Cuando Eliezer Budasoff estaba por terminar el segundo año en una escuela de la base aérea de Paraná, una profesora de Literatura lo llamó al terminar una clase y le pregunto qué hacía ahí. Quiero ser piloto. ¿Vos estás seguro? Pensalo bien. Eliezer lo pensó: se cambió a una escuela técnica menos exigente y así tuvo más tiempo para leer. A medida que leía, que se acercaba al periodismo se dio cuenta de dos cosas: 1) con el periodismo podía vivir de la escritura; 2) con el periodismo se gana menos que como técnico bobinador de motores.
En 2011 dio el batacazo: ganó el premio Nuevas Plumas con la increíble historia de Nahuel Maciel, el periodista fabulador. Se le abrieron las puertas de Etiqueta Negra, Soho, Emeequis, Letras Libres. Y Anfibia.
Diamante, el pueblo donde nació Budasoff, tiene 600 manzanas y queda a 45 kilómetros de Paraná, la capital de Entre Ríos. A los 19 años, Budasoff empezó a escribir en el Semanario Análisis. Todavía lo hace: firma en la contratapa con tres nombres diferentes. También escribe crónicas en el Diario UNO y colabora en La Capital de Rosario, donde hoy vive.
En 2009, cuando dejó todo para hacer un largo viaje, tuvo que elegir tres libros porque no podía llevar mucho equipaje: Franny and Zoey, de J.D. Salinger (“una especie de biblia para místicos sin religión”), Hablemos de langostas, de David Foster Wallace (“lo elegí por la mirada y la escritura: es uno de mis cronistas favoritos”) y En la Patagonia, de Bruce Chatwin (“uno de los mejores escritores de viajes que haya leído”).
Budasoff tiene una rara costumbre: cena poco y, antes de dormirse, imagina algo sabroso para desayunar al día siguiente.