó un curso de Marketing y Social Media en modalidad online desde un instituto argentino. Pasó un buen tiempo revisando páginas y páginas hasta toparse con una gran cantidad de oferta, en especial de países como España, Argentina y México. El curso, además, tiene una duración de tres meses y un costo de unos $80 mil pesos chilenos, por lo que decidió hacer la inversión.
Sus nuevos estudios se complementan con el Instagram que puso el año pasado para vender joyas, aros, anillos y collares, por lo que entender de marketing le servirá para mejorar sus ventas.
–Me gusta esa área también, he hecho pequeños trabajos como community manager entonces entiendo algo de métricas, pero me faltaba conocer más de marketing y el próximo año quiero estudiar Comunicación en Modas para ver si puedo ir creándome un camino por ese lado –cuenta.
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En las páginas web de las universidades no solo se pueden encontrar muchos programas, sino que también nuevas modalidades. Ya no solo se puede sacar adelante una carrera yendo de manera presencial, ahora se puede estudiar mezclando la presencialidad y lo virtual o netamente hacerlo de manera remota.
El subsecretario Víctor Orellana dice que si bien las opciones de estudio venían en alza, la pandemia cambió la visión, muchas veces negativa, de algunas modalidades por su alta implementación durante esas largas cuarentenas. De ese modo, la oferta tanto híbrida como a distancia se ha expandido de manera notoria “de la mano de la popularización y aceptación de la experiencia de estudio remoto. Esto facilita enormemente las posibilidades de formación de personas que deben compatibilizar sus estudios con el mundo laboral e incluso familiar”, añade.
Los datos de Mi futuro muestran que más del 70% de los matriculados este año en programas a distancia tiene 30 o más años.
–Es positiva la implementación de tecnologías que ha ofrecido nuevas soluciones para estudiar, en especial con precios más económicos y para quienes viven en lugares más apartados, pero es importante que mantengan la calidad educativa y que no sean solos cartones –dice Sergio Celis, investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile.
No solo existen nuevos modos, ya que por las demandas del mercado y la creciente competitividad, han surgido programas que “no llevan a un título académico, pero sí permiten certificaciones. Estamos viendo micro credenciales, por ejemplo, que son espacios formativos más cortos y sirven para aprender cosas precisas que están teniendo un auge”, señala.
Estudiar una carrera, además, ya no es solo en la dicotomía diurna o vespertina, pues los denominados Advance se han consolidado. Son formaciones de menor duración pero que también conducen a un título universitario.
Su foco está en un perfil de estudiante que se encuentra ya inserto en la vida laboral y que, por alguno de los tantos factores, ha decidido estudiar una carrera: alguien que salió del colegio sin entrar a la universidad, personas con títulos técnicos, o cambiar de rumbo. “Son adultos con experiencia laboral y que han avanzado en sus vidas, entonces se trata de programas pensados en compatibilizar el trabajo, la familia y la vida personal para que no se dediquen solo a los estudios”, explica Pedro Briones, director nacional de Admisión y Difusión Advance de la Universidad San Sebastián.
Nuestro sistema de educación superior es más tradicional y se suma a esta idea de que la vida es colegio, universidad y después trabajo, un lineamiento que obliga a las personas a elegir muy temprano sus futuros.
Una decena de instituciones cuenta con este estilo que observa un aumento en sus matrículas, en especial para carreras del área de economía, negocios y tecnologías.
¿A qué se debe? A juicio de Briones, hoy los jóvenes salen de la universidad pensando en sacar un postgrado, “así que te encuentras con adultos que tienen que competir con eso, con profesionales más capacitados; se tienen que poner al día con los conocimientos”.
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Su primera opción había sido Derecho, pero el puntaje no le alcanzó. Mónica Farkas (34) se terminó matriculando en Periodismo en la Universidad Austral. Algo que hasta hoy la frustra es que la lista de Derecho corrió y si hubiese postulado, sí habría sido seleccionada.
Las cosas como eran, estudió Comunicación Social ya que también le atraía. “Sentí que podía ser una carrera que podría gustarme y que no tendría matemáticas”, se ríe. Al terminar, trabajó en el Diario Austral de Valdivia donde tuvo una grata experiencia pues al ser una región pequeña, el medio se convertía en una ventana para ayudar a la comunidad. Después de un tiempo viajó a Santiago donde se sumó al equipo de un diario nacional.
El sueño frustrado la seguía. Eso y mejorar su situación económica.
–Pospuse estudiar Derecho porque me enamoré del periodismo, pero en 2016 decidí matricularme. Es una carrera con la que puedo ayudar a muchas personas desde la vereda del conocimiento que uno adquiere sobre las leyes. Otro factor no menor es la estabilidad salarial. Los que somos periodistas sabemos que hoy el ámbito laboral es difícil, sobre todo para aquellos que nos desarrollamos en prensa.
La modalidad que eligió fue vespertino, lo que ya era una dificultad por sí sola. Como se trataba de una carrera de mayor costo, la única manera de pagarla era trabajando. Las clases comenzaban a las 19 horas y terminaban más allá de las 22.30 horas de lunes a viernes. Cansador y bastante esfuerzo mental, laboral y “donde sacrificas muchas cosas para un objetivo mayor. Muchas veces usé mi horario de almuerzo para dormir, porque la noche anterior me quedé hasta las 4 am o simplemente pasaba de largo para estudiar para un examen”, cuenta.
Hoy, con la carrera finalizada y haciendo un recorrido de todo lo que vivió, afirma:
–Puedo decir que es una decisión que volvería a tomar. El esfuerzo sí vale la pena y no cambiaría ningún episodio y sacrificio porque hace que valores aún más lo que consigues.
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Luis Mota (32) se graduó en Venezuela de Estudios Políticos y Administrativos, lo que acá sería equivalente a Ciencia Política. Siempre le habían gustado los temas de orden político y social, así que se dio, en sus palabras, el match perfecto. Se enamoró de su carrera, pero al llegar a Chile se topó con un problema: la validación de sus estudios.
–Legalizar y apostillar la documentación de Venezuela es un proceso engorroso, es difícil, es burocrático y bueno, al principio teniendo esa gran traba era muy poco probable que yo ejerciera acá –sostiene y añade que–, es una barrera para entrar sobre todo al sector público.
Si antes una persona podía trabajar toda su vida en el mismo puesto, hoy existe mayor precarización, menos contratos fijos para tareas específicas.
En ese escenario es que decidió estudiar algo nuevo, que también le interesara y eligió Ingeniería Comercial porque le entrega “conocimientos disciplinares que me permitan trabajar en uno o en otro sector, privado y público”, junto con facilitarle especializarse a futuro.
Especializarse, encontrar rumbo, cambiar de camino. Los especialistas en educación hablan de una “ecología de aprendizajes” donde hay distintos roles educativos y no solo universidades y educación tradicional, a lo que se suman nuevas modalidades porque “la pandemia demostró que no siempre necesitamos ir a un lugar a aprender sino que se pueden hacer cosas a distancia”, afirma Carlos Gonzáles del CEPPE UC.
Un tema que se convierte en reto es garantizar la calidad de la formación, más allá de los niveles o modalidades. “Debemos abordar estos desafíos con una perspectiva integral, con mirada de sistema y orientación estratégica de mediano y largo plazo”, indica el subsecretario Víctor Orellana, quien añade que se diseña una agenda de modernización de la educación superior que permita idear “las bases de política pública para un sistema articulado y coherente, que incentive la colaboración entre instituciones y esté fuertemente vinculado con las prioridades estratégicas y productivas del país y sus territorios”.
Para Sergio Celis del CIAE de la U. de Chile el estudiante tradicional ahora comparte sala con perfiles de distintas trayectorias de vida. Un fenómeno cada vez más notorio en Chile y que se debe visibilizar porque se entrelaza con las transformaciones sociales, económicas y tecnológicas que se atraviesan. “Hay que navegar un mundo que es más complejo desde el punto de vista del trabajo donde te piden una actualización continua”, dice.
Hay una distinción generacional, una nueva noción de lo que se conoce como proyecto de vida y donde “es más importante que lo que estudio, la educación, sea en pos de las metas propias”, plantea Celis. Que la carrera no defina a una persona ni a su futuro.