El descubrimiento es reciente. De no más de 10 años atrás.
Recuerda que debió ser en cuarto básico, en una escuela de Viña del Mar. Abrieron un taller de periodismo y Montalva sin pensarlo mucho se inscribió. Era los martes por la tarde, después de clase. La tarea del grupo era mantener un diario mural con informaciones sobre efemérides, en aquellos años, marcadas por lo militar. Combates , “días de” y personajes que aparecían tan alejados a las vidas infantiles como las causas, los significados profundos y los ecos de tales hechos.
Pero ese tipo de cuestiones Montalva las piensa ahora, que anda por los 40, y mira por el retrovisor buscando señales. Aunque siempre detecta un velo, entremedio. A veces, dos o tres.
¿Qué lo llevó a ese taller? Montalva escudriña en su memoria. Quizás el placer de escribir. De contar una historia. Como cuando le cambiaba el final a algunos cuentos que leía. Y, todavía más: De entrevistar a otro y luego exponer esa conversación. Ingresar, por un rato, a otra existencia para preguntar y escuchar. Seguramente eso lo llevó a insistir: Los 4 años restantes de educación básica y los de secundaria reincidiría en los talleres de periodismo. Luego vino la universidad y la profesión pero esa ya es otra andadura.
En ese pasado se puede rastrear algo más (y esto es otro descubrimiento). Con unos 7 u 8 años, Montalva confeccionaba, en algunas hojas de papel oficio, pequeñas revistas o periódicos, escritos y dibujados con lápiz pasta bic, con algunas noticias inventadas y otras verdaderas. Estos ejemplares únicos (pues el niño entendía que para lo otro requería una imprenta), con nombres tan extraños como El Danubi o revista La Pasta, se los mostraba luego a sus familiares o sus compañeros de escuela, quienes lo animaban o criticaban -en ocasiones, aviesamente- por lo escrito. “Te vas a meter en problemas”, le decía su madre una vez, cuando años después, junto a compañeros del liceo realizó un semanario donde ridiculizaba profesores y sacerdotes.
Es decir, Montalva tenía una doble militancia. Estaba el taller, con una agenda temática más o menos definida pero donde había espacio para algunas aventuras, y le agregaba otra faceta -podríamos llamarla- más autónoma; de autoedición y elección personal de temas. Era la acción sin tener conciencia -aún- de motes como independiente, free lance, hazlo tú mismo, fanzine o revista alternativa.
El hombre cree que esto se ha mantenido hasta hoy. Los ejemplos se le amontonan en la mochila. La revista Ciudad Invisible, de Valparaíso (2001-2008), de la que fue uno de sus fundadores. O las colaboraciones en medios chilenos como Punto Final, El Ciudadano, The Clinic o en Sudestada, de Argentina. Montalva se extravía en la interpretación. No quiere interrogar el pasado si no que constata lo caminado. Con la bicicleta de antaño quiere seguir en la ruta.