Los ojos de la actriz María Paz Grandjean (49) son profundos y cuando habla de lo acontecido hace casi cinco años, se envuelven de un insondable dolor. El 18 de octubre del 2019, en la esquina de Alameda con Román Corbalán y a una cuadra de Plaza Italia, esta mujer se convertiría en una de las primeras víctimas de los disparos efectuados por Carabineros de Chile con armas “menos letales” en las protestas ocurridas durante el estallido social en Santiago.
Ese día, el que marcó el inicio de la revuelta que paralizó al país y faltando pocos minutos para las ocho de la noche el destino de María Paz cambiaba de manera brutal. El entonces capitán de Carabineros Tomás Rodríguez Soriano, disparaba una escopeta antidisturbios Hatsan modelo Escort para munición calibre 12 y su accionar determinó que una de aquellas descargas terminase impactando el pómulo derecho de la actriz. Dieciséis metros separaban a tirador y víctima. Prácticamente en línea recta, con vehículos transitando, sin manifestaciones violentas ni muchedumbre y, según consta en la sentencia judicial, “no existía riesgo alguno para la integridad de Carabineros, de transeúntes o cualquier otro tercero”.
A casi cinco años de los hechos que cambiaron su vida, nos encontramos en un bar de Ñuñoa. Ese día durante la mañana se publicó la condena a tres años de prisión remitida contra el ahora ex capitán Rodríguez Soriano. María Paz sonríe. Dice que siente que con el juicio hubo cierto avance. “El veredicto fue completamente realizante. No es que yo crea mucho en la institucionalidad, pero me parecía necesario. Creo que, desde mi ‘vejez’, también en el sentido de ser hija de la dictadura, me parecía necesaria la lectura institucional sobre los hechos”.
En su cara las marcas de la represión prácticamente desaparecieron “gracias a mi hermano que es cirujano plástico infantil”.
Relata que no confiaba en la condena, pero que necesitaba establecer que los hechos no fueron un invento, un piedrazo de alguien que protestaba o por haber estado en el lugar equivocado, ni porque se lo buscó o porque no era una blanca paloma. Ella siempre supo que fueron Carabineros, pero nada más. “Para mí es importante haber logrado este veredicto. Siento que además ayuda harto a los que vienen. Estas fueron semanas exitosas porque formalizaron a otros carabineros, entre ellos al que le disparó a Claudio Araya en el ojo, y que anteriormente le había disparado a una niña de 12 años”, indica.
De hecho, el próximo 7 de mayo se formalizará al entonces Alto Mando de Carabineros por 1.386 casos por su eventual responsabilidad de omisión en apremios ilegítimos con resultados graves y homicidio. Ellos son el actual general director, Ricardo Yáñez, quien durante las protestas del 2019 se desempeñaba como director de Orden y Seguridad; Mario Rozas, ex general director de la institución; y Diego Olate, general en retiro y ex subdirector. El general Yáñez, confirmado como máxima autoridad policial por el Presidente Boric, era en ese entonces el encargado de todos los despliegues policiales y el uso de armamento. El general director, en esta causa, se ha negado a declarar en, al menos, seis ocasiones.
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El 17 de octubre del 2019 María Paz celebraba. Unas semanas antes le habían diagnosticado un posible cáncer de mama y ese día la pesadilla se había esfumado. Estaba sana. En la noche junto a un amigo decidieron ir a ver “El Guasón”, casi un preámbulo cinéfilo de lo que pasaría al día siguiente en Chile.
María Paz estaba trabajando en el montaje de la Pérgola de las Flores, dirigida por Héctor Noguera, y que se exhibía en el GAM. En esta, una de las obras más emblemáticas del repertorio nacional, donde interpretaba a la aristócrata Laura Larraín. El estreno había sido una semana atrás con éxito de público. El 18 de octubre se sintió un poco resfriada y en vez de ir en bicicleta al centro cultural, un amigo le ofreció llevarla en auto en una travesía que demoró casi dos horas. La ciudad estaba paralizada, con centenas de personas saltándose los torniquetes del metro, escasa movilización y tacos por toda la urbe.
Llegó cerca de las 6 PM y lo que vio llegando al centro, recuerda, le hicieron pensar en las palabras de Salvador Allende acerca de que se “abrirán las grandes Alamedas” pero en versión chiste. Centenas de trabajadores, hombres, mujeres y estudiantes caminaban por la principal avenida de Santiago, obligados por la falta de locomoción. Al llegar al GAM los actores no estaban completos y se rumoreaba de la suspensión de la función, cosa que fue desmentida. Se maquillaron, hicieron trabajo de voz y fue pasadas las 7 PM cuando se confirmó que el centro cultural se cerraría y que se tenían que ir lo más rápido posible. María Paz se demoró un poco más en sacarse el maquillaje y las pestañas postizas.
A las 19:14, el entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick, en el Palacio de La Moneda y a nombre del gobierno de Chile condenaba el vandalismo en el Metro de Santiago, invocaba la ley de Seguridad Interior del Estado y respaldaba el accionar de Carabineros. Todo ello mientras la ciudad era un caos y el fallecido Presidente Sebastián Piñera comía pizza con sus nietos en un restaurante de Vitacura.
Cerca de las 7:30 PM los trabajadores del GAM salieron por la calle Villavicencio y doblaron hacia Namur hasta la Alameda. Una cuadra hacia el oriente la actriz se encontró con un bus de Carabineros, un carro lanza agua y un carro lanza gases cuyo mayor oficial era el ex capitán Rodríguez Soriano. Se quedó mirando como dos escolares que protestaban eran mojados por el guanaco. Luego la empaparon. Unos minutos después disparaban gases lacrimógenos bajo un automóvil que cruzaba con niños en su interior.
“Y esa disposición a dispararle a cualquiera, a cualquier cosa, a mí igual me petrificó harto. Y ante ese terror que también te provocan los pacos, en vez de retraerme me aleonó mucho, hasta la estupidez. Y me acuerdo eso, haber sentido ese terror y por eso como que me atreví a gritar también”.
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Lo que les gritó provocó risas. Reconoce que fue de alto calibre y que ello, sumado a su estatura de 1.74 centímetros la hicieron un blanco fácil. “Cuando me dispara yo lo entiendo como un castigo y no como que me acaban de violar los derechos humanos, sino que se picó y me disparó”, recuerda. La memoria de ese momento preciso se fragmenta en su relato. “Me acuerdo del dolor, de un calor atroz y como entendí cuando logré ponerme la mano en la cara una inflamación y una deformación inmediata”.
Un testigo –un bailarín de región- logró grabarla en pleno shock cuando otros transeúntes la intentaban contener. Intentó salir caminando. La gente gritaba que la llevaran a la Posta. Tres chicas jóvenes la acompañaban de cerca, pero ella, herida y avergonzada, intentaba dejarlas atrás hasta que sus fuerzas cedieron. Desorientada, le compraron hielo para detener en algo la inflamación y contenerla. Una antigua amiga la reconoció y relevó a las chicas. Luego apareció un actor colega de la Pérgola de Las Flores y al verla su rostro palideció. “Debo estar horrible porque el loco como que cambió de color”, relata.
Dos horas de odisea, entre ellas que la bajaran de un taxi por estar manchando los asientos y caminar por las calles de Ñuñoa inundadas de personas que protestaban los aumentos de 30 pesos en el transporte público, terminaron con María Paz en su casa, custodiada por su compañera de arriendo. Ahí se pudo ver al espejo. Se llenó de pena y miedo. Se aseó y fueron al Cesfam de Juan Moya con Grecia.
“Pero ¿qué le dispararon?, decía el doctor. No sé, no sé, contestaba. Y el loco se empezó a poner muy nervioso, porque apenas entré, yo te juro por Dios que empezó a entrar uno tras otro, puros estudiantes con disparos en la cabeza”, cuenta María Paz.
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Super Sock, se llama la munición “menos letal” con que le dieron en la cara. Hasta ese día 18 de octubre poco y nada se sabía de este armamento que fue disparado por el ex uniformado y solo durante esa jornada en más de 150 ocasiones.
El cartucho está compuesto por una bolsa de material sintético que contiene una multiplicidad de proyectiles de metal. El modelo estándar está conformado por una bolsa de tela sintética de 5×5 centímetros, rellena de perdigones de plomo con un peso total entre 40 y 50 gramos, que se dispara con una escopeta de calibre 12, alcanzando una velocidad aproximada de 75 a 90 metros por segundo. Según un informe técnico efectuado el departamento de criminalística de Carabineros de Chile del año 2016, indicaba que a 15 metros de distancia el impacto de un disparo podía producir riesgo de hemorragia intracraneana sobre los pabellones intraoculares, fractura de huesos delgados de la cara y traumas oculares severos.
Este tipo de municiones proviene de la empresa norteamericana Combined Systems Inc (CSI), fundada por Michael Brunn y Jacob Kravel, ambos de origen israelí y que han ganado millones de dólares vendiendo sus armas a Argentina, Bolivia, Camerún, Chile, Timor Oriental, Alemania, Guatemala, Hong Kong, India, Países Bajos, Sierra Leona, Tailandia, Trinidad y Tobago y Túnez. Además de ser utilizadas por las fuerzas militares y policiales israelíes en contra de palestinos. En el año 2020, tras el asesinato de George Floyd en USA, el uso de estar armas menos letales provocó graves lesiones en el cráneo a más de 115 manifestantes.
El manual de uso de esta munición indica que “los disparos en la cabeza, el cuello, el tórax, el corazón o la columna pueden provocar la muerte o lesiones graves”. En Chile, fue el día 28 de octubre de 2019, cuando médicos del Hospital de Urgencia Asistencia Pública (ex Posta Central) operaron a una persona que tenía una de estas municiones dentro del cráneo. Ahí recién se supo con qué estaba disparando Carabineros.
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“Creo que el caso, y no solo la sentencia, es una bofetada a la impunidad. Derrotamos a la resistencia institucional de Carabineros y a todos los que la han apoyado. Es un gran resultado pero que no se destaca, que se oculta por los defensores de la impunidad y por todos los que criminalizan la protesta y el movimiento social del 2019”, reconoce Karinna Fernández (45), abogada especialista en Derechos Humanos y quien tomó la representación de María Paz Grandjean.
Karinna conocía a María Paz de antes. Confiesa que era una gran seguidora de “Lágrimas, Celos y Dudas”, banda musical que conformaba la actriz. Vio en las noticias y a través de comunicaciones de amigos lo que le había sucedido el 18-O y cómo había quedado su rostro. Eran días confusos. María Paz no tenía defensa jurídica y se sentía perdida. Karinna se ofreció a representarla y así nos conocimos y la empecé a representar.
La investigación siempre tuvo un grado alto de complejidad porque el primer obstáculo era que no sabían que le había pegado a María Paz. En redes sociales circulaba un video tomado por un testigo. “Desconocíamos la munición y a los autores. No sabíamos qué equipo estaba desplegado en el lugar, entonces tan pronto hicimos la querella incorporé elementos del derecho internacional, pero desconocíamos la dinámica de los hechos”, relata la abogada.
Afortunadamente sus lesiones fueron acreditadas por un informe avalado por el Colegio Médico. La doctora Ana Lucía Toro, especialista en medicina legal y parte del departamento de Derechos Humanos de esta institución, determinó que María Paz tenía una placa erosiva de un centímetro en la mejilla derecha cerca de la comisura bucal, rodeada de equimosis violáceas en la región peri orbitaria, malar, mandibular y cervical, pero sin fracturas ni luxaciones asociadas. Le sacaron una decena de fotografías, la entrevistaron durante más de tres horas bajo el manual de Investigación y Documentación Efectiva sobre Tortura, Castigos y Tratamientos Crueles, Inhumanos o Degradantes, más conocido como el Protocolo de Estambul.
Eso fue el 25 de octubre, el día de la marcha con más de un millón de personas en las calles exigiendo mejoras sociales y a una semana de que había sido herida. El auto de María Paz había quedado atrapado entre la multitud y decidió bajarse a caminar en medio de la protesta: “Me cubrí la cara con un pañuelo pese al calor. Me acuerdo que la gente no paraba de abrazarme, era increíble”.
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La abogada Karinna Fernández relata que María Paz siempre recordó y fue muy consistente en afirmar que un carabinero le había apuntado con una escopeta. La querella original fue por apremios y abandono ya que la dejaron en el lugar, ensangrentada y sin ayuda. La fiscal Ximena Chong ordenó conocer el despliegue policial en la zona como primera diligencia.
La respuesta a ese oficio llega recién en septiembre del 2020, once meses después de los hechos, firmada por cinco generales de Carabineros, en que se indicaba que no hubo despliegues policiales en Ramón Corbalán con Alameda y que esta respuesta se elaboró recabando información de las diferentes unidades operativas, las que debían certificar que revisaron sus registros y no encontraron constancia para ese día, hora y lugar. Entre los firmantes están los generales en retiro Mauricio Rodríguez y Enrique Bassaletti, el mismo que acompañó hace unas semanas al político José Antonio Kast a visitar las cárceles de El Salvador. Además, firma Enrique Monrás, actual general director nacional de Orden y Seguridad de Carabineros puesto en ese cargo por Gabriel Boric.
¿Cómo ninguna entidad de la policía uniformada sabía lo que hacían sus subordinados? ¿Fueron fantasmas? “Había carabineros desplegados en el lugar. Pero ellos afirmaron que no existían registros ni del despliegue, ni del gasto de munición, ni de las propias comunicaciones, ni siquiera de las GoPro. Fue algo bastante complejo”, dice Karinna. La PDI en tanto indicaba que no había registros de las cámaras del lugar, una de las esquinas más transitadas de Santiago.
El video que terminó siendo la pieza clave de toda la investigación apareció de “suerte providencial”, como lo califica María Paz: “Soy muy privilegiada. Ese vídeo salió porque hubo un atropello antes y la aseguradora del auto, que está obviamente involucrada en ese accidente, sí le pudieron pasar las cámaras de tránsito porque legalmente ellos tienen todo el derecho. Una aseguradora, evidentemente, vale más que la vida de una mujer”. Con ello pudieron conocer la dinámica de los hechos y pudieron fundamentar la teoría de las acusadoras: el carabinero la había visto en el lugar y disparó como forma de castigo a su presencia en la protesta social.
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A finales del mes de febrero del 2021, María Paz Grandjean supo el nombre de la persona que la hirió: Tomás Pablo Rodríguez Soriano (41), oficial que ingresó a los uniformados el año 2007 y se desempeñó principalmente en Fuerzas Especiales. Según consta en el escrito de la sentencia, Rodríguez tenía entrenamiento en el uso de escopetas anti disturbios e incluso capacitó a otros oficiales en ellas. En su declaración aseguró que la totalidad de su entrenamiento previo estuvo enfocado en el uso de cartuchos con perdigones de goma y no de munición "Super Sock". Remarcó que no recibió ninguna capacitación especial ni se le instruyó sobre sus características técnicas o su comportamiento balístico una vez disparados.
Uno de los testigos de la causa, el mismo que grabó el video viralizado en redes sociales con la cara de María Paz deformada y ensangrentada, declaró que carabineros actuaba "como locos", tiroteando a los manifestantes casi como en un videojuego disparando “a los patos”. El entonces capitán Rodríguez era el oficial con mayor graduación y a cargo de la dotación del vehículo táctico J-027. En las imágenes del principal video entregado por Unidad Operativa de Control del Tránsito (UOCT), se ve cuando Rodríguez intenta dispararle a un chico de polerón blanco que le había lanzado un objeto a uno de sus compañeros. Percuto dos veces. La primera no le llegó a nadie, la segunda impactó de lleno a María Paz. El uniformado no prestó auxilio a la afectada, nunca registró el libro de novedades del dispositivo policial el que estuviesen ahí y mucho menos el uso del armamento.
La abogada Karinna Fernández relata que María Paz siempre recordó y fue muy consistente en afirmar que un carabinero le había apuntado con una escopeta. La querella original fue por apremios y abandono ya que la dejaron en el lugar, ensangrentada y sin ayuda.
María Paz Grandjean decidió asistir a cada etapa del juicio presencial posterior a la pandemia. Le habían contado que en la declaración el ex uniformado pedía disculpas a la víctima y a su familia, reiterándolas el día del veredicto final. Sin embargo, cuenta la actriz, nunca se lo dijo a la cara. “Hubo un momento en que me atreví a mirarlo, pero el loco no me miraba. Después vi que me veía por el reflejo de los paneles acrílicos que dejaron por la Pandemia, pero cuando lo noté, corrió la vista. Entonces como que me fui empoderando y empecé a mirarlo. Nunca me miró, excepto cuando me tocó declarar a mí, que ahí sí yo sentí rayos de mirada. Y yo no me atrevía a mirar, no quise, pensé que si lo hacía me iba a alterar totalmente”.
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En la oreja izquierda de María Paz cuelga un aro con forma de ojo ensangrentado, uno de los símbolos de los mutilados oculares que se sucedieron en los días posteriores al 18-O. Ha estado presente en las actividades de las organizaciones de víctimas de la represión y también ha evidenciado el suicidio de compañeros que no han tenido la misma suerte judicial que ella.
“Lo más duro para mí, y creo que represento en ese sentido al resto de los sobrevivientes y familiares de las víctimas asesinadas, es la criminalización. Eso es muy brutal, esa insistencia en criminalizar la protesta y por lo tanto a los que fuimos víctimas de esas violaciones como si lo mereciéramos. A mí me importaba el juicio, porque además yo no estaba en ninguna protesta. Entonces también me gustaba dar señales de que desde el 18 de octubre no le disparaban a la gente que estaba haciendo saqueo, le están disparando a la gente que le cae mal”, señala.
María Paz cuenta lo que le ha tocado aprender en estos años. Que se habla mucho de los traumas oculares pero nada de los perdigones de plomo que quedaron dentro de los cuerpos de los manifestantes y que les da una alta probabilidad de provocar cáncer. O de la tristeza que no se respetase la “garantía de no repetición” señalada en el Informe Rettig. Para entender su propio dolor y el silencio del Estado ante estos casos se ha reunido con personas que sufrieron abusos y persecuciones durante la dictadura militar.
También revela que ha sido agotador que mucha gente le apunte y pregunté qué estaba haciendo ahí. En las noticias que ha protagonizado como víctima de la represión, los foros de las redes sociales se llenan de comentarios virulentos pero María Paz los encuentra ya chistosos. “Es demasiada más la gente que me apaña que la que se dedica a atacarme. A mi nadie me pidió estar acá”, y acota que ha sido complejo volver a trabajar como actriz por quedar como “la loca cuática, que tu carita ya no es tan buena o tiene algo que la gente ya no se quiere acordar”. Todo por un disparo fuera de cualquier norma y que fue negado insistentemente por la oficialidad hasta la aparición del vídeo de tránsito.
La condena final para el ex capitán Tomás Rodríguez Soriano como autor de apremios ilegítimos correspondió a tres años con suspensión del cargo. Debido a que estuvo con arresto domiciliario nocturno, se le abonaron 721 días, por lo que deberá firmar semanalmente con Gendarmería los 374 días que le restan por completar la pena. En libertad, claro.
“A mí lo que me pica no es que no se vaya a la cárcel, lo que me pica es sinceramente saber que él se atrevió el 18 de octubre a disparar casi 150 veces esa arma. Una de esas me dio a mí. Y eso es lo que me da la lata, que haya un delincuente suelto, que tenga derecho a estar en la calle y no esté pagando por todo el daño que hizo a muchas más personas. Eso es injusto”, finaliza.