Ensayo

Entre lo mediático y lo político


Ese gran espectáculo llamado Maite Orsini

Una diputada que apuesta por las causas justas y que a menudo ve empañada su labor por el escándalo. La historia de Maite Orsini Pascal no deja de ser de interés público, de esas que pasan de las páginas de política a las de la prensa del corazón y viceversa. Hoy está viviendo el juicio a su militancia por una serie de conflictos ligado a su vida privada.

Pocos saben que dos figuras actuales de la vida política chilena, Maite Orsini y Carolina Arredondo Marzán, compartieron un vínculo televisivo. Ambas interpretaron a Camila Venegas, la hija de 'Paolita' y nieta de los entrañables personajes de Los Venegas, en diferentes etapas de la recordada serie de TVN. Maite dio vida a Camila en su versión infantil, en tanto Carolina asumió el rol después, en su adultez. Fue un curioso cruce de caminos entre quien más tarde se convertiría en diputada y la actual ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Desde esos primeros pasos en la televisión, Maite Daniela Orsini Pascal ha mezclado el protagonismo en el espectáculo con la vocación por cambiar la sociedad desde el progresismo. 

Orsini es prima de la actriz y profesora de yoga Antonella Orsini y está vinculada familiarmente al reconocido actor Pedro Pascal, quien ha alcanzado fama mundial. Según se sabe, no se conocen personalmente. La madre, Maite Pascal, actuó en Sucupira, la telenovela concertacionista por antonomasia.

Maite lleva el espectáculo en la sangre. Y el patrón se repite una y otra vez; como dice Shakira en “Las de la intuición”, un permanente “error convertido en acierto” que la vuelve reconocida en esos programas de farándula que tienen poder político en Chile y que actualmente viven un renacimiento propio de una restauración conservadora.

Hija del empresario Ricardo Orsini Roccatagliata, la actual diputada creció en un entorno de influencias artísticas y culturales en la comuna de Huechuraba, lugar donde aún reside. Su carisma y presencia frente a las cámaras la llevaron a destacar como conductora y participante en programas como Ojo con los niños, Calle 7 y Yingo.

Fue ahí, en 2010, cuando Maite Orsini vivió su primer escándalo de proporciones a ojos de la prensa del chisme, como protagonista de una travesura juvenil en que intentó escalar un edificio y subir al departamento del animador Mario Velasco. El caso alcanzó notoriedad pública y el mismo protagonista dijo que tuvo “un alcance mediático desmedido”. Orsini le pidió a Velasco que no volviera a referirse al tema.

Simplificar a Maite Orsini por esa torpeza juvenil es poco justo. Maite cuenta con una sólida formación académica que respalda su interés por transformar la sociedad. Tras egresar del Colegio San Juan Evangelista, estudió Derecho en la Universidad Finis Terrae y obtuvo su título de abogada en 2015. Lejos de conformarse, profundizó en políticas públicas y seguridad a través de un Magíster en Prevención, Seguridad Urbana y Política Criminal en la Universidad Alberto Hurtado, estudios que alineó con su labor parlamentaria.

Como diputada frenteamplista del Distrito 9, correspondiente al sector poniente de Santiago, Maite ha buscado posicionarse como una representante activa y comprometida con las necesidades y demandas sociales de su comunidad, consolidando su rol en la política nacional.

En este sentido, Orsini ha destacado por su labor legislativa en temas de seguridad, derechos digitales y sociales. Entre sus iniciativas se encuentran el proyecto de ley contra la violencia digital, que sanciona la difusión no consentida de contenido íntimo y el ciberacoso, y su apoyo a la creación de la Fiscalía Supraterritorial, destinada a combatir el crimen organizado. 

También ha participado en el debate de las Reglas de Uso de la Fuerza, abogando por un análisis responsable, y se ha pronunciado en contra de la ley de usurpaciones, alertando sobre su impacto en personas en situación de pobreza. Además, respaldó el avance de derechos reproductivos e impulsó el diálogo sobre la interrupción voluntaria del embarazo en Chile. Su compromiso con políticas progresistas convive con la constante atención mediática que genera su vida personal.

Porque el espectáculo nunca deja de acompañar a Maite. Su vida, constantemente expuesta, alimenta titulares que muchas veces eclipsan su labor parlamentaria. Recientemente, su nombre ha salido a la luz debido a su relación pasada con el exfutbolista Jorge Valdivia, quien enfrenta acusaciones de violación y abuso sexual.

La diputada Orsini fue citada a declarar ante la Fiscalía como testigo de estas acusaciones, lo que hizo surgir un escrutinio significativo sobre su conducta y su papel en el caso.

Maite ha sido acusada de contactar a las víctimas y a la fiscal a cargo del caso, lo que ha llevado al Frente Amplio, su partido, a llevarla ante su tribunal supremo para evaluar su actuación. Además, ha sido criticada por su manejo de la situación, y algunos miembros de su partido expresan incomodidad y preocupación por la forma en que estas polémicas afectan la imagen del partido en la opinión pública.

Vicente Gutiérrez Berner, quien se desempeña como Community Manager en el área de comunicaciones de Maite Orsini, ha sido parte del grupo de profesionales que manejan la imagen parlamentaria de la diputada. Este equipo se compone de varias personas y su labor se limita estrictamente a temas legislativos y parlamentarios, ya que, según señalan, no se involucran en la gestión o cobertura de eventos relacionados con la vida privada de Orsini. Anteriormente, el área comunicacional estuvo a cargo de Pablo Paredes, hoy responsable de las comunicaciones del gobierno del presidente Boric.

La preocupación por los conflictos mediáticos de Maite Orsini, que incluyen persecuciones en terreno de programas chismosos como Primer Plano (que llegó a enviar un corresponsal a Panamá para cubrir sus reacciones mientras ella se encontraba en ese país) revelan que cada día se cruza otro límite en su intimidad, proceso que ha afectado salud mental. Así ocurrió la descompensación que ella sufrió cuando los tribunales decretaron una nueva prisión preventiva para Jorge Valdivia, un tipo que pasó de tener fotos con el expresidente brasileño Bolsonaro a estar en pareja con Maite y usar poleras del escritor Pedro Lemebel en su programa deportivo de televisión.

Los problemas que han surgido de su relación sentimental con Valdivia no dejan de agravarse. En los últimos días se supo que, como diputada, Orsini se comunicó mediante mensajes de WhatsApp con la fiscal regional Lorena Parra para alertarla sobre la filtración de una llamada telefónica relacionada con las acusaciones de violación contra el exfutbolista. Este contacto fue considerado inapropiado por expertos y políticos, ya que podría interpretarse como un intento de influir en el caso. 

La situación ha generado críticas transversales hacia Maite Orsini, no solo por la informalidad de su comunicación, sino también por un posible abuso de poder debido a su posición como diputada. No es la primera vez que ella se enfrenta a un caso de este tipo: primero fue la solicitud de silencio a Mario Velasco, y en 2023 otra a Carabineros sobre derechos vulnerados de Jorge Valdivia durante un control policial, lo que refleja un patrón de comportamiento.

Hoy muchas voces dentro del Frente Amplio consideran que sus acciones ponen en duda su rol como diputada y que son contrarias a la ética, y han solicitado que se aclaren los hechos e incluso se debate su expulsión del partido. 

Antonia Orellana, ministra de la mujer y voz fuerte dentro del FA, sostuvo públicamente que la actitud “es muy reprochable” y que excedió los límites de intervención en el caso. Además, Maite Orsini contactó al expresidente del Consejo para la Transparencia, Francisco Leturia, para exigirle disculpas públicas tras sus críticas sobre su actuación.

Hoy Maite enfrenta fuego amigo y externo. El gran espectáculo donde no era necesario que estuviese expuesta (mal que mal era una expareja) hace pensar que su protagonismo mediático una vez más ha eclipsado su labor parlamentaria. 

La trayectoria de Orsini, marcada por una constante oscilación entre el espectáculo y la política, parece haber alcanzado un punto crítico. Su partido, el Frente Amplio, se encuentra en la difícil posición de tener que evaluar las acciones de una de sus figuras más reconocidas, mientras intenta mantener su imagen de integridad y compromiso con la justicia. Lo que sí parece claro es que la actual diputada deberá ceder su cupo en el Distrito 9 y no podrá ir a la reelección.

El caso de Maite Orsini plantea preguntas más amplias sobre los límites entre la vida personal y pública de los políticos, especialmente en la era de las redes sociales y la hiperconectividad. ¿Hasta qué punto las acciones privadas e íntimas de un representante público deben ser objeto de escrutinio? ¿Cómo equilibrar la transparencia necesaria en la función pública con el derecho a la privacidad?

Mientras estas interrogantes persisten, la trayectoria de Maite Orsini parece un ejemplo muy claro de cómo la política y el espectáculo han borrado sus fronteras. Lo que queda por ver es si ella logrará superar el adverso juicio público y reconstruir su imagen como una parlamentaria comprometida durante los meses que le quedan en el Congreso. Porque, aunque se diga que “el espectáculo debe continuar”, la política exige algo más que eso. Mucho más que eso.