"Recuerdo el color de las cubrecamas de mi casa en Chile. Recuerdo el cerezo detrás de la ventana por el que miraba llover antes de los cuatro años. Recuerdo el viaje a Argentina, la pieza de adobe donde vivimos al llegar los exiliados, las casas que tuvimos hasta los seis. Recuerdo con precisión la ropa de mi madre, las telas de las que estaban hechos talones, los zuecos que usaba para ir a la escuela. Y sin embargo, a partir del momento en que soy inyectado, no recuerdo nada hasta más o menos los ocho o nueve años, es decir, cuando el tratamiento terminó".
El cronista Cristian Alarcón estrena "Testosterona". una performance creada por el también escritor y la actriz y dramaturga Lorena Vega, que pone en discusión las nociones de cuerpo e identidad a través de una historia biográfica en la que cuenta cómo, durante su infancia, fue sometido a un tratamiento con esta hormona para "encauzar" su masculinidad.
Alarcón (La Unión, Chile-1970) reside en Argentina hace unos 45 años y desde 1990 se dedica al periodismo de investigación. Escribió en diarios como Página/12 y en las revistas TXT, Rolling Stone y Gatopardo. Fundó Anfibia, revista digital de crónica narrativa; Cosecha Roja, la Red Latinoamericana de Periodismo Judicial; y el Laboratorio de Periodismo Performático que convoca a artistas y periodistas a generar piezas conjuntas. Además, coordina la Maestría en Periodismo Narrativo de Universidad Nacional de San Martín. A los seis años comenzó un tratamiento con inyecciones de testosterona por decisión de sus padres quienes veían que comenzaba a mostrar "rasgos femeninos".
La performance "Testosterona" se presentó en formato de work in progress en CC Cooperaciónen el marco del Festival Futuro Imperfecto. Creada por Alarcón y Vega, busca "poner en contexto el olvido de una subjetividad que necesitó despojarse del momento traumático". Su presentación oficial está fechada para el 16 de enero en el Festival Teatro a Mil.
La obra es consecuencia de un poema que Alarcón escribió para Anfibia sobre el cuerpo contemporáneo. Mientras escribía el poema, ese monstruo que se escondía en su memoria tomó forma, se materializó en imágenes sobre inyecciones de testosterona que luego pudo confirmar con su madre como verídicas. "Inmediatamente lo comentamos con Lorena Vega, con quien ya habíamos iniciado el trabajo conjunto como tutores de Laboratorio de Periodismo Performático. Son proyectos en los que Lorena y yo hablábamos de investigaciones y de montajes desde el periodismo y desde el arte escénico", cuenta sobre los inicios del proyecto.
A partir del momento en que soy inyectado, no recuerdo nada hasta más o menos los ocho o nueve años.
Cristian Alarcón
"Lo que sucedió es que cada vez nuestros roles mutaron más. Lorena también tiene en su ADN a la periodista y de algún modo yo me reencuentro con mis propias huellas adolescentes cuando participé de un grupo de teatro muy fugazmente, pero de manera muy comprometida en el sur de la Argentina, en el grupo de la Universidad del Comahue, que se llamaba Río Vivo", explica sobre la fusión entre el teatro y el periodismo y agrega: "La mixtura de saberes, de experiencias y de aprendizajes dan como resultado la obsesión por trabajar en torno a la historia de las inyecciones para lograr un biodrama".
Finalmente, Vega propone la presentación de "Testosterona" al Festival Internacional de Buenos Aires y comenzaron así, en enero, un proceso de investigación y de escritura a cuatro manos. Con una escenografía minimalista y un actor que, por momentos, funciona solo como asistente de escenografía y por otras representa distintos personajes, Alarcón se encarna a sí mismo.
Horas antes de la actuación del work in progress, el protagonista de la obra dice: "Voy a indagar en la relación entre trauma, dolor, cuerpo y performance. Y como paciente lacaniano, me pregunto todavía cómo la encarnación de mí mismo atravesando el trauma puede ser una herramienta de sanación".
La performance cuenta su adolescencia como presidente del centro de estudiantes, sus novias, su primera experiencia con un hombre, su primer acercamiento a la no ficción y también las noches adrenalínicas de la Ciudad de Buenos Aires. Cada escena, sitúa una discusión sobre la identidad en la que Alarcón se recrea a sí mismo y vuelve a contar su propia historia con valentía, erguido en el medio del escenario, iluminado por las luces del teatro de la sala Solidaridad del CC.
Alarcón comenzó contándole al público cómo para su mamá muchos eventos trascendentales políticamente o de los más rutinarios podían significar el fin del mundo. "¿Su hijo mayor gay? El fin del mundo", dice Alarcón y la sala, casi llena, lanzó una risotada. Situado en un presente donde "la extinción es inminente", Alarcón remonta al público a su pasado de "niño delicado y principito" en el que se sintió indefenso. Luego, instaló el recuerdo de los pinchazos: "Fui inyectado para masculinizarme", declaró.
"¿Por qué era insoportable para los padres jóvenes y modernos que habían sido, que bailaban twist y probaban marihuana en la década del 60 en un pueblo conservador del sur de Chile, dos campesinos desplazados pero subidos a la modernidad de la época?", se pregunta Alarcón y cuenta: "Mi madre, una mujer que sale a trabajar tempranamente, sostiene a su marido estudiando en Santiago mientras cría a sus hijos como una mujer jefa de hogar de ahora en aquel pueblo y que, sin embargo, no puede tolerar dos cosas: la idea de que su hijo sea maltratado por ser diferente y por no ser lo suficientemente masculino. Pero también la idea de que su hijo varón no va a poder cumplir con el mandato de la reproducción y que ella no va a poder ser abuela".
La mixtura de saberes, de experiencias y de aprendizajes dan como resultado la obsesión por trabajar en torno a la historia de las inyecciones para lograr un biodrama.
Cristian Alarcón
"Yo dejé de jugar, me encerré en los libros. Mi madre debía obligarme a relacionarme con otros chicos. Los blindajes múltiples de los que fui sujeto para defenderme del bullying, para defenderme de otros varones, para defenderme de otras mujeres fueron construyendo una imagen de pseudo macho alfa fálico, que se preservaba, aún en su caos y en su deriva, el control de las situaciones", recuerda el escritor.
¿Cómo fue desentrañar el recuerdo del tratamiento al cual había sido sometido en la niñez? "El inconsciente es tan complejo que es capaz de guardar bajo capas y capas al trauma hasta que finalmente, un día, después de muchísimos años de diván y de distintos tipos de terapias y de un proceso de persistente búsqueda en el autoconocimiento, para llamarlo de alguna manera, se revela", responde el escritor ganador del Premio Alfaguara con la novela "El tercer paraíso".
La masculinidad tiende a estar asociada a la cantidad de testosterona en sangre "cuando en realidad no es una hormona esencialmente masculina", dice el escritor, sino "una construcción cultural de la masculinidad de la testosterona". De cara a la performance, Alarcón reflexiona: "Me queda muchísimo todavía por transitar. La masculinidad hegemónica que yo mismo he transitado y que evidentemente -empujado cultural y y subjetivamente por la acción de una terapia de conversión de la homosexualidad- me impacta aún hoy y seguirá así. No creo en la posibilidad de una deconstrucción absoluta. Creo que todes estamos signados por el binarismo del patriarcado".
Esta presentación fue parte de una programación rica en materia periodística y sobre todo innovadora por fusionar formatos que parecían incompatibles. "Los límites del periodismo son los que los que nosotros mismos toleramos", sostiene Alarcón. "Si nos dejamos atrapar por las lógicas del mercado y por las lógicas del los modelos nuevos de negocio, por las lógicas de la producción incesante y de la acumulación, no solo en el periodismo, en cualquier campo vamos a encontrar límites rápidamente", advierte el escritor.
No creo en la posibilidad de una deconstrucción absoluta. Creo que todes estamos signados por el binarismo del patriarcado.
Cristian Alarcón
"Me preocupa ver cómo jóvenes periodistas avanzan en sus carreras tempranamente y pasan de manera fugaz por el periodismo para huir hacia otras disciplinas, hacia otros empleos, hacia otras maneras de ganarse la sobrevivencia. Me encantaría que pudieran quedarse" y agrega que "Anfibia tiene como obsesión crear las condiciones para que la ética sea mucho más que la virtud del que aprendió a conseguir información y organizarla de modo claro, preciso y riguroso para comunicar" para que "la realidad" se entienda como una "invención".
"No porque burlemos la verdad sino porque nos autoexigimos un vuelo en la interpretación de los datos, en el modo de mostrarlos, en el modo de hacerlos jugar con otras miradas y disciplinas", explica.
Este texto fue publicado originalmente en Télam.