Más le preocupa que yo no mencione el significado de su apellido en Chile. Fleto (marica, loca, homosexual, en chileno) combina de mala gana las lentillas. Ante cada negativa mía, me tiende un nuevo cóctel de aumento y foco. Si la tecnología es tan eficaz como luce en su oficina, por qué no me hace alcanzar inmediatamente el punto de enfoque, la claridad absoluta. Él insiste en que depende de cómo siento los lentes. Una va al oculista convencida y el error se cuela desde el inicio: cuántas letras pequeñas leo y cuántas adivino.
Hace dieciocho años que la óptica procura corregir mi tendencia a deformar las imágenes y a nublar el contorno de las cosas. Lo curioso es que de niña no necesitaba anteojos e igual tenía problemas para que los adultos creyeran que las imágenes deformadas y nebulosas que les contaba, hubiesen ocurrido. Decían que tenía demasiada imaginación, como cuando no calculaba al apretar el pomo del bronceador y después no sabía qué hacer con el remanente aceitoso en mis manos. Tendría que haberme halagado que reconocieran mi imaginación, seguro llegaba a novelista. Pero de joven a lo que de por la ara mi pacie, OPD, siempre le estaba buscando la cinco patas ale vida rojo, suaconcito medio secreto, que snica buscando poda mi Diario que varo gua maya La centeza de que podía ver consecue en mi frente el tercer ojo.
Si pongo en un buscador mi nombre y la palabra mirada, aparece esto: una mirada que avanza como una cámara que captura fragmentos en un movimiento abierto a interpretaciones... La mirada recoge y transforma lo mirado en otra cosa. Su mirada y su trabajo con las palabras.. Buscando la mirada... Se mueve como una cámara que captura lo que mira para sugerir lo que no mita... Sigue con la búsqueda de incomodar la mirada…
Un poco más abajo sale que Elizabeth Taylor aseguró sus ojos violetas; además de la rareza del color, tenía dos filas de pestañas. Tendría que asegurar mis ojos verdes que deforman las imágenes y nublan el contorno de las cosas.
Ramal, mi cuarto libro, fue mi tercer ojo. Nunca antes vi tan claro y tan a en foco. Ni creí que ver generara una emoción tan intensa. Mucho después descubrí que para John Berger mirar es aproximarse a un momento dado de la experiencia: como el movimiento de la lanzadera en el telar, la mirada se acerca para escrutar y se aleja para conectar, va y viene, y en ese movimiento aumenta su intimidad con la experiencia. "Si tienes suerte, el significado será fruto de esa intimidad."
Berger no se refiere a mirar cosas, lugares, personas, sino un momento dado de la experiencia. Ese fue el primer desplazamiento que hicieron mis ojos. Más tarde, el oculista lo tradujo en medio punto de astigmatismo. Y ocurrió en los seis viajes que hice por el ramal.
Para que lo puedan ver ustedes también: el ramal son 80 km de trocha angosta que conecta Talca, en el centro del país, y Constitución, en dos vagones de 1961 que se detienen en 11 estaciones en un viaje que dura 3 horas y 15 minutos.
El rastro parte en la página 43 de Ramal; la Estación del Poeta es la única donde se cruzan los buscarriles que vienen de Constitución y de Talca; eso significa que, en vez de cuatro veces al día, allí los trenes pasan únicamente dos. Esa mañana en la página 43 hay dos viejos, descritos como dos pájaros, que han venido a esperar el tren. En la 46 vuelven a aparecer en el andén, pero a esperar los trenes de la tarde; luego van a la terraza del único almacén y, casi al final de la página, llegan a ver la televisión a la cocina del almacén donde el protagonista está cenando.
En la página 119 por primera vez les escuchamos la voz; uno se queja de que le duelen las rodillas, dice que caminando le duelen menos. El otro personaje le explica que eso ocurre porque en la cama las rodillas pesan más.
¿Cómo estas observaciones, aunque atentas, minúsculas, infraordinarias, se convierten en momentos de una experiencia? Ocurrió al azar. Estaba por la mañana en la estación de Toconey, cuando apareció un viejo que también venía cuatro veces al día a esperar el paso del tren y lo explicó así: Un doctor que vino de la ciudad me recomendó caminar cuarenta minutos diarios. De mi casa aquí demoro cinco minutos, así que vengo cada vez que viene el tren y son cuarenta minutos.
Después de esta revelación, en la página 119, el protagonista de Ramal abarca con su mirada los tres lugares donde vio a los pájaros en la Estación del Poeta. Como aquí los trenes pasan solo dos veces al día, los viejos añaden al trayecto entre sus casas y el andén, la terraza y la cocina del almacén. ¡Justo los cuarenta minutos de caminata que el doctor de la ciudad debe haber recetado a todos los viejos!
Igual que la lanzadera de un telar, en su ir y venir, mis ojos fueron aumentando su intimidad con la experiencia, hasta que me fue revelado el lazo que unía a los viejos con las estaciones del tren.
Después de estos hallazgos, llegaba a Santiago muda. ¿Quién podía entender mi conmoción? ¿A quién contarle la emoción que me causó ver, mucho después de mi encuentro con la mujer de negro que cargaba una mata de calas blancas recién cortadas, que en la mayoría de los jardines cultivan las calas que luego adornarán sus tumbas? El oculista, por supuesto que no. Una amiga sí entendió: estás vi viendo, me escribió.
Desde que publicaron Ramal, me propuse llevar el libro a algunas personas que aparecen en sus páginas. Demócrito creía que las percepciones visuales son causadas por objetos externos que lanzan imágenes o moldes de sí mismos. El temor a que los habitantes se sintieran ofendidos, molestos, perturbados por los moldes de ellos que plasmé en el papel, me hizo aplazar este viaje por ocho años. Fue mi pareja la que insistió en hacer el viaje para verlo con sus ojos. Trajo Ramal en su cartera, iba de un vagón a otro tomando fotografías y filmando. No le pregunté qué veía. Me dio miedo.
Durante estos ocho años por la estación de M pasaron un terremoto con tsunami y un gigantesco incendio. De su estructura, como aparece en la página 56, queda únicamente la fachada y de las viviendas de madera originales, casas de emergencia donadas por el Estado. Las aguas del río Claro, sobrealimentadas por el tsunami, se llevaron la arena de la playa y dejaron semillas de aromos, cientos de aromos no permiten acceder a la orilla y dificultan apreciar el río.
Si es cierto lo que afirmó Da Vinci, que los ojos son el espejo del alma, algo extraño ocurre en el espejo. Se lo dije al oculista: además de la falta de foco y de claridad, cuando me quiero acercar a las cosas, me encuentro con que están dentro de una bruma. Fue cuando me respondió que mis niveles de error son prácticamente iguales. Me gustaría pensar que los dos pájaros de la página 43, el viejo de la 114, los patos blancos con manchas negras de la 57, el boleto de cartón de la 22, el uniforme de los conductores de la 107, el mural de la 99, el pequeño almacén de la 46, las vendedoras de churrascas de la 99, el bote en la otra orilla de la 55 y las privaciones de la dueña de la cabaña de la 57 existieron, y que su ausencia se debe a las diferencias que tienen el tiempo y la memoria, y a las trampas que se inventan en sus combates.
¿Dónde almacenarán los ojos sus miradas?
El buscarril llega a tiempo a recogernos a la estación de M, nos sentamos en el primer vagón, apenas siete pasajeros. Mi pareja me observa con una mezcla de ternura y compasión. Me hace pensar en aquellos adultos que dudaban de la veracidad de mis relatos, en mi empecinamiento por demostrar que la mirada no miente, peor, que la mirada es real. Más adelante la vía está cubierta por una bruma tan espesa que baja hasta el suelo. Qué extraño, cuando salimos de M había sol. Me pregunto qué veremos cuando el tren entre a la bruma. Tal vez inmediatamente se abra una salida por el otro lado. No ocurre así. O la bruma es extensa, infinita, o el tren se la lleva por delante. Es como si estuviera dentro de una tumba, la mía, después de que los deudos se han retirado y la carne queda, junto con las calas, a disposición de una tierra sin mirada.
Noticia de último minuto. En un hecho que mantiene preocupadas a las autoridades, el 31 de mayo de 2019, el ramal Talca Constitución desapareció, literalmente. EFE informó que perdió contacto con el tren en el que viajan siete pasajeros. Se desconoce si están sin energía eléctrica o el tren cayó en alguna parte del trayecto.
Diez horas más tarde dos carabineros que recorrían las vías entre la estación de M y la de Forel, encuentran al tren Ramal desaparecido, con seis pasajeros sanos y salvos.