Este año, Netflix estrenó el documental “Mon Laferte, te amo”, en el que la cantante y compositora chilena radicada en México contó detalles íntimos sobre su vida.
Y entre las vivencias que relató sobre su camino al éxito artístico, hubo una que remeció la memoria colectiva de Chile: la denuncia contra el productor musical del recordado programa Rojo, Fama Contra Fama.
"Después de que empecé a avanzar y me empezó a ir un poquito mejor (en Rojo), llegué con mis canciones, porque me dijeron 'vas a grabar un disco' con el productor 'musical' Jaime Román, que ni siquiera eran buenas, pero las hubiera escuchado por lo menos, pero no quiso escucharlas y era horrible”, recuerda Mon en el documental.
“Cada vez que lo veía me estaba acosando. O sea, estamos hablando de los 5 años que duró el programa. Eso, para mí, fue lo peor que me pasó en Rojo”, dice Mon.
Jaime Román Canales, médico de profesión, encontró en su afición por la música una inesperada ruta laboral y un camino fructífero hacia puestos de poder en la televisión chilena.
Nacido en 1943, Román vivió varios años en México, donde se hizo amigo cercano de Gustavo Sánchez, ex manager de Chayanne. Pronto tuvo la oportunidad de codearse con artistas tan importantes como Juan Gabriel y Emmanuel, y se forjó la fama de ser un hombre con muchos contactos en la industria de la música latinoamericana.
Cuando regresó a Chile, fue nombrado director de MúsicaVisión, empresa que se encargaba del área discográfica de ChileFilms. Con esas credenciales, no tardó en llegar a TVN para asesorar las producciones musicales.
Básicamente, de él dependía qué artistas y cuál canción pasaba por las pantallas del canal estatal. Y desde posición de creciente poder, Jaime Román terminó siendo decisivo respecto a quién podía triunfar en el mundo del espectáculo en Chile.
El productor estuvo detrás del éxito de ventas de las bandas sonoras de teleseries como Estúpido Cupido, Pampa Ilusión y Floribella, que fueron todo un fenómeno cultural durante ese periodo y que aportaron cuantiosas ganancias para el canal.
Pero su máximo nivel de influencia lo logró como ejecutivo del área de Nuevos Negocios en TVN entre 2002 y 2008, mientras se emitía Rojo, Fama Contra Fama.
Este programa reunía a jóvenes con talento para el canto y el baile, en su mayoría adolescentes y algunos de ellos de no más de 13 años edad, como María José Quintanilla y Nelson Mauricio Pacheco, e incluso niñas de 6, como Christell Rodriguez.
Rojo fue un éxito de sintonía desde su primer capítulo, emitido a comienzos de diciembre de 2002. En su mejor momento, llegó a marcar sobre 40 puntos de rating y a vender más de 1,5 millones de discos dentro del país.
Jaime Román Canales jugó un rol clave en Rojo y en otros espacios posteriores que realizó el canal estatal, como Factor X o Cabaret Burlesque.
Estos programas trabajaban, principalmente, con jóvenes de clase media que buscaban una oportunidad en el mundo artístico, y que pasaban largas horas en el canal preparando sus actuaciones; jóvenes que expusieron sus sueños y vulnerabilidades en cámara, bajo las luces y el maquillaje.
Precisamente, eran el tipo de personas que Román buscaba tener cerca y, en lo posible, bajo su control.
Todopoderoso
El éxito de Rojo hizo que el nombre de Jaime Román Canales comenzara a sonar familiar para la opinión pública. A menudo era mencionado en el programa, y era requerido por la prensa.
Cuando en 2004 diversas voces cuestionaron al programa por el recordado episodio del “dolor de guatita” de la cantante infantil Christell, el entonces productor señaló que la niña debía recuperarse pronto de una apendicitis para entrar a grabar su disco.
“Hay que aprovechar el fenómeno mediático”, aseguraba Jaime Román a El Mercurio, alegando que “no es justo que organismos como el Sename se preocupen de las excepciones. Comienzan a exigir cosas justo cuando a una niña le va bien”.
“Jaime Román era como un todopoderoso en ese tiempo. Con un llamado te podía cambiar la vida. Y hombres con ese nivel de poder suelen convertirse en depredadores (...) Tenía una varita mágica, que si te tocaba, podías sacar un disco y levantar tu carrera”, declaraba al respecto Natalia Fairlie, ex concursante de Rojo, en un reciente reportaje de The Clinic.
El poder de Jaime Román como hombre fuerte de la industria musical se hizo sentir en niveles aun más complejos, ya que utilizó su influencia para concretar actos de acoso sexual contra mujeres jóvenes y adolescentes del programa, que, por asuntos de trabajo, se vieron obligadas pasar por su oficina.
"Es fácil (trabajar con los chicos de Rojo) porque tú los guías. Creen en ti y hacen lo que tú quieras", decía sin tapujos Román en declaraciones que rescató La Cuarta.
¿Cómo enfrentó esta situación la joven Mon Laferte? Ella responde en la película: “Muy inocentemente fui y hablé con el director del programa por primera vez y les dije 'miren, estoy teniendo acoso de parte de Jaime Román. Yo quiero salirme' y me dijeron 'sí, te vamos a ayudar. No sabíamos esto de Jaime. Qué terrible, jamás lo hubiésemos imaginado. Y yo me sentí ganadora, pero no pasó absolutamente nada. Nada."
Las denuncias
La propia Myriam Hernández tuvo la mala suerte de toparse en su juventud con el ex productor. “En una reunión que tuvimos de tomarnos un café, me tocó la pierna”, relató la cantante en un podcast viralizado en X, tras las denuncias de Laferte.
Gracias a esas mismas acusaciones, la comunicadora Daniela Aránguiz, también habló sobre un desagradable episodio que vivió con Jaime Román, cuando solo tenía 17 años y era parte del extinto programa juvenil, Mekano.
“Vente a Rojo, yo te hago más potente que las Cocoteras”, le dijo Román. Pero aquí tenemos otro tipo de precio (...) En Mekano también pasan estas cosas, yo sé que tú me puedes entender“, le dijo antes de también tocarle la pierna.
Solange Grassi, ex concursante de Factor X, aseguraba en 2012 en el programa Mentiras Verdaderas, que Román la citó para advertirle “si quieres tener la reunión con este sello discográfico, tienes que pasar por mí. Cama, fama”.
Ese mismo año algunas figuras de Rojo como la ya mencionada Monserrat Bustamante, María Jimena Pereyra, Daniela Aleuy y Maura Rivera reaccionaron e increparon al productor, respecto a acusaciones aún más graves.
Ellas acusaban que Román ponía en una posición de peligro a las niñas y adolescentes que trabajaron en Rojo, con quienes forjó una relación casi paternal de la que él se jactaba.
Comenzaba así a conocerse el mal uso que el productor le daba a su influencia dentro de la industria, y se empezaba a hacer evidente su ignorancia acerca de la música. Como señalaba Mon Laferte, “no sabía ni tocar el timbre”.
Durante el periodo en que trabajó en Rojo, se acusó a Román de robar los derechos de autor de canciones en las que él no participaba y de no pagar los derechos conexos a quienes sí se encargaban de crear las canciones para los artistas, como los músicos Hugo Zahary o Leandro Martínez.
En 2012, el compositor Yerko Triviño contaba que “él va succionando porcentajes y se arroga autorías que no son suyas. Es una sanguijuela”.
Delitos e impunidad
En noviembre de 2012, Jaime Román fue mencionado entre las 16 personas involucradas en una red de prostitución de menores que operaba en Santiago Centro. Las escuchas telefónicas de la PDI demostraron que él había sido uno de sus clientes frecuentes desde el año 2008.
En ese entonces, aún era el “Tïo” o “Papi” Román en Rojo, y a sus 69 años, y mantenía relaciones sexuales con las niñas más jóvenes de esa oscura red.
Fue una de esas escuchas telefónicas la que dio origen a la llamada "Operación Heidi". En el marco de una investigación por narcotráfico, la PDI encontró conversaciones en las que una de las regentas contactaba a un traficante, quien le comentaba que "Jaime" (Román) quería juntarse con una menor y recibir un "regalito" (cocaína).
Durante las jornadas de formalización, una de las víctimas declaró que "a Jaime Román le tuve que decir que era menor" de lo que realmente era. Esto considerando que las niñas explotadas tenían entre 15 y 17 años de edad.
Los diarios de la época daban cuenta cómo el ex productor de Rojo instalaba relaciones de dependencia y poder con las sobrevivientes de explotación sexual, pagándoles aparte sumas de dinero mucho más altas de lo que recibían por parte de los proxenetas.
“(Román) Me pagaba aparte y en una oportunidad me hizo giros en mi cuenta por $150.000”, explicaba una de las víctimas en las declaraciones leídas por la Fiscalía durante las primeras audiencias del caso.
Cabe mencionar que, en general, los abusadores pagaban entre $50.000 y $100.000 por encuentro; sin embargo, a las menores, quienes venían de comunas y familias económicamente vulnerables, “nunca les pagaban más de $15.000”, según confirmó la investigación.
Durante el proceso, la hermana de una de las víctimas contaba cómo el destape del caso llegó a empeorar las cosas en su vida y que tenían mucho miedo de las consecuencias: “La tienen amenazada. Yo la voy a mandar al sur (...) si uno no denuncia esto va a seguir pasando y ellos (los 16 involucrados) van a salir de la cárcel”.
La muchacha tuvo razón. Jaime Román nunca entró a la cárcel. Logró un juicio abreviado, en el que reconoció su culpabilidad en el delito de obtención de servicios sexuales de seis menores de edad.
Ese pequeño y forzado gesto de responsabilidad le valió una pena de cuatro años de libertad vigilada, pese a que un informe de Gendarmería aseguraba que era incapaz de seguir un tratamiento de reintegración social en libertad.
El documento, que reveló Emol, advertía sobre su poca capacidad de controlar impulsos, su disminuida empatía y su escasa capacidad de introspección, las cuales limitaban “la posibilidad de considerar las características negativas en su persona y de elaborar juicios críticos respecto de las consecuencias de su conducta".
Cuando uno se sumerge hoy en los buscadores de internet, Jaime Román Canales solo existe por estas historias que salen a la luz cuando alguna de sus víctimas, con el suficiente alcance mediático, lo nombra.
Sin embargo, más allá de eso, no se encuentra ninguna huella de su persona. Parece que no hubiese existido. Como sí el enorme poder del que profitó y abusó, y los delitos sexuales que cometió, fueran solamente una piedra incómoda en la historia de la industria televisiva chilena.