“No te lo dicen, no avisan. Me enfurece”, escribe Mariana Enriquez, al inicio de “Metamorfosis”, un cuento en que la protagonista comienza a ver en su cuerpo los primeros signos de la menopausia: “La piel se seca, la grasa se acumula en las caderas y las piernas y el vientre, la celulitis se acentúa de un día para el otro, ese pelo muerto que es la cana resulta imposible de domar”.
Envejecer, si eres mujer, se parece a una pesadilla. O a una película de terror.
Esa es la premisa de La sustancia, la película del momento, que se odia o se ama, sin punto intermedio.
Dirigida y escrita por la francesa Coralie Fargeat, la cinta ganó el premio a mejor guion en el Festival de Cannes y tiene como protagonista a Demi Moore, en el rol de Elisabeth Sparkle, una actriz que alguna vez ganó el Oscar y que ahora se enfrenta a la cruel realidad de la industria del espectáculo para las mujeres sobre los 40.
Elisabeth sobrevive como rostro de un programa de ejercicios, hasta que de un día para otro la despiden. Ahí empieza su calvario. Hasta que tras un accidente de auto se topa con una solución a su drama: una desconocida sustancia que promete devolverle la juventud perdida.
El precio a pagar, eso sí, será alto. Desde su espalda nace una suerte de doble, Sue (Margaret Qualley), joven, guapa, ambiciosa y deseada por todos. Para que el experimento funcione, las reglas de la sustancia son draconianas. Mientras una vive, la otra debe dormir una semana. Por supuesto, pronto todo se va al carajo, al igual que la película.
La presencia de Demi Moore, ícono erótico del cine de la dácada de los 90 en títulos como Una propuesta indecente (1993) y Striptease (1996), es una apuesta y una declaración de intenciones por parte de la directora. “Quería hablar de lo difícil que es aceptar el paso del tiempo, el mito de Dorian Gray llevado a todos los niveles. Hablo de edad, pero también de no aceptar la idea del cuerpo perfecto”, ha dicho Coralie Fargeat. Y como su película quiere denunciar la violencia con que el cuerpo de la mujer es juzgado y criticado, su opción estética recurre al body horror, con todo el gore y la sangre propios de este género.
El resultado es tan repulsivo como decepcionante. Coralie Fargeat tiene oficio y formalmente la película es impecable, especialmente en la parte de Sue y esos planos que la muestran como un objeto erótico alienado por la industria. Pero La sustancia es una fábula sin personajes, donde abunda la caricatura, como el ejecutivo de la televisión (Dennis Quaid), depredador y tiránico, que se llama Harvey (como Harvey Weinstein, claro).
Y pese a que la sombra de David Cronenberg planea a lo largo de toda la película, esta revisión del mito de Dorian Gray no tiene la espesura ni la ambigüedad de su cine. El mensaje es tan obvio como el narcisismo de Elisabeth.
Lo mismo sucede con las múltiples referencias cinéfilas, desde Kubrick a la más evidente, la Carrie (1976) de Brian De Palma y, la más antojadiza, Vértigo (1958), de Hitchcock. Tanta abundancia se vuelve empalagosa y fútil.
La sustancia funciona más como un pastiche, una fábula aleccionadora, un dispositivo para provocar, como algunas películas que han ganado Cannes en el último tiempo. Es el caso de El triángulo de la tristeza (2022), de Ruben Östlund, una bravata culposa sobre los privilegios de clase, carente de las sutilezas de Titane (2021), de Julia Ducournau, una body horror que sí era una digna heredera de Cronenberg en su exploración de los cuerpos y la violencia.
Y sí, claro que es un triunfo que La sustancia tome a una actriz de Hollywood para cuestionar a la industria del cine y sus cánones frente al cuerpo de las mujeres. Aplaudimos a Demi Moore por atreverse a mostrar su cuerpo a los 61 años, con todo lo que eso significa (aunque ojo, sigue siendo Demi Moore, lejos de cualquier mortal de su misma edad).
Varias actrices se están atreviendo a sacar la voz, como Naomi Watts, quien tras recibir el diagnóstico de menopausia precoz, ha convertido el tema en una cruzada y pronto publicará un libro con título tan largo como rotundo, Me atrevo a decirlo: todo lo que desearía haber sabido sobre la menopausia.
El final de La sustancia, a lo Carrie, es lo suficientemente gore para que parte del público se tape los ojos o algunos abandonen la sala de cine (soy testigo, no me lo contaron). Francamente, no sé si eso es lo que necesitamos para hablar más de estos temas. Porque, ¿en serio esta va a ser la película para que discutamos sobre la violencia que se ejerce sobre el cuerpo de la mujer? Yo prefiero quedarme con Mariana Enriquez y con la directora que adapte su “Metamorfosis”, y que le haga justicia a su lúcido epígrafe, una cita de Sonia Budassi en Animales de compañía: “El cuerpo no es un castigo: el castigo es que se hable tanto de él hasta que duele tenerlo”.