Esta mañana, a las 8.30, Claudio Orrego entró al Palacio de La Moneda como flamante gobernador reelecto de la Región Metropolitana. Sonrisa y doble apretón de manos: así lo recibió el presidente. Primero, la foto -ambos con blancas camisas, relajados y cordiales-. Después, a trabajar “para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes de la región”, como tuiteó Boric
La alegría de este encuentro es evidente y tiene explicación. El gobierno salió más que airoso de los comicios de ayer, domingo 24 de noviembre: 10 de las 16 regiones de Chile van a estar regidas por gobernadores afines a sus ideas. Y entre ellas están la Metropolitana y Valparaíso, dos de las más importantes y pobladas del país.
Desde la oposición, intentaron que la segunda vuelta de gobernadores fuera un plebiscito sobre la gestión del presidente Boric. Pensaban que ese relato sería una carta ganadora. El plan no solo no funcionó, sino que el resultado electoral le dio al gobierno un alivio en momentos en que el caso Monsalve parece ensombrecerlo todo.
Algunas encuestas y analistas predecían una elección reñida. Nada de eso. Claudio Orrego triunfó con 10 puntos de diferencia sobre el candidato de la oposición, Francisco Orrego.
Con una sonrisa amplia y secundado por Tomás Vodanovic -el muy popular alcalde de Maipú y jefe de su campaña-, media hora más tarde de conocer su cómoda victoria Claudio Orrego aparecía en el escenario instalado frente a su comando. Reivindicó la colaboración con los alcaldes de todos los signos políticos (“los que me apoyaron y los que votaron por mi contrincante”) y destacó una idea central de su trabajo: “Gobernar es hacer, es traducir los sueños en acciones concretas. La política es un instrumento de transformación, de justicia y de esperanza”.
Terminado el acto, Vodanovic confirmaba las palabras del reelegido gobernador: “el pueblo de Chile sigue valorando el trabajo serio y el liderazgo responsable”, los mismos conceptos con los que él arrasó en la reciente elección municipal en Maipú.
Gobernar es hacer. Un énfasis en la gestión que hasta poco sonaba extraño en el discurso progresista; una visión pragmática que se consolida a través de las victorias electorales en las comunas de Santiago. La gestión eficaz y diligente de las autoridades resuena en las chilenas y chilenos, abrumados por la sensación de incapacidad para llegar a acuerdos que dejaron los dos fallidos procesos constituyentes.
Claudio Orrego ganó “por un efectivo despliegue territorial que contó con el apoyo de los alcaldes oficialistas que triunfaron en las elecciones de octubre como Tomás Vodanovic, de Maipú, y Matías Toledo, de Puente Alto”, indica Marco Moreno, director del Centro Democracia y Opinión Pública de la Universidad Central.
Tomando el pulso del electorado, Moreno entiende que hay un nuevo clima de época, quizás producto de la intensidad sociopolítica de los últimos años, que ubica a Chile en un lugar diferente al resto de América Latina. “Se impone una tendencia: los liderazgos rupturistas y confrontacionales no ofrecen las soluciones que las chilenas y chilenos creen que se necesitan para este momento. Después de un período de intensa polarización, marcados por los fracasados ensayos constitucionales, las mayorías ciudadanas buscan la moderación”.
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En su discurso de victoria, Claudio Orrego hizo otro énfasis. Habló de la necesidad de tener un “buen trato”, y afirmó que “podemos pensar distinto pero no somos enemigos”. Enfatizó la urgencia de terminar con las campañas de descalificaciones (“el que está al frente es una persona tan legítima como yo”) y cerró su intervención triunfal con un rotundo:
—Nunca más insultos a nadie, ¡menos a las mujeres!
Sin nombrarlo, la alusión iba dirigida a Francisco Orrego, su derrotado rival, representante de los sectores de derecha agrupados en la coalición ChileVamos, que forjó su espacio en política disparando cada noche sin descanso (“hipócritas, mentirosos, cobardes”) contra todos quienes se ubicaran del centro hacia la izquierda, con especial virulencia en el caso de los militantes del Frente Amplio.
Pero en campaña, Francisco Orrego lavó su imagen y se mostró como un candidato joven y alegre, meritocrático y agradecido de Dios.
Evelyn Matthei lo apoyó en todo modo, y horas antes del fin de la elección de segunda vuelta, sostenía que “Pancho Orrego es estudioso, disciplinado, encantador. Entiende la diferencia entre ser polemista en televisión y el rol de un funcionario público”.
Al atardecer, cuando ya se conocía la derrota de su candidato, Matthei acudió al comando a saludarlo. “Obtener el 46 por ciento de los votos es una hazaña. Lo que ha hecho Pancho nos tiene felices” declaró a los medios, antes de abrazar al candidato perdedor en el escenario, frente a los dirigentes del bloque opositor, que observaban la escena con distancia.
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En los meses previos, ChileVamos había dado prácticamente por perdida la elección de gobernador de la Región Metropolitana. “Por eso nadie de peso de la derecha, como exministros o exparlamentarios, quiso participar -señala Darío Quiroga, sociólogo y analista político de La Cosa Nostra y “32 minutos”. Lo relevante es que un candidato totalmente outsider, como Francisco Orrego, producto de un fenómeno como es el programa “Sin Filtros”, haya llegado a una segunda vuelta que por momentos pareció competitiva”.
El analista de “32 minutos” destaca la narrativa con la que Claudio Orrego posicionó su campaña: la del tipo moderado, transversal, independiente pese a su cercanía con el gobierno.
Este relato de mayor moderación se impuso e hizo recordar el fracaso electoral que sufrieron en octubre las candidaturas a alcalde de Iván Poduje, su compañero en “Sin Filtros”, que también comparte esa forma arrebatada de hacer política; y de Marcela Cubillos, notorio por sus vehemente discursos, que asomaba como favorita en Las Condes y perdió.
“Esta es una derrota importante para Evelyn Matthei”, dice Darío Quiroga, mientras visualiza en esta elección una consecuencia más de fondo, relacionada con la campaña presidencial. “Matthei tomó una decisión arriesgada: abrazar en demasía a un candidato que enfrentaba una distancia muy grande para ganar en segunda vuelta. Apostó muchas fichas y es difícil que pueda explicar que, aunque el 45 por ciento es una buena votación, es una derrota que debió haber previsto”.
“Pese a lo imaginado, estas elecciones no le permitieron a la derecha ´desplegar la alfombra roja´ de candidatos para llegar a la presidencia en 2025”, comenta Darío Quiroga. “Evelyn Matthei cometió un error táctico. Sí. Pero la derecha sigue teniendo una primera opción”, agrega.
No obstante, dice Quiroga, “ha sido tan mala la performance de la derecha respecto a sus propias expectativas que pudiera abrirse un espacio de disputas internas fuertes. El Partido Republicano está en una crisis severa y no sabemos si se va a poner a la cola de ChileVamos. Y queda un largo año para una candidata que lleva ya mucho tiempo en campaña y ha sufrido desgastes”.
Y esa fricción empezó a hacerse visible durante la misma noche de la elección. Francisco Orrego, con los dos millones de votos que obtuvo, aparece como una figura que tranquilamente puede ser elegida para un cargo en el Congreso. Pero desde su sector, Renovación Nacional, se escuchó la voz de Carlos Larraín, histórico dirigente del partido, quien señaló que Orrego “es una estrella de primera magnitud hoy” y que está decidido a apoyarlo en una primera presidencial contra la hasta ahora indiscutida candidata opositora, Evelyn Matthei, con la que ayer Orrego se abrazaba dichoso.
Los sectores de la derecha que no son afines a Matthei ven hoy una primaria mucho más cerca. Y así se entiende mejor la explícita negativa que tuvieron ayer los dirigentes de la UDI, el partido de Matthei, para tomarse la foto final con Francisco Orrego en el escenario.
“Hasta hace poco tiempo pensábamos que la alternancia en el poder, es decir, que triunfara la oposición en 2025, era un hecho casi consumado. Sin embargo -sostiene Marco Moreno-, estos resultados muestran que estamos en un escenario abierto, que hay una ventana de oportunidad para los partidos que apoyan al gobierno”.