Conmemoración
-Gracias por mantener viva la memoria, por permitirnos recordar nuestra historia -dice el presidente Gabriel Boric visiblemente emocionado.
Es lunes 28 de agosto y el mandatario está en la Universidad de Santiago (Usach) inaugurando la exposición “Por la vida… ¡Siempre!”. Lo acompañan autoridades y varios exponentes de la Nueva Canción Chilena que formaban parte de la Secretaría de Extensión y Comunicaciones de la UTE en 1973.
Pasado y presente convergen en la Casa Central de la universidad. La misma exposición iba a ser inaugurada por Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. Ese día, el expresidente iba a anunciar el plebiscito nacional como salida a la crisis política de la época. 50 años después es Gabriel Boric quien presenta una réplica de las obras originales. En 1973, el acto sería realizado con la presencia de Víctor Jara. En 2023, Ismael Oddó y Nano Stern son quienes lo homenajean. El 12 de septiembre, militares bombardearon el frontis de la universidad y destruyeron el trabajo que justamente denunciaba el fascismo con mensajes como “el fascismo en el poder olvida los intereses de las masas”, “el fascismo en el poder termina con todas las libertades democráticas” o “para triunfar el fascismo necesita dividir a sus enemigos”. Hoy, decenas de personas se encuentran para recordar esas palabras y decir “Nunca más”.
En un contexto de conmemoración de los 50 años del golpe, la mirada sobre el frontis de la universidad activaba –a través del shock visual– aquella memoria del pasado reciente que portamos gracias a lazos con personas de la época y con artefactos culturales como libros, documentales, estudios, archivos, museos, sitios de memoria y prácticas de recordación donde se ha inscrito la fotografía del edificio. Estos recuerdos conectan con las memorias de aquel balcón de la rectoría donde las autoridades se dirigían a las personas en la explanada en momentos relevantes de la Unidad Popular y que posteriormente fue destruido con artillería pesada por el golpe de Estado. A través de esta imagen en mi memoria se traslucía la versión ahora reconstruida del edificio junto con la reimpresión de las gigantografías de los afiches de la exposición. Una vez en la explanada, las personas asistentes se encontraban con un naciente colectivo cultural de serigrafía constituido en octubre de 2019, quienes entregaban afiches impresos al instante sobre la conmemoración.
La exposición
La exposición consistía en una campaña de comunicación social y política basada en un conjunto de piezas gráficas compuesta por 500 series impresas en papel con 18 imágenes y textos a ser difundidos en las sedes e institutos tecnológicos de la universidad, centros comunitarios, sociales y sindicales a lo largo de todo el país. Se trataba de una constelación de afiches que se articulan entre sí por un mismo formato, una identidad visual, una línea de argumentación y una orientación política; elementos que forman parte de cierto imaginario contestatario de la época. Además de ser artefactos diseñados para ser distribuidos en diferentes territorios y lugares, las series de afiches venían con un manual de montaje para ser implementados en distintos espacios. Asimismo, emergían como resultado de un trabajo colaborativo entre el Taller gráfico y el Taller de Vía Pública UTE durante la Unidad Popular, siendo un dispositivo de comunicación política diseñado por agentes de la universidad en vinculación con la sociedad civil para incidir en la discusión pública del momento.
En términos narrativos, la serie da cuenta de la posibilidad real de una guerra civil y el advenimiento del fascismo. Con ello, la exposición avizora la catástrofe por venir así como propone una clave de lectura respecto de su presente: el advenimiento de un movimiento político facista que derrocaría al gobierno. La pregunta por el fascismo como fenómeno político que termina con la democracia, que evita un anuncio de plebiscito como salida institucional antes del golpe, se encuentra ya en el marco de la exposición, a saber, las Jornadas Antifascistas organizadas por la UTE y la federación de estudiantes. El segundo afiche de la muestra explicita la orientación política de la serie: “muestra la concepción ideológica del fascismo, su negativa expresión histórica y los riesgos de una Guerra Civil de fatales consecuencias para el país”. En los dieciséis afiches restantes se exponen los rasgos del fascismo y sus efectos destructivos sobre la convivencia y la democracia, prefigurando un futuro horroroso que luego se hizo efectivo.
La actividad de conmemoración de esta muestra trunca e inconclusa, tenía muchos sentidos. Revisitar el pasado a través de un movimiento analógico entre el presidente Boric y el presidente Allende, entre la ofensiva de la derecha en los albores del golpe y el surgimiento de una nueva ultraderecha en el Chile de hoy, era una dimensión de la operación simbólica. En segundo lugar, este acto buscaba dar un golpe al radicalismo de derecha que ha emergido recientemente en la esfera pública por medio de señalar sus amenazas reales. De este modo, la actividad no solo representaba una operación simbólica de reactualización de un acto artístico y cultural de proyección histórica –como era la inauguración y posterior anuncio de plebiscito nacional– sino también aparecía como gesto político de volver sobre el discurso del fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos en los tiempos de su cuestionamiento y de la relativización de los derechos humanos por ciertas posiciones reaccionarias a los avances de los últimos años en el país. Así, la potencia simbólica de la actividad no radicaba en la presencia de las personas presentes, ni tampoco en la relevancia de la actividad en el marco de una programación cultural; más bien, estriba en el gesto político de una memoria cultural que rehabilita la exposición y que contraataca discursivamente lo que parecen ser regresiones democráticas y movimientos fascistas en la actualidad.
Carteles y alocuciones
Mientras que la lectura serializada de los afiches conduce la comprensión hacia un fenómeno político muy preciso como el fascismo, las alocuciones de las autoridades enmarcaban dicha narrativa crítica en un relato mayor de defensa de los derechos humanos y la democracia en los tiempos de incertidumbre en los que vivimos. Los afiches y sus mensajes aparecen como claves de lectura respecto de los movimientos fascistas de aquel entonces, pero también de los fascismos de la primera mitad del siglo XX y de los radicalismos de derecha en nuestra actualidad. Señalando los rasgos claves del fascismo, los afiches sintetizan los atributos mencionados en estudios y escritos de autores tan diversos como Hannah Arendt, Humberto Eco y Nicolás Tenzer. La línea curatorial de la exhibición es una clara oposición al fascismo como movimiento político contra la democracia.
Pues bien, dichos carteles no hacían referencia al fascismo que emergió en la primera mitad del siglo XX en Europa y que desembocó en la segunda guerra mundial, tampoco constan de una premonición que avizorara los actuales movimientos de ultraderecha que debilitan los regímenes democráticos desde su interior. Esto último, por muy evidente que sea, es relevante, pues en la década de los setenta también se pudo presenciar un reflujo neofacista significativo que –como se ve en la exposición– era también extensivo a Chile. En dicho contexto es que Theodor W. Adorno pronuncia su conferencia “Rasgos del nuevo radicalismo de derecha” de 1967 en la Universidad de Viena, donde señala que la vuelta de dichos movimientos “anticiparon un temor y un espanto” que estaban asociados e intensificados por la “sensación de catástrofe social” que se encontraba en el ambiente de ese momento. Con ello, cierta sensación de catástrofe en el ambiente cuenta con cierta afinidad electiva con la emergencia de los radicalismos de derecha.
Este último punto fue retomado en la alocución del rector de la Usach Rodrigo Vidal, haciendo ver porqué es tan relevante enfrentar la sensación de un “país sin mañana”. En sus palabras se delinea un diagnóstico del presente al señalar que luego de 50 años del golpe de Estado “nos encontramos con un país con poca claridad respecto de hacia dónde quiere navegar (...) con un relato determinista de algunos que trata de convencernos que no habrá un mañana mejor, que todo solo puede empeorar”.
Este determinismo fatalista respecto del porvenir que proviene del propio radicalismo de derechas no tiene otra finalidad que afianzar la sensación de catástrofe y mejorar la posición política de dichos grupos políticos. Según el rector, con este relato funesto respecto del mañana promovemos el desaliento en las personas y frustramos a las generaciones que aún tienen un camino y la imaginación política para repensar futuros alternativos, sembrando así un sinsentido y abriendo paso a que las personas sean “presa fácil de los vendedores de ilusiones baratas y antidemocráticas”. Por el contrario, la invitación del rector es hacernos la pregunta “¿en qué país queremos vivir a partir de ahora y durante los próximos años?”, es decir, convocar al pensamiento a asumir que contamos con un país por venir y a abrir la discusión pública para construir en conjunto un proyecto de país desde la libertad de pensamiento.
En efecto, la alocución del rector, además de alertarnos respecto de las amenazas de la democracia que los propios carteles de la muestra llamaban a tomar en cuenta, invitaba a desplazar la temática desde la crítica negativa del fascismo hacia una crítica normativa de la democracia basada en el diálogo y los acuerdos entre las perspectivas distintas. El acto de conmemoración tiene ese doble movimiento de clarificar los “peligros de toda ideología que atente contra los valores de la democracia” para así “fortalecer la democracia, ejerciéndola sin violencia, sin autoritarismos y sin extremismos de ningún tipo”. Esta proposición inicial obtiene su profundidad filosófica cuando se asume que la democracia va más allá de un mero régimen o de su sentido estrictamente formal, abriendo un concepto de la democracia como forma de vida consistente en que “nadie puede asumir una superioridad cualquiera para someter al otro” y que el horizonte de la política es “llegar a acuerdos, ser capaces de convocar y respetando al otro”, debiendo tener la capacidad de “dialogar hasta que duela” sin exigir eso nunca al otro sino comenzar por uno mismo primero.
La alocución del presidente de la República terminó por profundizar en esta línea discursiva, pero dotándola de cierto espesor al conectarla con cuestiones de la discusión política del momento. Según el presidente Boric, la conmemoración es con duelo y convicción, mirando hacia el pasado y el futuro al mismo tiempo, desplazando el sentido de la conmemoración desde la destrucción de la democracia hacia su fortalecimiento. A esto es lo que ambos llaman un “porfiado optimismo” que consta de “seguir bregando con tozudez por encontrar los consensos que nos permitan avanzar y mejorar la calidad de vida de los chilenos y chilenas”. Este optimismo manifiesto sería la promesa política de un mejor mañana que el rector de la universidad mencionaba minutos antes y que encarna los intentos permanentes del gobierno por construir acuerdos con la oposición para avanzar en temas tan urgentes como la reforma de pensiones, la salud y tantos otros.
Justamente el presidente atisba esta conexión entre la exposición, las palabras del rector y la práctica política del gobierno de sostener reuniones con los partidos políticos de la oposición para reconstruir “los vínculos en el mundo de la política para poder sacar adelante y salir del bloqueo”. Pues bien, ¿cómo salir del bloqueo que menciona el presidente? ¿cómo avanzar en conversaciones que permitan construir un consenso básico primero, y un proyecto de país más justo después? El camino lo presenta el propio presidente: “siguiendo el buen ejemplo de quienes estuvieron dispuestos a dialogar hasta el final”, como el presidente Allende y el rector Kirberg, quienes nunca renegaron que el camino de la política es la palabra y no la fuerza como fue el golpe de Estado de 1973.
Fascismo y democracia
Dialogar hasta el final sería una de las ideas de la exposición luego de presenciar dicho acto político y cultural de conmemoración.
A pesar de ello, resuenan una y otra vez en mi memoria las imágenes y palabras contenidas en los afiches. Es cierto, afirmar que el camino de la política es a través de la palabra razonada con las y los otros, reconocer que la fuerza interrumpe el diálogo y el juego democrático, son cuestiones que podremos convenir desde un discurso razonable y fundamentado en cierto humanismo occidental, pero la fuerza de los afiches emerge conectando ideas que por un momento estuvieron separadas: ¿cuál es ese “final” del cual aluden los discursos de las autoridades del acto? Dialogar hasta el final, pero ¿cuál final?, ¿el fusil y los revólveres ilustrados en los afiches? ¿dialogar hasta que llegue la fuerza? ¿dialogar hasta que la muerte nos encuentre, como fue el caso de Allende y Kirberg? Sin contar con una respuesta, un posible camino es invertir la interrogante en una afirmación, dejar de estar a la defensiva y orientarse al porvenir: dialogar hasta el fin del fascismo.
Aquel “fin” es la muerte del fascismo, asumiendo una actitud frente a la actualidad que siembra una diferencia radical entre el pasado de 1973 y el presente de 2023, entre el dialogar para derrotar al fascismo y el dialogar para evitar que la democracia termine. Si esta línea de reflexión es plausible, estaríamos pensando que estos reflujos del fascismo en el mundo contemporáneo no son una regresión al pasado sino una profundización radical del modelo neoliberal hacia el futuro. En dicho caso, ese proceso es puesto a raya con más democracia y justicia social.