Este artículo es parte de El primer civil de la dictadura, proyecto multimedia de Revista Anfibia y la Universidad Alberto Hurtado en conmemoración del 50 aniversario del golpe de Estado. Visita la cobertura completa aquí.
“¡Cumpleaños feliz, te deseamos a tiiii…!”, coreó a todo pulmón un grupo de estudiantes universitarios. Desfilaban entre la multitud que llenó la Alameda, la tarde del viernes 9 de septiembre de 1983. Parados bajo un toldo en el Altar de la Patria, frente al Palacio de La Moneda, nada borraba la sonrisa de la cara del dictador y su esposa, aunque ese día no era el cumpleaños de Augusto Pinochet ni de Lucía Hiriart. Se comenzaba a celebrar una década del golpe de Estado y miles de personas llegaron hasta el centro de Santiago a la convocatoria del gobierno. Un baño de masas para Pinochet en uno de los años duros para el régimen.
Otro que sin duda sonreía ese día era Álvaro Puga. Frente a una situación política y económica más que compleja, Puga ―y así lo atestiguan los informes secretos que se publican en este sitio― nunca perdió el norte: lo más importante era el “DÉCIMO ANIVERSARIO DE LA LIBERACIÓN NACIONAL” (las mayúsculas son suyas). Por eso, ver a tanta gente marchando y gritando consignas a favor del régimen y contra la oposición, como “el que no salta es de la UP” o “Zaldívar, Valdés, al exilio otra vez”, eran para él la recompensa a un trabajo bien hecho. Un trabajo encomendado por S.E. el Presidente de la República ―S.E. por Su Excelencia―, como se refería al dictador en sus informes:
“S.E. el Presidente de la República tuvo a bien disponer que el infrascrito diseñara y pusiera en ejecución una campaña de comunicaciones y propaganda, destinada a reunir a la ciudadanía en torno al Gobierno y, luego, que ese pueblo celebrara con alegría y discernimiento el DÉCIMO AÑO DE LA LIBERACIÓN NACIONAL”, escribía en julio de ese año. El informe iba dirigido al general Humberto Gordon, director de la Central Nacional de Informaciones (CNI), la policía política del régimen. Según se revela en ese documento, había recibido el encargo de Pinochet de coordinar con Puga el plan para las celebraciones de los diez años del golpe de Estado, que duraría tres días.
Una campaña de propaganda a cargo del principal órgano represor y ejecutada por Puga, con un presupuesto que hoy equivaldría a $2.500 millones. El protagonismo que tuvo la CNI tanto en la propaganda como en la organización de los actos de septiembre de 1983, da cuenta de una policía política que no sólo se dedicaba a actividades represivas en contra de opositores, sino que tenía una agenda política y comunicacional orientada a influir en la marcha del régimen.
Álvaro Puga denominaba eufemísticamente a su campaña como la del “sector externo”, en oposición a la acción oficial que lideraba la Dirección Nacional de Comunicación Social (Dinacos), dependiente del Ministerio Secretaría General de Gobierno. Más que complementarse, ambas competían y rivalizaban, al menos a ojos de Puga, que en sus escritos critica duramente a la otra iniciativa y denuncia los intentos ―en general exitosos― de torpedear la suya.
El acto del 9 de septiembre había sido convocado públicamente por Lucía Hiriart y por la esposa del comandante en jefe de la FACh, Elda Fornet de Matthei, mientras un grupo llamado Comando Independiente 11 de Septiembre publicó insertos a página completa en los diarios nacionales, con una convocatoria y un plano de lo que estaba pensado como un desfile de organizaciones afines al régimen. Ese día, uniformados y funcionarios públicos, integrantes de CEMA Chile y Damas de Rojo, Damas de Café, Damas de Azul, Damas de Verde y de todos los colores de voluntarias de obras sociales desfilaron frente a Pinochet.
Si las imágenes de archivo muestran una multitud, en parte es también porque ese día, según reconoció Álvaro Puga en una entrevista de 2010, una vez que los manifestantes pinochetista terminaban de desfilar por la Alameda, “hacíamos dar la vuelta a los pericos” en una esquina para se regresaran por una calle paralela y volvieran a situarse al comienzo de la columna.
Con los índices de aprobación por el suelo y después de meses de masivas protestas, en el gobierno había bastante escepticismo acerca de la convocatoria y se sorprendieron con el resultado. Puga aprovechó ese error de cálculo para cobrar cuentas a Dinacos en un memo de “análisis crítico” a esa campaña: “No creyeron nunca en la posibilidad de que el acto celebratorio del DÉCIMO ANIVERSARIO DE LA LIBERACIÓN NACIONAL se transformara en un gran acto de masas, como pocas veces se había visto en Chile en cuanto a cantidad y en muy rara ocasión respecto a la calidad del acto mismo por la vehemencia y adhesión que mostraban los manifestantes; por lo tanto, ellos no tomaron ninguna providencia al respecto”. Ejemplifica con la falta de amplificación del audio en las calles y con el hecho de que se sugiriera no transmitir el acto por Televisión Nacional.
Las imágenes muestran una multitud desfilando por la Alameda. Puga se jactaba en sus informes de ser el responsable, pero años después reconocería que hacían que la gente se diera la vuelta de la manzana para volver a pasar frente al escenario donde estaba Pinochet.
Hugo Morales Courbis, quien dirigía el canal estatal en esa época, confirma que el entonces secretario general de Gobierno, Alfonso Márquez de la Plata, le dijo que no mandara cámaras al acto, pero tras conversar con los equipos del canal decidieron contravenir la orden. “De repente comienza una avalancha de gente y entre otras aparece mi mamá (en pantalla), porque era Dama de Rojo. Televisión Nacional transmitió en directo y los canales extranjeros lo tomaron. Yo estaba muy contento, salió excelente para los tiempos que se vivían. Fue un año re-contra difícil el 83, a propósito de las protestas”, cuenta hoy Morales.
La transmisión televisiva contaba con la voz en off de un conductor que celebraba con entusiasmo el apoyo al gobierno. Las imágenes grabadas ese día muestran a miles de personas gritando consignas oficialistas. Además de banderas chilenas, la mayoría de los manifestantes portaba la misma pancarta con un retrato de Pinochet, lo que da cuenta de que recibieron los elementos necesarios para un desfile con uniformidad de símbolos. Prácticamente todos los participantes llevan una escarapela tricolor, la que se ve también en el pecho del dictador y su esposa. El símbolo fue diseñado como parte de la campaña de Puga, que mandó a hacer tres millones de escarapelas con el presupuesto que le entregó el gobierno a él y a la CNI.
“Fue profusamente repartida (la escarapela) y el día 9 de septiembre, en la marcha se vio como el signo identificador de la jornada, lo que hizo que todos se sintieran partícipes de la celebración; hermanados en la misma causa y confiados en que los que marchaban a su lado eran de su mismo pensamiento. En momentos en que el país aparece como dividido en fracciones de extrema intransigencia, el factor identificatorio de un sector es enormemente importante y se obtuvo gracias a la escarapela, que además entregó la idea del decenio dentro de ella, incorporando el símbolo nacional de la escarapela, nunca antes usada en nuestro país, como un símbolo más de septiembre”, se felicitaba Puga en otro memo, esta vez un “análisis crítico” de la campaña del “sector externo”, es decir, el suyo, que también era el sector de la CNI.
A fin de cuentas, es la policía política la que está detrás de la campaña paralela de las celebraciones de los diez años del golpe y rivaliza, en las sombras, con los gremialistas, que tienen a cargo las comunicaciones del gobierno.
EL PARTIDO DE LAS SOMBRAS
Las escarapelas tricolores volverían a aparecer en las pantallas de Televisión Nacional al día siguiente, esta vez en un acto que no sólo celebraba a la dictadura, sino que daba origen al movimiento nacionalista Avanzada Nacional bajo el liderazgo en las sombras del agente de la CNI Álvaro Corbalán, cercano a Puga, quien también se uniría al movimiento.
El evento del sábado 10 de septiembre se había anunciado el día anterior a través de una nota breve de El Mercurio. Bajo el título “Vigilia de los jóvenes nacionalistas”, se informaba que en el Cerro San Cristóbal se realizaría un acto de acción de gracia por la paz y la unidad nacional. Luego se reproducía la convocatoria, en que “la «Avanzada Nacional» invita a la mayoría silenciosa del país para que se junte a los pies del cerro y luego iniciar una marcha con antorchas y banderas chilenas, donde se oficiará un servicio religioso”.
Imitando la estética del acto de Chacarillas, que el régimen convocó en 1977 en el cerro del mismo nombre, esa noche de sábado los nacionalistas levantaron antorchas y banderas en una ceremonia que buscaba aprovechar las celebraciones del golpe de Estado para lanzar un nuevo movimiento pinochetista de corte fascista que llegó a tener estatutos y un himno, compuesto por Willy Bascuñán. Según revista Qué Pasa, el lanzamiento fue denominado “Plan Libertad” y utilizaba una particular nomenclatura para denominar la fecha en que se realizaría: 10.2200.SEP.983 (por 10 de septiembre de 1983).
Quien abrió el acto fue el estudiante universitario Hernán Moreno:
“Avanzada Nacional quiere (...) rendir tributo de admiración y respeto a quienes cayeron en la heroica jornada del 11 de septiembre y a los que han dado su vida por la libertad de Chile durante el decenio. ¡Su sangre no se derramó en vano! ¡Su sacrificio jamás será olvidado!”.
Mientras en el discurso de la derecha más tradicional en aquellos días ya era inevitable hablar de cómo transitar hacia la democracia, Avanzada Nacional nacía sin complejos desde la ultra antidemocrática. “¿Acaso permitiremos que nos avasallen mentalmente haciéndonos creer que la democracia tradicional es la única forma de avanzar y progresar?”, preguntó Moreno a los asistentes, cuya respuesta fue inequívoca: “¡Nooooo!”.
Incluso para la revista Qué Pasa, de línea editorial oficialista, el nuevo movimiento era considerado de “extrema derecha”. El medio calificó el estreno de Avanzada Nacional como “sorpresivo y sorprendente”, y a partir de los llamados de Moreno a que Pinochet usara su autoridad con mano dura, interpretó que estaban contra la mayor apertura y el diálogo con la oposición que entonces llevaba a cabo el gobierno. “Su trayectoria, sus militantes y su directiva nacional sorprendería a cualquier lector”, sugería Qué Pasa, que mencionaba a Guido Poli como director y a Marcelo Elissalde como representante legal, pero omitía sus vínculos con los aparatos represivos. Tampoco se nombraba al agente Corbalán, quien desde las sombras jugaba un rol clave en la organización y llegaría a dirigir formalmente el movimiento.
SANGRE, FOLCLORE Y FARÁNDULA
Pese a no tratarse de un acto oficial del gobierno, la ceremonia fue transmitida en directo por el canal estatal, lo que generó controversia. Según el entonces director de TVN, Hugo Morales Courbis, todo se hizo a sus espaldas: “Llegó a verme Álvaro Corbalán, que es un gallo que está muy bien preso y a quien vi esa pura vez”. Corbalán le aseguró que Pinochet iría al San Cristóbal y se enojaría si el acto no se transmitía. Ante la duda, Morales mandó cámaras para grabar. Dice que lo hizo por si acaso necesitaban las imágenes, pero según supo después, Corbalán les dijo a los técnicos que Morales Courbis había ordenado transmitir en directo. Según este último, se enteró al día siguiente, cuando varios periodistas de derecha lo llamaron para preguntarle cómo se le ocurría transmitir algo así. Revista Qué Pasa informó luego que el gobierno incluso inició una investigación para determinar quién autorizó la transmisión. Morales insiste en que fue Corbalán.
Álvaro Corbalán, que llegó a ser jefe operativo de la CNI, ocupaba entonces la chapa de Álvaro Valenzuela. Conocido por mujeriego ―se le veía con la vedette Maripepa Nieto― y amante de la vida nocturna y la música folclórica, en febrero de ese año había estado a cargo de la seguridad del Festival de Viña del Mar, donde se codeaba con los artistas. Su faceta más oscura, en cambio, lo convirtió en responsable de algunos de los peores crímenes de la época.
Pocos meses antes del lanzamiento de Avanzada Nacional, en julio de 1983, Corbalán participó del asesinato del carpintero Juan Alegría, como parte de un plan para culparlo de la muerte del líder sindical Tucapel Jiménez, ejecutada por la CNI. Y sólo tres días antes del evento en el San Cristóbal, el 7 de septiembre, lideró el equipo que montó un falso enfrentamiento en que murieron cinco militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR, en represalia por el asesinato del intendente Carol Urzúa.
Por esos y otros crímenes, Corbalán suma más de 200 años de condena.
UNA CELEBRACIÓN DE UTILERÍA
Las escarapelas de Puga reaparecerían el domingo 11 de septiembre, entre los asistentes a la conmemoración oficial de los 10 años del golpe de Estado. Luciendo la banda presidencial, ese día Pinochet se desplazó en el Ford Galaxie descapotable de la Presidencia, por una Alameda llena de gente, desde La Moneda hasta el edificio Diego Portales, donde pronunció un discurso de noventa minutos que fue transmitido en directo por Televisión Nacional.
Ese día funcionó el acarreo de personas para aplaudir a Pinochet. Así lo atestigua el informe Rettig, que registra la muerte de Pedro Marín Novoa, de 24 años, el 11 de septiembre de 1983. La Municipalidad de Pudahuel convocó a los trabajadores del Programa de Empleo Mínimo (PEM) y del Programa Ocupacional para Jefes de Hogar (POJH) para trasladarlos a los actos de conmemoración. Aunque una vez ahí les dijeron que la asistencia era voluntaria, “se produjeron incidentes entre quienes querían asistir y quienes no” y desde un jeep municipal se disparó contra los trabajadores, matando a Marín Novoa.
Al día siguiente la prensa ignoraría la muerte del joven y recogería como principal anuncio del discurso presidencial el reajuste de 15% de los salarios de los funcionarios públicos, así como la posible realización de un plebiscito sobre el sistema legislativo que tendría el Congreso cuando volviera la democracia.
Sin embargo, la noticia de las celebraciones de los 10 años del golpe de Estado fue opacada en las portadas de los diarios por el triunfo 2-0 de Chile ante Uruguay, en el partido que se llevó a cabo ese mismo 11 de septiembre en el Estadio Nacional, en el marco de la Copa América. “Chile ganó a lo grande”, se leía en el titular principal de La Nación, el diario del gobierno.
Lo que el periódico no contó es que durante el encuentro se escucharon gritos de "¡Y va caer... Y va a caer...!", la más clásica de las consignas contra Pinochet. Eran estudiantes de ingeniería de la Universidad de Chile, apostados en el codo sur del Estadio. "Y en cosa de minutos, la canción comenzó a prender. De los estudiantes pasó a los barristas, el volumen creció y pronto todo el codo sur del Nacional, todo el sector dominado por los hinchas de la Universidad de Chile, repetía el estribillo", relata el periodista Daniel Matamala en su libro "Goles y autogoles: Historia política del fútbol chileno" (Tajamar, 2015). Los ánimos ya estaban cargados políticamente antes del partido, luego de que el retorno de Carlos Caszely a la selección por primera vez desde el mundial de España 82 se frustrara, debido a un veto por sus ideas de izquierda.
Puga y la CNI organizaron una campaña paralela de las celebraciones de los diez años del golpe. Rivalizaban con los gremialistas, a cargo de las comunicaciones del gobierno.
Relatos posteriores de los protagonistas de ese partido dan cuenta de lo tenso del ambiente, tanto por la fecha como por la violencia que se vivió ese día en la cancha. El autor del segundo gol, Juan Carlos Letelier, dijo después que creía que se había agendado el partido ese día para evitar las manifestaciones contra el régimen. Puede que no esté tan perdido, pues en uno de sus memos Puga critica a Dinacos por querer celebrar el 11/9 con un partido internacional. Sin embargo, tras el término del encuentro el mismo Letelier se encontró con barricadas en la periferia de Santiago.
Las celebraciones del régimen se veían bien en la televisión, pero no lograban apagar las protestas que se esparcían por todo el país.
AL SEÑOR MAYOR GENERAL DON HUMBERTO GORDON ---
Álvaro Puga había comenzado a trabajar en su plan de celebración del aniversario en marzo de 1983. Tal como se lo encomendó a Pinochet, sus actividades las coordinaba con el director de la CNI, general Humberto Gordon, a quien había señalado que se requería realizar una campaña propagandística a lo menos 50 días antes del 11 de septiembre. Esta se iniciaba con spots televisivos que difundían el logo de la escarapela con un número 10 en el centro. Debía empezar a transmitirse el 23 de julio, pero cuando llegó ese día, las cosas no salieron según lo planificado.
“Denuncia hechos que indica” es el asunto del memo que Puga dirigió al “señor mayor general don Humberto Gordon” tres días más tarde. Ahí relata que los spots debían transmitirse por Televisión Nacional y por Canal 13, entonces propiedad de la Universidad Católica, pero el director de este último, Eleodoro Rodríguez, no lo recibió hasta dos días antes del lanzamiento de la campaña, el viernes 21 de julio. Rodríguez le dijo que para transmitir necesitaba una carta oficial del gobierno ―después de todo, Puga era un oscuro asesor, sin ningún cargo formal―, por lo que recurrió a Gordon para que interviniera. Según la versión de Puga, Rodríguez no puso inconvenientes cuando Gordon lo llamó para hacer la gestión (probablemente no era fácil decirle que no al director de la CNI).
Sin embargo, cuando al día siguiente llegaron a repartir las cintas les dijeron que Osvaldo Rivera, jefe de la Dirección Nacional de Comunicación Social (Dinacos), había ordenado no transmitir los avisos sin que esa repartición los revisara antes. Nuevamente tuvo que intervenir Gordon, quien se comunicó con el subsecretario general de Gobierno, coronel Fernando Hormazábal, para que diera una contraorden a los dos canales. Tras esa gestión, Televisión Nacional emitió los spots, pero Canal 13 seguía exigiendo una orden superior.
La crisis económica y las decenas de informes políticos que Álvaro Puga escribió durante 1983 no lo distrajeron de la que fue su misión principal ese año: preparar la campaña comunicacional y propagandística del aniversario del golpe.
Las cosas se complicaron aún más cuando Puga le pidió a su hijo, que trabajaba en la gerencia comercial de TVN, que hiciera gestiones a su nombre en Canal 13. Por supuesto, no lo tomaron en cuenta y le dijeron que llamara a Eleodoro Rodríguez. En palabras de Puga, el director de Canal 13 se encolerizó y dijo que no aceptaba que funcionarios de bajo nivel osaran darle órdenes. Como era de esperar, ese sábado el canal no exhibió los spots, pero para sorpresa de Puga, comenzaron a transmitirlos el domingo.
Según el relato de Puga, el lunes su hijo fue citado a las oficinas del subsecretario Hormazábal, quien junto al director de Televisión Nacional le dijo que estaba despedido. Por eso, en su memo le solicitaba a Gordon ayudarlo a revertir lo que para él era una situación injusta y, en caso de no poder, le pedía seguir “el conducto regular” para hablar con Pinochet.
En otro memo, Puga relata el choque con la Secretaría General de Gobierno, que finalmente lo obligó a retirar los spots con la escarapela, pues no coincidía con el logo oficial del gobierno para la conmemoración, que era un número 10 con la estrella en el centro.
Cuarenta años después, el entonces director de Dinacos, Osvaldo Rivera Riffo, no recuerda que Puga haya diseñado una campaña de propaganda, pero sí que lo fue a ver a su oficina en el Diego Portales para ofrecer sus servicios en la campaña del gobierno, donde buscaba tener injerencia directa. Rivera no lo conocía, pero tenía malas referencias suyas, así es que asegura no haber aceptado.
UNA BOLSA LLENA DE PLATA
Dinacos, que estaba a cargo de la campaña oficial, era un reducto gremialista, lo que la hacía blanco frecuente de las críticas de Puga, un nacionalista que además sostenía una abierta pugna con Jaime Guzmán. Sus cuestionamientos eran profesionales, particularmente sobre las estrategias comunicacionales y propagandísticas, pero de fondo siempre estaban las diferencias políticas que traslucían una pugna de poder por ganar cargos e influencia.
Para la celebración de los 10 años del golpe, Dinacos también había preparado spots que mostraban los logros del gobierno. En paralelo se habían mandado a imprimir tres millones de afiches que defendían lo que Osvaldo Rivera llama los principios del gobierno: la libertad, el derecho de propiedad, la justicia y los valores esenciales de la cultura occidental, como la familia. “Hasta el día de hoy he visto el póster enmarcado en algunos pueblos. Es una niñita rubia, bonita, que está con una muñeca en la mano y que dice Esto me pertenece. Y abajo: Defiende el derecho de propiedad”.
A partir de los datos entregados por Puga en sus informes se puede estimar que su campaña tuvo un costo equivalente a $2.500 millones actuales.
Para este reportaje no fue posible contactar al hijo de Puga. Por su parte, el director de Televisión Nacional de esa época, Hugo Morales, no recuerda haberlo conocido y por lo tanto menos haberlo despedido. Lo que sí recuerda nítidamente es la visita que le hizo Álvaro Puga para saldar la deuda de una campaña de propaganda, con toda probabilidad la del aniversario. Uno de los principales objetivos que le había fijado Pinochet ―a quien Morales conoció como su profesor en la Academia de Guerra― era sanear las cuentas de Televisión Nacional, para lo cual importó series exitosas como Shogún y produjo populares telenovelas como La Torre 10. Por eso insistió mucho para que le pagaran esa campaña de propaganda que había exhibido en las pantallas del canal. “Llegó el momento de los quiubos y no me pagaron. Mando mi reclamo y me llega Álvaro Puga con una bolsa llena de plata”, cuenta Morales. “¿A nombre de quién hago la factura?”, le preguntó, pero Puga le decía que no se preocupara, que daba lo mismo. “A lo mejor pensando que yo podía tentarme y no seguir fregando más”, agrega. Preocupado, Morales llamó a otros ejecutivos del canal a la oficina para que fueran testigos de lo que estaba pasando. Finalmente, Puga le dijo que hiciera la factura a su nombre.
UNA REVOLUCIÓN SIN VUELTA ATRÁS
La crisis económica y las decenas de informes políticos que Álvaro Puga escribió durante 1983 no lo distrajeron de la que fue su misión principal ese año: preparar la campaña comunicacional y propagandística del aniversario del golpe de Estado. Su plan era que ese aniversario fuese un hecho político que permitiera valorar la labor del régimen militar en la que a su juicio era su verdadera dimensión, una revolución sin vuelta atrás.
En un memorándum sobre “temas varios”, escrito el 24 de octubre de ese año, Puga se jacta de haber ahorrado $80 millones en la campaña, lo que según él correspondía al 40% de los costos reales. A partir de aquellos datos, se sigue que el costo total fue de $120 millones de la época, es decir, $2.500 millones al valor de hoy.
Los mismos informes permiten hacerse una idea general de en qué se gastó ese dinero, aunque sin los detalles para calcular con precisión si el presupuesto estaba sobredimensionado o correspondía al costo real de los servicios.
En su memo sobre la campaña detalla algunas de las actividades, como una canción que se distribuyó en radios de todo el país, compuesta por Willy Bascuñán (autor de “Los viejos estandartes” y del himno de Avanzada Nacional, como se dijo), instrumentalizada por Miguel Zabaleta e interpretada por la cantante Claudia Muñoz. Competía en el dial con la canción oficial del gobierno, “Chile cumple con Chile”, que según Puga mostraba una situación “idílica e irreal, que cuando la protesta llegó a su punto más álgido ―cada jornada terminaba con muertos y cientos de detenidos―, la realidad obligó a Dinacos a sacar el spot de esa canción y retirarla de todos los medios radiales”. A Puga le parecía “verdaderamente increíble” que Dinacos publicara un inserto en El Mercurio con entrevistas a algunas de las personas que para él más daño le habían causado al gobierno, como Jaime Guzmán (este último guardó el inserto, y se puede ver en el archivo de la fundación que lleva su nombre).
Sabemos, como se ha dicho, que Puga preparó una serie de spots de propaganda que serían transmitidos por Canal 13 y Televisión Nacional 50 días antes del 11 de septiembre. Por las descripciones que hace en sus informes queda claro que su enfoque era el opuesto al de la propaganda preparada por el gobierno, lo que nuevamente generó choques que impidieron transmitir todos las piezas. Tal como las describe en sus informes, las suyas parecen campañas del terror. Él, por ejemplo, hizo avisos que alertaban sobre el terrorismo y el peligro del comunismo, que según su visión tuvieron muy buena recepción, mientras otros que hablaban sobre la violencia en las protestas fueron descartados por el Ministerio del Interior para evitar que complicaran las conversaciones con la oposición, con las que el gobierno buscaba dar señales de apertura.
Puga cuestionaba que, en cambio, los avisos oficiales no mencionaran a Pinochet ni a sus 10 años de gobierno, y que en vez de eso mostraran “situaciones idealizadas que no correspondían en absoluto con la realidad que en esos momentos se estaba viviendo en nuestro país”.
Las intervenciones del gobierno en su campaña hicieron que la evaluación final de Puga fuera algo amarga. “Creemos haber realizado una labor medianamente satisfactoria, debido a los innumerables inconvenientes que se pusieron a nuestra labor”, concluye, enfatizando que si los funcionarios de gobierno lo hubieran dejado hacer, el éxito de su campaña habría sido 10 veces mayor.