La novedad es insólita: la República Islámica de Irán atacó directamente al Estado de Israel. Cerca de 350 drones y misiles provenientes de Irán, Iraq, Siria, Yemen y Líbano sobrevolaron el cielo israelí el sábado por la noche. La contundencia del gesto representó su rasgo más original: hasta entonces, los únicos enfrentamientos entre ambos países habían involucrado a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y fuerzas pro-iraníes. Para Israel, Irán no es un enemigo cualquiera, sino probablemente el mayor, el que apoya a Hezbolá y Hamas.
Los dispositivos fueron interceptados con éxito por el sistema de defensa aérea israelí y aliados como Estados Unidos, Reino Unido y Jordania. Según el portavoz del ejército, Daniel Hagari, apenas afectaron una base militar en el sur del país. Al cierre de este texto, solo se conoce a una niña herida de gravedad en Israel. Muchos analistas indican que, a la luz de su alcance, el hecho constituyó más la mímica de un ataque que un ataque real. No obstante, el temor a una Tercera Guerra Mundial circuló fuertemente en las lecturas sobre la situación. ¿Es entonces un ensayo de guerra menos peligroso que una guerra en sentido estricto?
El preludio del ataque
1.
El ataque se produjo como consecuencia obvia de otro hecho reciente: a comienzos de mes, Irán responsabilizó a Israel de atacar un edificio de su embajada en Damasco, provocando la muerte del comandante de las Fuerzas Al Quds, Mohammad Reza Zahedi, junto a otros seis oficiales de alto rango de la Guardia Revolucionaria.
Esta agencia, que se enfoca en la administración y ejecución de obras de infraestructura de envergadura en Irán, también representa sus intereses militares en el extranjero “exportando” la revolución a países regionales apoyando y entrenando aliados contra enemigos comunes (entre ellos, Israel). Precisamente, Zahedi era un blanco estratégico para las FDI ya que se le adjudicó el rol de orquestador de los ataques perpetrados por Hezbolá contra este país desde Líbano y Siria.
Desde que Irán ejerce una participación militar destacada en la guerra civil en Siria, los ataques esporádicos atribuidos a Israel contra blancos militares estratégicos son recurrentes. En compensación por la falta de una solución política por parte de la dirigencia partidaria, las autoridades militares israelíes consideran que la victoria sobre un enemigo que no puede ser eliminado plenamente debe permutarse por otro objetivo: neutralizar su poder de fuego, mostrando cierta eficacia frente al costo de una guerra total.
2.
No es novedad que la represalia iraní fuera harto anunciada. Es más, se estima, en virtud de este carácter “cantado”, que el tenor de las declamaciones sólo fueron un gesto de búsqueda para satisfacer un ánimo de venganza interno para restituir cierto sentido del honor mancillado. Esta no es la primera vez que Israel destruye un convoy armado iraní, frustra una entrega de armas de Irán a Hezbolá o ataca una base militar con presencia de oficiales de la Guardia Revolucionaria en Siria. El incidente trasciende el contexto actual de guerra entre las FDI y Hamas, y tampoco es la primera vez que Irán clama venganza.
La economía política del ataque
3.
La alta publicidad de esta respuesta se combinó con un tono exacerbado que puso a los sistemas de defensa regionales y globales en un estado de alerta extremo. El gobierno iraní fue convincente en ser tomado en serio también por la reacción vista en declaraciones de mandatarios, ministros de exteriores y autoridades militares de todo el globo que plagaron titulares de periódicos y circularon en redes sociales.
El domingo trascendieron declaraciones concretas de la misión iraní ante las Naciones Unidas. Concluido el bombardeo, dan por resuelto el asunto. Eso sí, llaman a Estados Unidos a no meterse y a Israel a no devolver el golpe. El portavoz de Exteriores iraní instó a apreciar la “contención” de Irán en un alegato de legítima defensa, responsabilizando a Occidente por el ataque.
El líder supremo de Irán, el ayatolá Jamenei, publicó un curioso mensaje en su cuenta de X (ex Twitter) escrito en hebreo. La leyenda, acompañada por una postal del fuego que sembró en el cielo de Jerusalén la noche del sábado, dice: “La sagrada [se refiere a dicha ciudad] estará en manos de los musulmanes, y el mundo musulmán celebrará la liberación de Palestina”.
Es así que, en vistas del tiempo concedido a Israel y aliados de prepararse para el ataque, surge la lectura de que nunca existió una intención “real” de escalar a un plano de guerra total. En cambio, puede tomarse como un ejercicio de qué pasaría si fuera Irán, y no ya un proxy, quien ensayara la coreografía de medición de fuerzas. ¿Sería más eficaz un ataque ejecutado por Irán que por los hutíes o Hezbolá? Cada uno de estos aliados tiene, después de todo, intereses y enemigos propios. ¿Cómo reaccionaría el mundo ante el guiño de un Irán en pie de guerra? ¿Cuál es la economía política de esta praxis?
Quizás la clave esté en considerar estos gestos como logros dirigidos a públicos específicos. Del lado iraní, la mencionada restitución del honor para con sus sectores más conservadores; del israelí, una defensa exitosa que un gobierno repudiado pueda presentar como victoria.
Alerta en mares y cielos, alianzas y alineamientos inconfesos
4.
El ataque y sus repercusiones permitieron a cada actor evaluar la eficacia de sus discursos para concitar apoyos y observar los márgenes de maniobra: qué tanta capacidad de daño real ejerce uno, qué tan eficaz y prontamente puede el otro defenderse, y contando con qué asistencias indispensables. Y si todo esto fuera una mímica, no obstante, el hecho insólito ocurrió y consecuencias, presuntamente no buscadas, pudieron haber desatado hechos catastróficos igual de imprevistos.
El ataque iraní —y previo a ello la incautación del MSC Aries, un barco de carga con bandera portuguesa cerca del Estrecho de Ormuz— contribuyó a exacerbar un ya turbulento clima en los mares. A partir del 7 de octubre, desde Yemen, los hutíes, armados por Irán, provocaron con sus bombardeos que el tráfico comercial del Mar Rojo al Mediterráneo tuviera que vadear el continente africano, aumentando los costos de transporte. Mientras Estados Unidos ya ha reposicionado buques de guerra, la Marina Real británica, que ya tuvo incidentes de incautaciones de barcos con Irán, se mantiene expectante.
5.
El apoyo internacional al gobierno israelí ha menguado notablemente con el correr de los meses y la profundización de la crisis humanitaria en Gaza. El deterioro exponencial de la legitimidad del uso de la fuerza en clave de legítima defensa contra Hamas se manifestó en la creciente impaciencia del gobierno de Joe Biden en torno a la irresolución del conflicto y a las frustradas entregas de ayuda humanitaria a los civiles gazatíes. Biden, que enfrenta presiones propias por las elecciones presidenciales, también debe conciliar el malestar que causa el respaldo a Netanyahu en su partido.
Y así, ante un Israel aislado en su momento de mayor necesidad, el país encontró una rápida e infaltable asistencia de aliados que desempeñaron un rol destacado en interceptar los proyectiles iraníes. Además, organizaciones como el G7 y la OTAN repudiaron el ataque, mientras que el gobierno chino lo emparentó con la situación en Gaza y el Kremlin criticó la obstrucción de Occidente en la condena al supuesto ataque israelí contra la embajada iraní en Siria.
6.
Biden —que insta a Netanyahu a no responder al ataque y a considerar este momento como una oportunidad para rediseñar su estrategia en Gaza— convocó a líderes del Senado y de la Cámara de Representantes para discutir un paquete de ayuda para Israel por más de US$14 mil millones. El incidente no sólo modifica el aislamiento israelí sino que puede fortalecer alianzas en contra de Irán, aún cuando estas sean cautelosas.
El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, coordinó esfuerzos con sus pares de distintos países, incluidos algunos países de Medio Oriente. Jordania cumplió un papel notable, interceptando exitosamente misiles iraníes. Otros vecinos se limitaron a manifestar su repudio ante una posible escalada regional, como Qatar (socio norteamericano y a la vez de Hamas, mediador en la actual guerra), Arabia Saudita (aliado no declarado de Israel), Egipto (país aliado) y Turquía (cuya relación con Israel oscila entre acercamientos y malestar). Lo propio hicieron quienes refrendaron los Acuerdos de Abraham y que oficializaron sus relaciones diplomáticas con Israel: Bahréin y Emiratos Árabes Unidos.
De estos países, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar ofician de interlocutores entre las partes ya que representan factores de peso que el propio gobierno iraní no puede desestimar. Sin embargo, aunque existieran llamadas de rigor entre el ministro de Exteriores saudí con su par iraní, Hossein Amir-Abdollahian, medios israelíes como Jerusalem Post indican que Jordania probablemente no fue el único país árabe que detuvo misiles en la línea de fuego, aunque no puedan revelarse de qué países se trata ni, por tanto, comprobarse qué tan fehaciente sea esta observación.
7.
Si bien este domingo las autoridades militares israelíes fueron ambivalentes respecto a cómo y cuándo responder (por el momento no devolverán el golpe), sí se habla de buscar una alianza regional contra Irán. Es decir que el aislamiento israelí puede potencialmente revertirse y la solidez de alianzas comprometidas por la cuestión palestina puede reactivarse: no los unirá el amor, pero quizás sí el espanto contra un vecino regional indigno de confianza en el Golfo que aspira a poseer armas nucleares. Este temor podría acercar posiciones entre el Mundo Árabe e Israel, aún cuando la situación con los palestinos no permita enunciarlo.
¿Están Irán e Israel en condiciones para una guerra total?
8.
Aunque la probabilidad de un enfrentamiento inusitado causara la expectativa de una Tercera Guerra Mundial —y no es la primera vez que muchos se apresuran a anunciar su advenimiento—, ni Israel ni Irán están en condiciones de encarar una guerra total entre ellos. En Irán muchos habrán celebrado la venganza contra “el pequeño Satán”, pero miles desdeñan de hace años a un régimen hierocrático (con superioridad del poder religioso) empecinado en perseguir las libertades de minorías (como las de los baluchis) y los derechos de las mujeres, como se observa en movilizaciones masivas cruentamente reprimidas desde la oleada de asesinatos sucedidos al de la joven kurda, Mahsa Amini, en septiembre de 2022.
En marzo, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU compartió hallazgos de una Misión Internacional Independiente que atribuye al gobierno de Irán responder a las protestas con repertorios que “incluyen ejecuciones extrajudiciales e ilegales y asesinatos, uso innecesario y desproporcionado de la fuerza, privación arbitraria de libertad, tortura, violación, desapariciones forzadas y persecución de género”.
Las amenazas institucionales del gobierno iraní contra expresiones en solidaridad a Israel, y el advertir que se tomaría cualquier crítica al ataque contra este país como una señal de un ciberataque israelí, hacen que la oposición -perseguida- encuentre dificultades en expresar sus críticas abiertamente. Y si las cargas de la inflación y el desempleo pesan sobre una deprimida economía apaleada por sanciones internacionales, la moneda podría devaluarse más como consecuencia del ataque.
Otro elemento importante para sopesar el margen de legitimidad con el que cuenta el régimen iraní para perseguir el costo material, humanitario y simbólico de una guerra total con Israel y aliados occidentales —y prospectivamente regionales— fueron las elecciones parlamentarias de este año. Una baja participación (apenas el 41%) refleja el creciente desencanto popular con el sistema y la incredulidad de un cambio ostensible a través de las urnas. El clima de restricciones y descalificación contra candidatos opositores no alcanza para sostener la fachada de legitimidad electoral con la que el régimen explica a su población onerosas campañas militares en el extranjero.
La situación en Israel no es mucho mejor. Netanyahu se aferra más desesperadamente que nunca a aliados hiper nacionalistas de extrema derecha para postergar procesos judiciales que lo acechan de hace años, para enfrentarlos en un clima donde su papel en la historia será evaluado con total severidad en virtud del trauma colectivo que su pueblo sufre desde el 7 de octubre de 2023. La guerra continúa y no se cumple el objetivo de recuperar a los rehenes que ni siquiera Hamas admite poder devolver con vida. La sociedad y los familiares de las víctimas claman por respuestas urgentes.
De hecho, antes de que se produjese el pogrom de octubre, las protestas contra Netanyahu se sucedían cada semana. En la víspera del ataque iraní multitudes salieron a la calle demandando un llamado inmediato a elecciones. Esto no deja de ser significativo: ocurre en ausencia de liderazgos alternativos que representen esta vocación de cambio. Es decir, para muchos es mejor cualquier gobierno que este gobierno. Mientras, es cada vez más difícil retirarse de Gaza sin asegurar una victoria militar —ahora sí decisiva— sobre Hamas. Con un prestigio derrumbado, en crisis económica y con una sociedad extenuada por los bombardeos desde Yemen, Líbano y Siria, este puede ser el momento de recomponer compromisos intercomunitarios y multisectoriales hacia adentro, en pos de embarcarse en futuros esfuerzos dialoguistas y de reconciliación con los palestinos.
Urgido por la presión norteamericana, el gobierno israelí pareciera contenerse y postergar la respuesta contra su enemigo, que admite dar por cerrado el asunto; sabemos que no es así, aunque ninguno pueda asumir el reto que supone la contienda. Por ahora, tal posibilidad permanece como virtualidad. Puede que los hechos del sábado constituyeran una mímica pero la dinámica relacional entre las partes sigue siendo la de enemigos inscriptos en una espiral de violencia.
A Israel se le presenta ahora una oportunidad para encontrar una salida de Gaza y recuperar un camino de construcción democrática hacia adentro que, eventualmente, permita encarar un proceso de paz con los palestinos. La población iraní tiene frente a sí la oportunidad de reaccionar ante esta circunstancia para oponerse a un régimen que al ensayar la dinámica de un ataque insólito, expone a su sociedad a un mayor aislamiento y malestar. Tal vez asistimos a un piromaníaco ejercicio de demostración de fuerzas y, aunque es deseable que solo sea eso, no por ello el mundo deja de ser un lugar más inseguro. Quizás es momento de que las sociedades civiles de ambos países encuentren más elementos en común para desactivar la percepción del otro como un enemigo y ensayar una nueva coreografía en la región.