Ensayo

Bibliotecas, editoriales e iniciativas populares


¿Chile no lee porque los libros son caros?

Se repite a menudo: “el libro es para la élite”, “lxs jóvenes no leen”, o una explicación simplista, “en Chile no se lee porque es caro”. El autor de este texto, bibliotecario, desmitifica esas creencias. Hay un deseo profundo por leer en el país. Sí es posible hacerlo en Chile. Sí es posible ir más allá y confiar en el desarrollo del pensamiento crítico de nuestra comunidad.

En el segundo año de universidad, por el 2006, se reiteraba en cada clase la terrible crisis del libro, el internet como competencia directa y el poco auspicioso futuro de nuestra profesión. Habitando esa distopía actual, en la que nuestra vida digital es casi tan relevante como la biológica y la posverdad carcome las democracias, los bibliotecarixs debemos acostumbrarnos a que cada cierto tiempo vuelve ese temor indecible: la muerte del libro impreso. A pesar de esto escribo con la mochila cargada de ellos, aferrada a la espalda como un paracaídas de esperanza, que sustentan su existencia en el valor - aunque parezca paradójico -, humano que alberga y resguarda en sus páginas. A este enunciado le acompañan tantos otros que forman parte de una mitología de la no lectura: “Lxs jóvenes no leen”, “el libro es para la élite”, “no hay tiempo para leer” y “en Chile no se lee porque es caro”.

Al contrario, mi experiencia ha estado cargada de la brillante y profunda fortuna de ver florecer en sus manos y en sus voces el deseo de leer en cientos de personas, sin mayor pretensión que la de animarse a romper la imitación constante de esos caminos ya trazados, para luego de leer, imaginar los propios. Aunque el dinero no es suficiente moneda de cambio, predisponer nuestro cuerpo frente a la portada de un libro es un sacrificio de lo que fuimos, para recibir lo desconocido e impredecible. Leer es siempre un peligro, pero rechazar la lectura es descartar la posibilidad de cambiar la velocidad del mundo, abandonar el intercambio gratuito de las palabras, inhibir la empatía como ventana, reducir la puesta en común. 

Rechazar la pérdida de la productividad en pos del placer del sin rumbo. Esta mitología, no pretende más de robarnos la posibilidad de tomar esta práctica política de resistir leyendo el mundo, para dejarnos llevar por el cómodo sendero de lo regular y suficiente. En el fondo, sospecho que las personas que enarbolan la no lectura, son las mismas que no la entrenan en su cotidianidad.

Que se sepa que en Chile 2023 existen más de 600 bibliotecas públicas y más de 10.000 bibliotecas escolares. Junto a cientos de iniciativas que acercan la lectura a espacios impensados, Como la resistente Bibliolancha de Teolinga Higueras que desde el 94' intenta con fuerza acercar los libros a las islas del Archipiélago de Chiloé junto a su familia. También han  proliferado  - con la pandemia mediante -, los clubes de lectura como punto de encuentro para compartir lo leído en colectivo. Una pregunta iniciática que lanzó en estos encuentros es ¿Qué te motivó a participar de este club?: Dice Fernanda que le motiva compartir el puro goce de leer con más personas. Y María Angélica agrega - en los audios que me regalaron en el grupo de WhatsApp del club -, que son especiales, ninguno es igual a otro y puede en ellos compartir su pensamiento, escuchar a los demás y encontrar coincidencias.

Las respuestas concretas y vitales arrojan luces de cómo nos relacionamos con el libro, las lectura y las bibliotecas. Pero rara vez tiene que ver con su precio (o al menos como la única dimensión para no leer).

Mi experiencia ha estado cargada de la brillante y profunda fortuna de ver florecer en sus manos y en sus voces el deseo de leer en cientos de personas.

Junto a las nuevas amenazas para el libro, con el Chat GPT cómo su más reciente enemigo, el aumento de los incendios alrededor del mundo que se acercan raudamente a cumplir la profecía literaria de Octavia E. Butler en su Parábola del Sembrador, y la contradictoria inflación voraz propiciada por las guerras de turno en los continentes espejos de Eurasia, Estasia u Oceanía de ese 1984 de Orwell. Con este panorama de fondo, escribo para desarmar el gran mito de la no lectura: el alto costo del precio del libro.

FORMAS DE ACCESO

Tener el deseo de leer, abundando las razones posibles, es lo que lleva a casi un millón y medio de personas a pedir libros en alguna de las bibliotecas públicas del país (Informe de Gestión SNBP 2022). La inscripción a estos espacios es de manera gratuita, el sistema es sencillo habilitar el acceso en cualquiera de sus espacios tanto presencial o digital. Sin costo.

Evadiendo para el análisis un par de barreras reales de estos espacios como sus horarios de atención coinciden ampliamente con el laboral -, o a la falta de difusión por medios masivos de este servicio; hoy podemos pedir un libro mientras usamos el Metro, en la comuna de Algarrobo o Linares, o también, en la comodidad de nuestras casas y desde nuestro móvil por la Biblioteca Pública Digital

En Chile, entonces leer puede ser gratis. Más de alguna persona indicará ¿Pero el costo del transporte? Seguro, pero el traslado al interior de una región en locomoción pública no debe en muchos casos traspasar los $4.000 pesos. Si dividimos por promedio 5 libros que te puedes llevar de estos espacios, ese monto se reduce. Falta considerar, en este asunto otra variable, a nuestras vecinas y vecinos con movilidad diferente y diversidad sensorial. Otro gran asunto por desarmar.

Ahora, cuando hablamos de poseer los libros que deseamos y levantar bibliotecas personales de los tamaños de nuestros bolsillos, debemos visitar las Librerías. La comparación obvia es con Argentina. Distamos mucho de tener una calle tan robusta en oferta como Corrientes, pero tenemos nuestro Paseo Huérfanos en el que encontraremos al menos 15 librerías (en las galerías, pasajes o en su entorno podemos sumar otras tantas). Es en estos espacios que la situación cambia y podemos encontrar libros desde $2.000 a más de $100.000 pesos. Debemos comprender que en general los libros que superan los $40.000 pesos son obras de arte cargadas de ilustraciones, de fotografías, de papel brillante y de tapas duras. Sin perdernos tenemos un gran referente: el precio promedio declarado por Editoriales de Chile ronda los $13.800 pesos.

En la pandemia se consolida la opción de las tiendas en página web o vía instagram. Librerías digitales que permiten mirar con detención y solicitar el envío a nuestras propias casas. Un costo agregado que promedia los $6.000 pesos en tiendas del país. Lo relevante de esta oferta, es que reaparecen los libros usados, muchos fuera del mercado que solo se pueden encontrar por esta vía o transitando las librerías de viejo.

Otra vía posible es la calle. Sí, las tienditas fuera de la ley que se instalan en paños de tela en las veredas o que cohabitan en las esquinas finales de las ferias libres. Sin espantarnos de la piratería, quiero traer acá todos esos libros que nadie quiere, verdaderas joyas para el deseo lector que encuentra lo que no busca entre verduras, pescados y comida callejera. Podemos encontrar libros desde los $100 o $500 pesos en adelante.

INDUSTRIA EDITORIAL

Una parte relevante de este ecosistema son las editoriales. Encargadas de la producción, recopilación, traducción, distribución y transformar las voces de quién escribe en un libro digno de sumarse a nuestra colección. En Chile, existen cuatro gremios que agrupan y relevan la diversa oferta: Editoriales de Chile (independientes, nacionales y latinoamericanas), Cámara Chilena del Libro (empresas editoriales, distribuidoras, librerías y organizaciones de venta directa), Corporación del Libro y la Lectura (Grupos editoriales transnacionales y algunas editoriales del país) y la Cooperativa de la Furia del Libro (editoriales chilenas pequeñas, tirajes acotados, con poca difusión y distribución en librerías, propuestas experimentales). 

Seguro son mucho más que las breves reseñas entre paréntesis, lo que da para otro artículo, pero para puntualizar es esencial reconocer estos gremios para entender los costos del libro. Dentro de estos la diferencia que más influye es si la editorial pertenece a un grupo transnacional o nacional. En el primer caso, los impuestos de exportación, impuesto a la gigantografía (costos de mediatización). Me atrevo a decir, que dentro de estos habitan los libros más costosos, sobre $20.000 pesos por lo bajo. Novelas de Bolaño, Marcela Serrano o Elena Ferrante. 

Que se sepa que en Chile 2023 existen más de 600 bibliotecas públicas y más de 10.000 bibliotecas escolares. Junto a cientos de iniciativas que acercan la lectura a espacios impensados

En el segundo caso, se encuentran las editoriales grandes o medianas dedicadas a los libros de lectura obligatoria escolar que tienen un precio más reducido por el alto tiraje. Pero sin duda, las más interesantes son las independientes, con catálogos breves, diversos, algunas efímeras, varias de ellas fortalecidas por sus gremios y con una mirada política del quehacer editorial que considera a las comunidades, su acceso y el mercado justo de los libros en nuestro país. Todas siempre influidas por el alto IVA al libro (19%) que desde los 70’ se trata de eliminar sin éxito. No existen ni incentivos ni estrategias que posibiliten la adquisición de libros propios sin aporte tributario.

Todavía hay hermosos derroteros. Uno de los espacios favoritos - con descuentos directos con las editoriales chilenas independientes más osadas e interesantes de nuestro país - son las Ferias del Libro, acá los gremios se despliegan para mostrar, cuál pavo real, sus mejores plumas.

EL MITO

Lo más preocupante del mito que provoca este relato sobre el precio del libro en Chile es el quiebre y la ruptura de las opciones reales que tenemos para leer, que influye de diversas maneras en el desarrollo del pensamiento crítico en nuestras comunidades. Un mito que nos aleja de leer para dudar, repensar, reflexionar, reencontrarnos y todo lo que nos pueda suceder cuando atravesamos una lectura.

Quedan otras interrogantes por resolver ¿Cuánto cuesta realmente un libro? ¿Realmente no se lee en Chile? ¿Cómo se sostiene la industria del libro? ¿Por dónde circulan los libros? ¿Cómo nos enteramos o quién nos cuenta sobre los libros? 

Sin duda podemos encontrar libros con precios que pueden representar una cuarta parte del sueldo mínimo nacional. Pero esas excepciones no pueden transformarse en la regla de cómo medimos el valor del libro. Si las bibliotecas tuvieran horarios al ritmo de las vidas de sus comunidades el préstamos sería mayor. Pero nada de esto es importante si no existe un deseo por leer, sin barreras simbólicas que nos permitan acercarnos a libros que hoy nos intimidan, sin orientaciones de las personas que trabajan en librerías, bibliotecas y ferias del libro; y sin ese mito que encubre todo lo anterior. Esa falsa idea de no leer porque el libro es caro.