¿En qué se parece el fútbol a dios? En la devoción de sus creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales.
Con esta explicación, Eduardo Galeano abre “Fútbol a sol y sombra”, un libro que profundiza en el fenómeno social y universal de este juego que va mucho más allá de lo que ocurre en la cancha.
Durante mucho tiempo la pelota fue objeto de desprecio entre los representantes de las letras y las ideas. Incluso Jorge Luis Borges decía:
–El fútbol es popular porque la estupidez es popular.
A tanto llegaba su encono con este deporte que el mismo día y a la misma hora que se inauguraba el mundial en Argentina en 1978, Borges dictó una conferencia sobre la inmortalidad. Según él, el disfrute de los espectadores no era por el juego en sí mismo, sino por querer ver ganar a un determinado equipo, lo que hace que el fútbol “despierte las peores pasiones”.
Me permito decir que estaba equivocado. El fútbol no es solo ganar, también es admiración por la forma de jugar, es pasión por la camiseta y un amor que se transmite de padres a hijos para toda la vida. Muchos de sus colegas también lo han corregido.
Grandes escritores han caído en el embrujo de la pelota. Algunos han ido más lejos y se han formado en el oficio de escribir como cronistas y ensayistas del balompié. Gracias a ellos el fútbol se ha convertido en un vehículo para encantar a nuevos lectores y en terreno fértil para literatura y periodismo de gran calidad.
Argentina, la tierra de los actuales campeones y quizás el pueblo más fanático del mundo, ha sido la cuna de grandes autores de ficción futbolera. Osvaldo Soriano, Eduardo Sacheri y Roberto Fontanarrosa son quizás los exponentes más importantes. Para mí, el último de ellos, el “Negro Fontanarrosa”, es autor del mejor cuento que he leído sobre amor por la pelota y la camiseta.
19 de diciembre de 1971 se llama la historia que narra todo lo ocurrido alrededor del clásico entre Newell’s y Central de ese año, jugado en Buenos Aires y sobre una ciudad, Rosario, dividida entre los dos equipos. Una historia delirante, con un manejo del humor inigualable, que supo retratar el nacimiento de un mito: luego de ese partido que ganó Rosario Central con un gol de palomita de Aldo Pedro Poy, fanáticos en muchos países se reúnen todos los 19 de diciembre a conmemorar el triunfo. El mismo Poy repite la zambullida año tras año. Incluso lo ha hecho en distintas ciudades del mundo.
En la ciudad de nacimiento de Lionel Messi se vive el enfrentamiento más intenso y la mayor rivalidad del fútbol mundial. No es el Barcelona vs Real Madrid, ni el River vs Boca; es Central contra Ñuls, Canallas vs Leprosos.
El cuento de Fontanarrosa se ha transformado en leyenda. En Chile, Francisco Mouat publicó Paraíso Canalla, una entretenida novela corta que continúa el relato del “Negro”, siguiendo la historia de los personajes y rescatando el delirio y la devoción que la gesta del 19 de diciembre provoca en sus hinchas.
Pancho Mouat, periodista, escritor y librero, fue también director de revistas (Domingo en Viaje y Don Balón) y comentarista de fútbol en radio. Ha escrito varios libros sobre lo que pasa dentro y fuera de la cancha y sobre otros temas, demostrando que las letras y la pelota pueden ser grandes aliados y no ejercicios excluyentes.
La suya es una de las plumas que ha sabido aprovechar al fútbol como el gran generador de historias que es, con héroes, villanos, amor, odio, trampas, injusticias, y todos los elementos que componen los mejores dramas.
De eso también lo sabe bien Juan Villoro, gran escritor mexicano, afirma que esa es justamente la razón de por qué hay muchas más obras de no ficción que novelas y cuentos futboleros. En su colección de ensayos y crónicas “Dios es redondo”, explica:
–Cada cierto tiempo, algún crítico se pregunta por qué no hay grandes novelas de fútbol en un planeta que contiene el aliento para ver un mundial. La respuesta me parece bastante simple. El sistema de referencias del fútbol está tan codificado e involucra de manera tan eficaz las emociones que contiene en sí mismo su propia épica, su propia tragedia, su propia comedia (…). Como el balompié llega ya narrado, sus misterios inéditos suelen ser breves. El novelista que no se conforma con ser un espejo, prefiere mirar en otras direcciones. En cambio, el cronista (interesado en volver a contar lo ya sucedido) encuentra ahí inagotable estímulo.
Grandes escritores han caído en el embrujo de la pelota. Algunos han ido más lejos y se han formado en el oficio de escribir como cronistas y ensayistas del balompié. Gracias a ellos el fútbol se ha convertido en un vehículo para encantar a nuevos lectores y en terreno fértil para literatura y periodismo de gran calidad.
Villoro tiene razón, lo periodístico predomina sobre lo literario cuando de fútbol se trata y dentro de la ficción los cuentos le llevan ventaja a las novelas en cuanto a cantidad. Sin embargo, hay algunas que merecen ser reconocidas, como Fever Pitch, del inglés Nick Hornby, Papeles en el Viento del argentino Sacheri, The Damned United del también inglés David Peace y el ya mencionado Paraíso Canalla de Mouat.
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En el mundo de la crónica, en Chile hay un imperdible: “El Partido de los Valientes”, de Axel Pickett, que narra la odisea de la selección chilena en el repechaje para el Mundial de 1974 a Moscú, días después del golpe de Estado. De ese partido no hay fotos ni videos, porque el régimen soviético ordenó eliminar cualquier registro, lo que hace que el trabajo de Pickett sea aún más relevante.
Y si de darle la relevancia histórica que un determinado evento deportivo merece tener, “El Partido”, del argentino Andrés Burgo ocupa un lugar destacado. Prolífico autor futbolero, Burgo pasó décadas investigando todo lo que rodeó al mítico Inglaterra vs Argentina en México 86. El antes, durante y después del encuentro que consagró a Maradona como uno de los mejores de la historia, con un gol con la mano y minutos después el más lindo de la historia de los mundiales: lo que pasó en las tribunas; la reacción de los ingleses; y lo que ese encuentro provocó en ex combatientes de Malvinas, en un capítulo final genuinamente emocionante.
Argentina es tierra fértil de cronistas y ensayistas futboleros. Entre estos últimos está Martin Kohan y su imperdible “El fútbol y yo”. Kohan, un tipo mesurado y racional según quienes lo conocen, admite en este texto el salvajismo desmesurado que le produce su amor por este deporte. Tanto así que tiene sólo dos escritos sobre el tema, porque prefiere dejar en las tribunas su transformación:
–El fútbol, como digo, me transforma, pero no siempre me transforma para bien. Porque yo no soy xenófobo, sino todo lo contrario; ni tampoco soy homofóbico, sino todo lo contrario. ¿Quién, entonces, que no era yo, fue yo y gritó por mí “Paraguayo hijo de puta” a un arquero que hacía gestos? ¿Quién, entonces, que no era yo, fue yo y gritó por mí “Puto, puto” a un volante rasguñador para peor apodado “Muñeco? Casi nunca soy peronista, pero en más de una oportunidad a coro me declaré “peronista y bostero”.
“En el fútbol y por el fútbol me dejo poseer en cambio, y sin culpa, por ese fantasma tan mentado y tan leído: el de la barbarie”, añade.
Un ensayo que es una especie de mea culpa, mezclado con sus aprensiones de padre fanático que teme –como hemos temido todos los padres fanáticos– que su hijo cruce la línea y se transforme en hincha del archirrival: “Es cierto lo que tantas veces se dice: que cuando nace un hijo nacen también, lo uno con lo otro, y ya desde el primer instante, temores nuevos, inéditos, impensados, indecibles. A mí me sucedió en junio del año 2000. Nació Agustín y, junto con él, entre otros, este miedo: que se hiciera hincha de River”.
“Mis fantasías de padre incipiente padecieron el acecho de este sueño o pesadilla: que mi hijo, al crecer, llegase a ser futbolista; que se propusiera y consiguiera (¡un logro!) jugar en River; que jugara de nueve y consiguiera (¡otro logro!) hacer muchos goles en su equipo; que entre tantos, una tarde, a Boca (¡nada menos!) consiguiera hacerle un gol. ¿Sería acaso capaz yo, el papá, de disfrutar de todos estos éxitos? ¿Sería acaso capaz yo de alegrarme de veras por él? ¿Por él y en contra de mí? ¿Sería capaz yo de quererlo en todo y por todo: de quererlo, como suele decirse, por entero? Pero entonces, por fortuna, llegó el mes de diciembre. Y en el mes de diciembre, dos goles: dos goles de Martín Palermo en Tokio. Boca fue campeón del mundo. Festejamos mi hijo y yo: cada uno y los dos juntos con sendas camisetas de Boca, cada uno y los dos juntos campeones nosotros mismos”, relata el autor.
¿Se imaginan cuán desbordante debe ser una pasión para sacar a flote lo peor de cada uno y, al mismo tiempo, formar un lazo irrompible entre padre e hijo?
Ser de un equipo (nótese el verbo: ser) es más definitorio y decisivo que profesar una religión o ser de izquierda o de derecha. La fe y la política pueden variar durante la vida; el amor por la camiseta no.
También Martín Caparrós, otro escritor argentino, habló de los vínculos familiares del fútbol. Autor de “Boquita, la historia de Boca Juniors” cumplió el sueño de todo padre-hincha-escritor al publicar una nueva edición del libro junto a su hijo, Juan.
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En Chile los fanáticos de distintos clubes tuvimos la suerte de contar con la colección “Amor a la Camiseta”, de Editorial Lolita, en la que distintos autores pudieron escribir “Soy de Católica”, “Soy de la U”, “Soy del Colo”, de la Unión, de Wandereres, de Everton, etc.
Fue un gran éxito de ventas y la demostración que el fútbol es una tremenda herramienta para que grandes y chicos lean. Que disfruten en medio de las páginas. Que mientras sueñan despiertos con goles y atajadas, se encuentren con la pluma y la riqueza de lenguaje de grandes escritores y periodistas.
En el país de los poetas, la poesía tampoco ha estado ajena a este fervor futbolero.
Erick Pohlhammer, hincha de la UC, escribió “Gol a Nadie”, “Soneto para Néstor Ítalo Isella”, “El Fifo”, “Liga Puebla”, “Elogio a Gorosito”, “Oda a Jean Beausejour”, “Oda al taca taca”, “Balada amorosa para no divorciar noviazgo de balompié”, entre otros, y el que para mí es el mejor de todos: “Yo vi jugar a Jesús Trepiana”.
Las obras futboleras de Pohlhammer aparecieron primero en “Pelota muerta” y en la compilación “Helicópteros”, en el que además están otras composiciones como “Vírgenes de Chile” y el aplaudidísimo “Usted”.
Ser de un equipo (nótese el verbo: ser) es más definitorio y decisivo que profesar una religión o ser de izquierda o de derecha. La fe y la política pueden variar durante la vida; el amor por la camiseta no.
En este género también hay literatura especializada, creada especialmente para todos los que nos creemos directores técnicos y queremos aprender más sobre táctica y estrategia: “La pirámide invertida”, de Jonathan Wilson e “Historia de la táctica en el fútbol”, del catalán Martí Perarnau son dos ejemplos de eso.
En cuanto a investigaciones periodísticas, hay de gran nivel y han germinado en distintas partes del mundo. El inglés Simon Kupfer es uno de los grandes exponentes, con su Fútbol contra el Enemigo, y en Chile dos grandes periodistas, Daniel Matamala y Alberto Arellano, con “Goles y autogoles” y “De quién es Chile”, respectivamente, han iluminado el oscuro rincón de la política, los negocios y las sociedades anónimas alrededor de la pelota.
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Las palabras y el balón unidos pueden crear grandes obras: historias, investigaciones y poemas en los que el fútbol refleja los grandes temas de la humanidad. Lo que ocurre en la cancha no solo es deporte, sino 90 minutos que resumen luchas, logros, penas, alegrías, talento y esfuerzo. En resumen, la vida misma.
Por eso nos gusta el fútbol. Por eso nos gusta jugarlo, verlo, ir al estadio y discutirlo en largas noches junto a los amigos, haciendo que lo que ocurre en la cancha se estire y dure mucho más tiempo.Y, ¿por qué no?, por eso nos gusta leerlo.
Lo siento don Jorge Luis, pero la pelota también es parte del infinito Aleph. No se puede entender la vida de millones de personas sin considerar la influencia decisiva que este deporte-fenómeno ha ejercido y ejerce todos los días. Afortunadamente hay otros autores que sí lo entendieron y lo han reflejado magistralmente en su trabajo.