Para los científicos era conocido que la caída constante de gotas de agua puede terminar erosionando superficies tan duras como las de una roca. Lo enseñan en las escuelas o aparece de vez en cuando en alguna película en donde una persona, imposibilitada de moverse, es acostado boca arriba mientras cada dos segundos le cae una gota en su frente hasta provocar una herida o la locura.
Lo que no sabía nadie era por qué algo aparentemente suave y fluido podía tener un efecto tan grande en las superficies duras. Y es que, hasta hace algunos años, el impacto de las gotas sólo se había analizado por medio de cámaras de alta velocidad que no permitían descifrar qué era lo que sucedía.
En 2022, los que tomaron la iniciativa de estudiar el fenómeno fueron académicos de la Universidad de Santiago de Chile y la Universidad de Minnesota. Desarrollaron una técnica microscópica de estrés de alta velocidad que finalmente permitía medir la tensión y la presión que genera el impacto: las partículas de agua que están en la panza de la gota que cae quedan atrapadas entre las que vienen más arriba, que siguen cayendo implacables con su velocidad original. Cuando llegan a la superficie de una roca, las primeras partículas de esta gota intentan escapar frenéticamente hasta superar la barrera del sonido y reventar hacia los costados. Un boom sónico.
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- Con la propuesta de nueva Constitución, lo primero que va a suceder es que los derechos de agua van a pasar a ser autorizaciones de uso que pueden ser caducables (...) Entonces van a haber prioridades de uso, que es lo que no existe hoy. Y la primera prioridad es el consumo humano y el caudal ecológico. La segunda prioridad, la agricultura familiar campesina, y lo que resta, no es cierto, de agua disponible, se tiene que distribuir entre las grandes empresas.
Probablemente, del tercer episodio de “Sacrificadas”, eso sea lo más angustiante que escuché de quienes viven con cien litros de agua por día. Incluso después de haber escuchado en el podcast que los habitantes de Petorca, hace unos pocos años, vivían con veinte litros, a veces cuarenta. Que tienen que reutilizar el agua con la que lavan la ropa o la loza. Escuchar que el agua es capturada en pozos ilegales tapados por ramas para que nadie los encuentre…
Porque no solo hace recordar los miles de insultos que se publicaron en redes en contra de quienes habitan la comuna y el resto de las denominadas Zonas de Sacrificio en las que ganó el Rechazo, sino también porque por primera vez en cuarenta años la naturaleza y el agua y gran parte de los bienes naturales pudieron ser objeto de derecho instaurados en una nueva Constitución para Chile y eso no se aprobó. Y sobre todo, porque solo en el último y pequeño punto de las doce bases constitucionales que van a delimitar una nueva propuesta de Carta Magna aparece nombrada la naturaleza: "Chile se compromete constitucionalmente al cuidado y la conservación de la naturaleza y su biodiversidad". ¿Y el agua?
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- Este es el río Ligua, esta es la caja.
-Sí, sí. Estamos caminando en medio del río. En medio de este pedregal en realidad; un pedregal más que un río.
Lo primero que se escucha son pasos. Luego la voz de Verónica Vilches, activista medioambiental y luego la de la narradora, Blanca Lewin.
En Petorca, la historia de la falta de agua comienza cuando esa palabra apareció en el país acompañada de otras: privada, propiedad y dominio. En 1981, el Código de Aguas separó el agua de la propiedad de la tierra. La dictadura de Pinochet entregó sus derechos a empresas nacionales y extranjeras y el país se convirtió así en el único en el mundo con sus aguas privatizadas. La historia de falta de agua en Petorca inicia cuando esta comenzó a salir en forma de gotas.
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Al ser una zona montañosa y poseer un clima árido, en la década del noventa se comenzó a utilizar en las zonas agrícolas el riego por goteo, sobre todo para regar los miles de paltos plantados en la comuna. La técnica fue inventada en 1959 por el ingeniero israelí Simcha Blass que, con la llegada de los plásticos modernos después de la Segunda Guerra Mundial, mejoró el invento utilizado por siglos con microtubos donde pasaría el agua hasta llegar a un gotero para ralentizar su velocidad. Su objetivo: lograr que esas gotas llegaran directamente a las raíces y así obtener mayor productividad.
-¿Cuántos litros de agua se lleva el cultivo de palta? 400 por kilo- dice Lewin.
- ¿Qué hace usted sin agua?- señala Verónica. Llegue un día a su casa y corte el agua totalmente y vea qué hace.
En Petorca, la historia de la falta de agua comienza cuando esa palabra apareció en el país acompañada de otras: privada, propiedad y dominio. En 1981, el Código de Aguas separó el agua de la propiedad de la tierra. La dictadura de Pinochet entregó sus derechos a empresas nacionales y extranjeras y el país se convirtió así en el único en el mundo con sus aguas privatizadas. La historia de falta de agua en Petorca inicia cuando esta comenzó a salir en forma de gotas.
Para el plebiscito, con bastante ingenuidad, muchos pensamos que en estas zonas, donde los recursos naturales son escasos o están contaminados, el Apruebo iba a ganar. Muchos también pensamos que el Apruebo iba a ganar en varias partes más, porque consagraba una serie de derechos sociales, humanos y naturales que sus habitantes les habían exigido desde el retorno de la democracia. Sin embargo, eso no ocurrió. En el caso del agua, en la propuesta se establecía que el derecho humano y al saneamiento suficiente, saludable, aceptable, asequible y accesible: “Es deber del Estado garantizarlo para las actuales y futuras generaciones”. Y en el caso de los bienes comunes naturales, el Estado hubiera tenido un deber especial de custodia con el fin de asegurar los derechos de la naturaleza y el interés de las generaciones presentes y futuras. ¿Esos bienes? El mar territorial y su fondo marino; las playas; las aguas, glaciares y humedales; los campos geotérmicos; el aire y la atmósfera; la alta montaña, las áreas protegidas y los bosques nativos; el subsuelo, y los demás que declaren la Constitución y la ley.
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En Quintero y Puchuncaví en algún momento el agua también llegó en camión aljibe. Especialmente en el poblado de Ventanas, porque no fue sino hace algunos años que recién la gente pudo empezar a tomar agua potable desde la llave de su casa. Una vez, Mónica Arroyo me contó que cuando era pequeña, en Ventanas, para tomar agua potable tenían que tener tambores en las casas y recibir las mangueras de los camiones aljibes o encaramarse con bidón en mano en los estanques que colocaban en la plaza para tomar agua dulce y cocinar. El agua de la llave salía salada, y en cada lavado hacia tornar de color café a toda ropa blanca que hiciera contacto con el líquido. Había veces que el agua de no salía de color café, ni tampoco transparente.
Mónica era hija de uno de los denominados hombres de verdes, aquellos trabajadores que entraron entre 1963 y 1977 a la Fundición y Refinería de Ventanas, una de las primeras empresas que se ubicaron en el actual parque industrial que cruza ambas comunas. Cada vez que su papá, Gabriel, llegaba a la casa directo al baño para tratar de sacarse algunos de los contaminantes de la fundición, o cada vez que su madre tomaba esa ropa y trataba en vano de sacarle la mugre, el color del agua se tornaba del mismo verde que el cobre oxidado.
Mónica y su madre, Carmen, más tarde se incluirían en una asociación de exfuncionarios y familiares para luchar contra quienes sean responsables de la muerte de los trabajadores mediante una querella por cuasidelito de homicidio múltiple y lesiones graves o gravísimas.
A diferencia de Petorca, en Quintero y Puchuncaví la sequía del agua no es el mayor de todos los problemas, a pesar de la escasez hídrica que ha afectado dramáticamente el crecimiento de las praderas para el alimento de sus animales, la cuestión para la mayoría de sus habitantes nunca ha estribado eso, en el ‘Chernobyl chileno’ el problema radica en que las nubes no están compuestas por agua y las olas del mar son de carbón.
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Claudia Tapia fue profesora de la Escuela de La Greda. Al igual que Mónica y que su papá -que trabajó en la fundición- falleció producto de un cáncer.
Hace casi tres años tuve la oportunidad de conversar con ella, por teléfono. Estábamos en la primera etapa de la pandemia y la enfermedad ya se había ramificado en varias partes del cuerpo. Ella era profesora de la escuela de La Greda, un poblado a unos cuantos metros de Ventanas y en marzo de 2011 una nube gris de anhídrido sulfuroso proveniente de la fundición la cubrió a ella, al resto de los docentes, y a los cientos de niños que en la mañana el 23 de marzo estaban en clases. En los días posteriores, en su cuerpo le encontraron 38 microgramos de arsénico y 1.8 microgramos de plomo. Los mismos componentes que se encuentran en grandes cantidades en el agua de la zona junto con el cromo, zinc, mercurio, y vanadio.
- Mira la contaminación es un enemigo silencioso que va entrando en tu cuerpo, tú no te vas dando cuenta y de repente explotas. Y cuando explotas ya no hay nada que hacer, porque cuando te lo descubriste, el cáncer lo tienes por todos lados -dice Katta Alonso, activista medioambiental y la protagonista del segundo episodio “Sacrificadas”.
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Con fecha de 6 de abril de 2022, y luego de pasearse por los pasillos del Congreso durante diez años, se publicó en el Diario Oficial y entró en vigencia la Ley N° 21.435 que reforma el Código de Aguas. Así, por vez primera desde 1981, el Estado avanzaba priorizando su uso para el consumo humano priorizando su uso para el consumo humano, al agua potable, el saneamiento, la seguridad alimentaria y el desarrollo productivo local.
El 7 de junio de 2022, luego de una serie de intoxicaciones en Quintero y Puchuncaví en las semanas anteriores, anunciaron el cierre en un plazo máximo de cinco años de la Fundición de Ventanas, a casi sesenta años de su inauguración. Fue un anuncio histórico, varios fuimos los que celebramos el cierre, era una de las empresas del cordón que más eventos de contaminación generaba, es cierto. Pero por más buenas que estas acciones parezcan, lo cierto es que de momento, cuando se trata de derechos, lo único que tenemos son tres líneas en la actual Constitución, la de dictadura, que establece el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación y que el Estado tiene el deber de velar para que este derecho no sea afectado y tutelar la preservación de la naturaleza. Las mismas líneas que han estado presente en las últimas décadas cuando Petorca se quedaba sin agua y en Quintero y Puchuncaví las personas se desmayaban.
A diferencia de Petorca, en Quintero y Puchuncaví la sequía del agua no es el mayor de todos los problemas, a pesar de la escasez hídrica que ha afectado dramáticamente el crecimiento de las praderas para el alimento de sus animales, la cuestión para la mayoría de sus habitantes nunca ha estribado eso, en el ‘Chernobyl chileno’ el problema radica en que las nubes no están compuestas por agua y las olas del mar son de carbón.
¿Cuál sería la gran diferencia entre la actual Constitución y las bases para escribir una nueva? No mucha, porque entre velar y comprometer no hay muchos cambios. Y tomando en cuenta que los “expertos” para escribir un anteproyecto fueron elegidos por cuoteo político por el mismo parlamento que demoró diez años en cambiar el Código de Aguas, es probable que todo siga igual.
Y cada vez que escuchemos o recordemos los días en que pensábamos que íbamos a tener la primera Constitución ecológica del mundo, o veamos en la televisión que un nuevo iceberg de 1.550 kilómetros cuadrados, de casi tres veces la ciudad de Madrid se desprendió de la Antártida, la angustia volverá. Más flagelante que nunca, caerá repetitivamente sobre nosotros, doliéndonos gota a gota.
*Crédito ilustración: Harol Bustos