A Marcela Alemandi escribir le cuesta horrores, pero le encanta.
Decía Dorothy Parker: "Odio escribir, pero amo haber escrito".
Marcela nació en Buenos Aires, creció en Entre Ríos y hace quince años que vive en Rosario. Desde chica le gustó leer, leía todo lo que podía. Nunca tuvo una biblioteca, pero en su casa había libros en los muebles de la cocina, libros en las mesas del living, se prestaban y se perdían.
Estudió letras. Antes de eso, escribía más. “Esa carrera expulsa, más que incentivar, la escritura creativa, así que tardé varios años en retomar el hábito”. dice.
Vivió un tiempo en el norte de Francia, en un lugar donde nunca sale el sol, y a veces extraña el Camembert, el pan y el frío.
También viviòó en Italia, en un pueblito en el medio de los Alpes, y a veces extraña el Pand'oro y hundirme en la nieve hasta las rodillas. Viajó por Europa y América Latina, y a veces extraña la sensación de alerta y maravilla de estar en un lugar nuevo y desconocido.
Estudió muchos idiomas: le sale fácil y se ganó la vida como profesora y traductora.
Hace tres años empezó un proyecto propio de talleres literarios y de escritura en español e inglés que va a los tropezones, pero siempre avanti. Trato de escribir todo lo que puedo y publicar donde me dejan.
La apasionan la política, nacional e internacional, el cine, el teatro y la música. Es feminista "avant la lettre" desde que era chiquita, y cada vez más. Lo que más me gusta en la vida: comer chocolate, viajar, hablar y leer.
Tiene un Edipo mal resuelto, muchos libros y una gata-hija, que se llama Sofía y a la que todo el mundo le tiene miedo, justificado, aunque con ella sea puro amor y ronroneos.