Al contrario de lo que muchos creemos, José Luis Pardo Veiras piensa que, a veces, lo mejor no es viajar, ni hacer una buena crónica, ni leer un gran libro y ni siquiera juntarse con la familia. Lo mejor que le pasó esta semana fue poder dormir. En 2011 se mudó a México y empezó a viajar escribiendo con dos colegas, una de ellas, su coequiper en esta crónica. Ahora están en Brasil.
El objetivo de la odisea periodística es ahondar en ciertos nudos que terminarán en una serie narrativa sobre narcotráfico y crimen organizado a nivel continental. No sabemos por qué llamaron Dromonamos a ese proyecto que es, según cuentan, una especie de agencia de crónica y reportajes ambulante. Pero nos consta que José Luis nació en Coruña, España, en Galicia, en 1985. O sea: José Luis Pardo Veiras es gallego. Sabe que su procedencia contribuye al acervo cultural más importante de chistes en América Latina. Y le pone el cuerpo. Empezó a reportear en su ciudad natal hasta que le quedó chica. Después de tener su título en Compostela, cursó el master de Periodismo de el diario El País. A veces es indeciso y piensa largo tiempo en cuál es su libro favorito hasta que termina largando tres bien pesados: Los hermanos Karamazov, El Extranjero y Guerra y Paz. Es que desconfía de aquellos que sueltan verdades absolutas y cree que cada quien tiene una historia enorme que contar.
Como cronista sus pequeñas historias sin verdades absolutas se publicaron en medios como Gatopardo, Emeequis, Esquire México, Revista Domingo del Universal México, El País, IDL-Reporteros, Animal Político y Plaza Pública. Cuando tenía 11 años leía la prensa y pensaba que los tipos que escribían sobre cómo funcionaba el mundo eran personas muy respetadas y con mucho dinero. Al tiempo se dio cuenta de que estaba equivocado pero no le importó. Era demasiado tarde: hasta unos bichos que cualquiera aplastaría con el pie lo capturaron: pensó que ellos también podían tener una historia enorme para contar.