Intenta escuchar, son los ruidos que conducen hacia otra ciudad
Él mató a un policía motorizado
Salvemos Quirilluca dejó de ser una organización que solo acumulaba rabia. Escribieron cartas, ingresaron recursos, se reunieron con autoridades, realizaron solicitudes por transparencia, lograron apariciones en medios de comunicación, se asesoraron con expertos. Y cada día estaban más seguros que el anterior. Todo, por un proyecto. Uno que resultaba incompatible con la conservación medioambiental de Quirilluca. Por definición.
Principalmente, por dos conceptos clave: arsénico y agua.
Un proyecto llamado Maratué.
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Caminar por las dunas de Quirilluca es recorrer la capital de un imperio que todavía no ha nacido. Senderos dibujados por el paso del tiempo se enredan entre sí. Mis pies se ahogan en sus arenas cálidas mientras unas veinte aves, entre gaviotas, jotes y yecos, vuelan por el cielo, que se destiñe de un celeste a un bronceado que presagia la tarde. A mi izquierda, la inmensidad del océano bajo el acantilado dibuja la línea del horizonte. A mi derecha, un frondoso bosque verde lleno de litres, boldos y maitenes se erige rebelde contra la sequía de la Quinta Región. Son cuadras y cuadras de un vacío majestuoso.
Converso con Rosa, que vive hace unos años en el lugar junto a Ian, su pareja. Luce su cabello grisáceo combinado con ropa de colores, como una expresión de quien dejó atrás la ciudad. Para siempre. Él es un canadiense delgado, pero vigoroso. Se mantiene físicamente atlético y no demuestra sus ochenta años de edad. Rosa me cuenta que levantaron su casa juntos y que construyeron su propio invernadero. Con Ian disfruta caminatas interminables por los pasadizos naturales de la zona. «Mi diario vivir es de mucha tranquilidad y paz, especialmente en estos meses del año», me dice.
No todo es paraíso. Quirilluca está ubicada en medio de uno de los sectores más azotados de Chile: la bahía Quintero-Puchuncaví. Allí, una delirante máquina trabaja ininterrumpidamente desde hace décadas, en nombre del desarrollo y la productividad. Se trata del Parque Industrial Ventanas (PIV), un complejo que ha tenido de todo. Una refinería, un terminal de combustible y asfalto, plantas de resinas y lubricantes, una fundición y una serie de centrales termoeléctricas. En su conjunto han contaminado el agua, el suelo y el aire en total impunidad. Como en 2011, cuando 128 niños y niñas de la Escuela La Greda se intoxicaron por respirar contra su voluntad el humo venenoso de la Fundición Ventanas. Un Chernobyl criollo. «Puchuncaví ya está considerada una zona de sacrificio y lo único que nos está quedando para contrarrestar ese impacto es el pulmón de Quirilluca», asegura Rosa.
Ricardo es sociólogo. Usa lentes ópticos de marco negro sobre su nariz torcida. Un bigote delgado perfila su sonrisa amigable y juvenil. Vive en una localidad rural de menos de 800 habitantes llamada La Chocota, a un costado del sector Ventanas. En 2021 sus vecinos lo eligieron concejal de Puchuncaví, luego de cuatro años liderando la organización Salvemos Quirilluca. Al igual que Rosa, cuando le pido que me cuente de este lugar, su pensamiento primigenio es «su valiosa biodiversidad y patrimonio natural», como quien describe el último árbol de un arrabal urbano. La esperanza que va quedando.
Aquí, en medio de los acantilados de Quirilluca, más de doce mil aves migratorias encontraron un hogar, convirtiendo al roquerío en la única zona de nidificación del Piquero en Chile. Observar a estos pájaros de pecho blanco y alas oscuras educando a sus crías sobre las rocas emociona, como un final de película que pides que no se acabe nunca. Antes de venir leí que a vece se ven chungungos. Una especie de nutria en peligro de extinción que encontró en la bahía de Quirilluca un lugar donde descansar. Su lugar seguro.
«El gran objetivo es declarar esta zona como el primer Santuario de la Naturaleza en la comuna», relata Ricardo, que conoció a Rosa en la organización Salvemos Quirilluca. Ambos, sumados a decenas de vecinos y vecinas, organizan una noble resistencia contra algo que se acerca.
En este mismo lugar que tengo frente a mis ojos se planea emplazar el famoso proyecto inmobiliario Maratué. Un complejo habitacional de alrededor de 15 mil viviendas en 1.045 hectáreas proyectadas sobre el último edén en medio del infierno de Puchuncaví.
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El alunizaje ocurrió en 2012. Mientras para algunos ese año sería el fin del mundo, para el empresario chileno Óscar Lería (cuñado de Luksic), que hoy tiene más de 70 años, significó el inicio de un sueño. Su hermano Jaime lo había llevado a conocer unos terrenos por la zona, pero de casualidad, Óscar posó sus ojos claros sobre Quirilluca, el fundo colindante. Fue amor a primera vista. A pesar de su gran tamaño, quiso comprarlo de inmediato. Sobre ese pedazo de arena, bosque y roca dibujó mentalmente su propia ciudad. Se imaginó a familias de clase media abandonando suburbios olvidados de otras ciudades de la Quinta Región y empezando una nueva vida en Quirilluca.
Sin pensarlo dos veces, su inmobiliaria, llamada El Refugio, compró miles de terrenos entre 600 y 1.200 metros cuadrados, desde los acantilados hacia el interior. La noticia no tardó en llegar oídos de vecinos del sector, quienes de inmediato mostraron resistencia contra la invasión inmobiliaria. Para Óscar Lería eso no significó un problema. «Siempre ha sido difícil hacer negocios, pero remar contra la corriente es más difícil aún», declararía tiempo después a la revista Capital sobre la oposición de la comunidad.
El 7 de septiembre de 2017 presentaron en sociedad el proyecto que tanto soñaron. Lo llamaron «Desarrollo urbano habitacional Maratué de Puchuncaví». Párrafos de texto e imágenes que describen los detalles del plan son parte del documento que se presentaría para ser sometido a su respectiva evaluación de impacto ambiental. 14.180 viviendas, 1.014 hectáreas, 45 años de plazo para ejecutar y una inversión de 2.000 millones de dólares.
«El gran objetivo es declarar esta zona como el primer Santuario de la Naturaleza en la comuna», relata Ricardo, que conoció a Rosa en la organización Salvemos Quirilluca. Ambos, sumados a decenas de vecinos y vecinas, organizan una noble resistencia contra algo que se acerca.
Todo el fundo se dividiría en veinte sectores que, dependiendo del poder adquisitivo de sus compradores, estarían más o menos cerca del privilegio del mar. Tres de cada diez casas serían para segunda vivienda, aproximadamente el doble de las subsidiables. Costarían entre 900 UF y 6.500 UF.
En su predicción de impacto ambiental, reconocen la alteración del bosque esclerófilo, la pérdida de hábitat de fauna terrestre, la alteración del patrimonio arqueológico y el aumento de la dificultad para acceder a la playa Quirilluca. Todos los componentes calificados como «impacto significativo». Para compensar el daño a la flora y fauna, propusieron un área protegida de 66 hectáreas de bosque nativo -algo así como un 6% del total del terreno-, dentro del cual llevarían adelante acciones de reforestación y cajas nido para las aves. Buscarían, dicen, convertir parte del lugar en un santuario de la naturaleza.
El día de la presentación, la directora ejecutiva de la inmobiliaria, hija de Óscar, Claudia Lería, comentó al Diario Financiero parte del proceso: «Han pasado más de cinco años desde que adquirimos este terreno, preparando un proyecto que considera la realidad comunal, la necesidad de sus habitantes y al mismo tiempo que pusiera en valor la riqueza de esa zona».
Maratué salió al aire con esa promesa.
Dos años después, el 29 de julio de 2019, la Comisión de Evaluación de la Región de Valparaíso calificó ambientalmente favorable el proyecto y Maratué obtuvo su Resolución de Calificación Ambiental (RCA). Aprobado.
Lo que para Óscar Lería era un sueño haciéndose realidad, para los vecinos del sector resultó una amenaza anochecida. Para ellos, Quirilluca, tal y como la conocían, dejaría de existir.
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Las preguntas burbujearon de inmediato. En 2017, cuando Maratué inició su evaluación ambiental, comenzó el proceso de participación ciudadana. Vecinos y vecinas de Puchuncaví tendrían sesenta días hábiles para presentar sus observaciones al proyecto y realizar consultas. Tuvieron miedo por el bosque nativo, por la falta de agua, por la contaminación. Por todas las banderas rojas que se levantaban en sus cabezas cuando pensaban en Maratué. «Allí muchas personas nos dimos cuenta que teníamos en común querer proteger Quirilluca y comenzamos a organizarnos», me contó Ricardo. Fue cuestión de tiempo para que bautizaran su descontento compartido como «Salvemos Quirilluca». Un nombre que se volvió un mantra infatigable. El objetivo de la organización estaba claro: detener el megaproyecto inmobiliario y convertir a la quebrada en un Santuario de la Naturaleza.
El 23 de febrero de 2018 se presentó el informe consolidado de su trabajo. Ciento un consideraciones ciudadanas. Dudas desde la cantidad de arsénico en el aire, pasando por si se proyecta crear una compañía de bomberos, hasta el impacto demográfico que significaría la llegada de más de 50 mil personas. «Tenemos un déficit habitacional que debe ser atendido con la mayor celeridad posible, pero eso no quiere decir que se autorice un proyecto inmobiliario de alto impacto ambiental. No queremos un crecimiento urbano como fue en las dunas de Con Con», me dijo Ricardo.
En su predicción de impacto ambiental, reconocen la alteración del bosque esclerófilo, la pérdida de hábitat de fauna terrestre, la alteración del patrimonio arqueológico y el aumento de la dificultad para acceder a la playa Quirilluca. Todos los componentes calificados como «impacto significativo».
Por esto, cuando en 2019 Maratué fue aprobado, la decepción de las y los miembros de Salvemos Quirilluca fue mayúscula. No entendían cómo la institucionalidad ambiental calificó favorablemente un proyecto que cuadruplicaría la población de Puchuncaví, provocando evidentes nuevas necesidades que surgirían a partir de ese éxodo. «Sería como si toda la población urbana y rural de Coyhaique se instalara allí. Como si toda la superficie de comunas capitalinas como San Joaquín, La Granja o La Cisterna aparecieran sobre el fundo de Quirilluca», publicaban en sus redes sociales.
No se quedaron de brazos cruzados. El 16 de septiembre de ese mismo año, entre gritos y pancartas contra Maratué, Salvemos Quirilluca presentó ante el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) dos recursos de reclamación para detener la aprobación del proyecto. El abogado de la agrupación y también miembro de la ONG Defensa Ambiental, Ricardo Frez, dijo que «hubo una serie de irregularidades y vicios durante el proceso de evaluación ambiental». Según declaró a los medios, no se consideraron los impactos negativos denunciados en las observaciones ciudadanas. Estaban seguros y seguras que la razón estaba de su lado.
Por lo mismo, durante el 2020 fortalecieron su canal de denuncia y a través de las redes sociales llegaron a más y más vecinos y vecinas. Empezaron a hacer sentido en su comunidad. Incluso en las cuestiones más simples. «En verano, si quiero ir al supermercado, lo tengo que hacer a hora muy temprana, de lo contrario es imposible tener acceso a la carretera. Imagínense 14.500 viviendas más, destinadas como segunda vivienda», me dijo Rosa.
La realidad comunal es cruda en dos temas: arsénico y agua. En 2018, a través de un informe enviado por la Seremi de Salud de Valparaíso a dirigentes del sector, reveló que entre 2010 y 2015 la concentración de arsénico en Puchuncaví superó 23 veces la norma europea. En promedio. Esto quiere decir que en algunos meses del año la exposición al tóxico fue mucho mayor. «Eso envenena», dijo el Presidente Piñera en su visita a la zona. Al día de hoy, Chile no tiene normativa para regular esta temática.
«Lo que hace Maratué es un análisis de riesgo comparando mediciones máximas con normas de referencia de otros países y decide ocupar las reglas de Queensland, Australia, la cual es bastante permisiva. Bajo los parámetros de esa norma el titular justificó que las mediciones que ellos habían levantado se encontraban debajo del máximo permitido y que por lo tanto no había riesgo para la salud de las personas”, dijo el abogado Frez.
La situación del agua es aún más grave. Puchuncaví cuenta con decreto de escasez hídrica desde 2018. A esa fecha, los sistemas de extracción de agua tenían un rendimiento bajo el 50%. Como gran parte de las comunas de la quinta región, en Puchuncaví el acceso al agua potable de calidad es más parecido a un privilegio, que a un derecho. Ante esa realidad, la duda de cómo se abastecerían de agua las decenas de miles de personas que allí se instalarían se hizo palmaria en Salvemos Quirilluca. «La extracción descriteriada del agua afectaría a las napas subterráneas, humedales y vertientes que hoy son el recurso fundamental que necesitan las diversas especies de árboles nativos, fauna y funga», me dijo Ricardo.
Revisaron qué decía la presentación de Maratué sobre el tema. El agua del proyecto, en su fase de construcción y en su fase de operación, sería bajo concesión de la sanitaria Aguas Santiago Norte.
Sin detalles, sin mayores explicaciones.
«En la zona existen tres pozos de aguas subterráneas: el P-5, P-11 y P-12. Dado que Maratué afirmó que el tema agua sería tercerizado, la Dirección General de Aguas (DGA) pidió que expresara si esos pozos serían o no utilizados por ellos o un tercero. El titular señaló que no habría afectación de estos pozos, que son temas que le corresponden a la concesionaria», dijo el abogado Frez.
Salvemos Quirilluca realizó solicitudes vía transparencia para acceder a los documentos de factibilidad sanitaria presentados por el proyecto. Cuando llegó la respuesta la sorpresa fue mayor. Los pozos con los que Aguas Santiago Norte fundamentó su factibilidad de agua, eran el P-5, el P-11 y el P-22. Mismos pozos que, según ellos, no serían afectados.
«¿Y quién vendió a Aguas Santiago Norte esos derechos de agua? El mismo Óscar Lería, padre de la actual representante del proyecto inmobiliario, para que luego la misma empresa entregara factibilidad sanitaria a Maratué. Y así, a su vez, validar el componente hídrico del proyecto inmobiliario de la hija de la persona que trianguló los derechos a Aguas Santiago Norte. Acá vemos una irregularidad del todo grave», declaró Frez ante el tribunal ambiental.
Y no solo eso. Según la misma información de transparencia que consiguieron desde la agrupación, apareció un nuevo proyecto que no es mencionado en el Estudio de Impacto Ambiental. «Construirán una planta desaladora cuyas tuberías pasarían por la quebrada y vertiente Quirilluca. Es algo que nos pareció totalmente insólito y macabro», me contó Ricardo.
A Rosa la noticia también le causó indignación: «¿Una planta desalinizadora para Maratué?, ¿Con qué fin? ¿Matar la flora y fauna terrestre y marina?». Efectivamente, distintos estudios e informes han revelado el impacto negativo de las desaladoras, cuyo proceso produce salmuera, es decir, agua hipersalinizada que es devuelta al mar afectando significativamente los ecosistemas. Y no es poca. El diario El País, por ejemplo, publicó que en 2019 las desaladoras de España generaron salmuera suficiente para cubrir el país completo.
La situación del agua es aún más grave. Puchuncaví cuenta con decreto de escasez hídrica desde 2018. A esa fecha, los sistemas de extracción de agua tenían un rendimiento bajo el 50%.
Para las y los vecinos de Quirilluca, el proyecto Maratué era sinónimo de profundizar el sacrificio de la zona. El silogismo era el siguiente: si la promesa de colaborar con el déficit habitacional era cierta, Maratué estaría invitando a que decenas de miles de familias caminen lentamente hacia un futuro marchito. Si la promesa era falsa -como acusó Salvemos Quirilluca-, Maratué estaría creando una ciudad de veraneo para turistas, a costa de los habitantes de Puchuncaví.
Un año y medio siguió así. Hasta que el 29 de septiembre de 2021 llegó la noticia que dio vuelta el tablero. El Comité de Ministros acogió parcialmente las reclamaciones que habían presentado. El proyecto completo se retrotrajo a su etapa anterior de su proceso de evaluación ambiental y le quitaron su calificación positiva. Es decir, Maratué volvía a fojas cero.
«Todo este tiempo tuvimos la razón», publicó Salvemos Quirilluca en sus redes sociales.
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Claudia Lería Luksic es periodista. Trabajó durante casi tres años como jefa de Comunicaciones de la Fundación Luksic, institución de la familia más millonaria de Chile. Su familia, por el lado de su madre, Paola. Claudia lleva más de diez años ocupando el cargo de Directora en Osler inversiones, firma creada por su padre, Óscar, quien la nombró representante legal de Maratué. Aceptó responder a mis preguntas por correo electrónico.
—¿Qué cambios en el proyecto implementarán para mitigar el impacto denunciado en las observaciones ciudadanas? Si los habrá, ¿cuándo los presentarán nuevamente?
—Haremos todo lo necesario para que este sea un desarrollo que beneficie a la comunidad de Puchuncaví, razón por la cual valoramos también que personas y organizaciones que hayan tenido dudas sobre Maratué hayan recurrido a las instancias correspondientes, lo que nos permitirá hacer de esta iniciativa una mejor solución para el déficit habitacional que hoy tiene la zona. Estamos convencidos de que incorporando las observaciones de la comunidad podremos hacer que Maratué sea un mejor proyecto que permitirá un crecimiento y expansión ordenado y planificado de la comuna, de acuerdo con los instrumentos de planificación vigentes y con una profunda vocación de conservación ambiental de los atributos del lugar para las próximas generaciones.
—¿Por qué el foco de Maratué está, según su documento de presentación, en el déficit habitacional de la comuna, si menos del 15% aproximadamente serían viviendas subsidiables? ¿Cuáles serán los valores mínimos y máximos de las viviendas y sus respectivos metros cuadrados aproximados?
—En sus 45 años de desarrollo, Maratué considera que el 70% de la oferta sea para primera vivienda, siendo un proyecto que busca dar continuidad al desarrollo urbano de Puchuncaví e integrar a la comuna y la comunidad a su entorno de manera abierta y planificada. Maratué quiere ser una oportunidad para que la población de Puchuncaví tenga acceso a una primera vivienda de calidad, en una comuna con alto déficit habitacional. Del 70% de la oferta para primera vivienda, más de 2.100 unidades serán subsidiables, es decir, serán soluciones habitacionales con subsidio estatal e integración social. Esto está pensado justamente en los habitantes de la comuna de Puchuncaví que no han logrado acceder a su vivienda propia, materializando su subsidio habitacional en un lugar para que la gente pueda vivir en Puchuncaví en armonía con un entorno de alto valor ambiental. Los detalles respecto de las etapas de construcción y entrega de esas viviendas se entregarán oportunamente, y el proceso de venta y asignación será realizado por la empresa desarrolladora en línea con el calendario, mecanismos y procedimientos definidos por las autoridades correspondientes. Los mínimos en viviendas de subsidio son 900 UF y los máximos no superan los 6.500 UF, esto es muy por debajo de cualquier vivienda en Maitencillo.
—Una de las principales observaciones ciudadanas es la explosión demográfica e inmobiliaria en un sector que hoy es de conservación ecológica. Organizaciones del lugar han dicho que no quieren «un segundo Con Con». ¿Cómo toma Maratué esas afirmaciones? ¿Qué medidas tomarán para evitar los problemas que proyectos similares, como Con Con, tienen al día de hoy?
—El espíritu de Maratué es contribuir a que Puchuncaví sea una comuna de primera vivienda para sus habitantes, que no deban emigrar por falta de viviendas y que puedan convivir armónicamente con las riquezas naturales que posee, y así proyectarla de manera integral al futuro, con una planificación territorial que conserve los atributos ambientales y posibilite un desarrollo urbano orgánico e integrado. Por otra parte, tanto Valparaíso como Viña del mar, las dos principales ciudades de la región, no tienen espacio para seguir creciendo, de esta manera, Maratué se constituye como la única superficie construible relevante que va quedando para el crecimiento de esas ciudades, sin renunciar al atractivo del borde costero. El proyecto plantea una zona de conservación de 138,3 hectáreas, dentro de las cuales se propone un Santuario de la Naturaleza, abierto a la comunidad y administrado por una fundación a cargo de la gestión, conservación y protección de la biodiversidad del área de conservación. Asimismo, la totalidad el proyecto si se mira desde arriba en los 45 años de desarrollo este considera un 50% de áreas verdes, siendo una planificación urbana sostenible con el medio ambiente y no agrupando densidades sin dejar zonas de esparcimiento y recreo.
—La zona es de extremo estrés hídrico y la información de transparencia revela la idea de instalar una planta desaladora. La reconocida oceanógrafa Laura Farías destacó que las desaladoras producen salmuera, un componente que afecta significativamente los ecosistemas marinos. ¿Qué medidas de mitigación con dicho ecosistema considera Maratué ante las consecuencias que podría generar una planta desaladora?
—Hoy existe una concesión sanitaria sobre el predio en el que se emplaza el proyecto. Dicha concesión fue otorgada por la Superintendencia de Servicios Sanitarios hace un par de años a la empresa sanitaria Aguas Santiago Norte la cual ya opera en otras zonas de Chile. La forma que ellos definan deberá cumplir con las exigencias regulatorias determinadas por la autoridad, principalmente, la Superintendencia de Servicios Sanitarios y el Ministerio de Medio Ambiente, entre otros. Es importante señalar -como ya hemos dicho en otras ocasiones - que como iniciativa no permitiremos una desaladora en el borde costero de playa Quirilluca. El proyecto sanitario debe contar con todas las aprobaciones respectivas y su diseño debe ser sustentable y en concordancia con los instrumentos de planificación territorial. Nuestro proyecto no va a aumentar la población en Puchuncaví, lo que hace es acoger en forma ordenada el crecimiento natural de la región, motivo por el cual entendemos que genere preocupación un proyecto tan grande porque refleja la proyección de la zona a 45 años. Maratué propone ordenar y planificar ese crecimiento, para así no continuar con soluciones parciales y no planificadas que conllevan externalidades negativas que ya se ven en la zona.
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Ver el atardecer sobre las arenas de Quirilluca te hace sentir diminuto. Entiendo en carne propia por qué Óscar Lería se enamoró de este lugar. Entiendo por qué sus habitantes lo defienden con uñas y dientes.
Hace unos días todos los ojos de Chile estuvieron sobre nuestra institucionalidad ambiental. El 18 de enero del 2023, el Comité de Ministros rechazó el proyecto minero «Dominga». Entre sus razones estuvo el impacto que generaría a cerca de 560 especies en el Archipiélago de Humboldt. Acogieron las reclamaciones presentadas que -en palabras de la ministra de Medioambiente, Maisa Rojas- tenían que ver con «vida marina, contaminación del agua y calidad del aire». Una fotocopia de los impactos de Maratué.
Ricardo me cuenta que él considera que con Dominga «se dio una señal de lo que no se quiere para Chile, sobre todo en lugares tan sensibles e importantes ambientalmente. Y esas señales sí son poderosas». Aun así, se mantiene escéptico ante lo que la institucionalidad ambiental pueda resolver contra el proyecto de Óscar Lería. Sobre todo después de la última decepción que significó perder en una audiencia de reclamación en el tribunal ambiental. En su visión, el proyecto no debería ser retrotraído, sino rechazado. De todas formas, la derrota ratificó la decisión del Comité de Ministros, es decir, hoy Maratué no tiene calificación ambiental aprobada y tendrá que presentar nuevos antecedentes para conseguirlo.
Round 1, otra vez.
Este último episodio generó más dudas que certezas sobre cómo se califican ambientalmente los megaproyectos en Chile. En la audiencia, el ministro del Segundo Tribunal Ambiental, Cristian López, tuvo una reflexión que para Ricardo resultó elemental: «¿Cuál es el límite? 45 años es un tiempo donde muchas cosas pueden pasar. Las proyecciones del cambio climático hablan de un horizonte mucho más cercano y ya estamos rediseñando adaptaciones y muchos elementos que van en un plano mucho más corto de tiempo. ¿Una evaluación ambiental a 45 años es algo que el SEA se cuestionó en algún momento? ¿O un proyecto de cinco, un año, treinta o de 45 años es lo mismo?».
Frez comparte la opinión del ministro: «Para nosotros es el punto más crítico y más cuestionable del proyecto Maratué. Nos cuesta entender que en el año 2020 se esté aprobando un proyecto que se va a terminar de ejecutar en el 2065 y que en ninguna parte se contemple la palabra «actualización»». Ricardo, por otra parte, complementa que «a modo de ejemplo, en la bahía de Quintero-Puchuncaví tenemos varias empresas cuyas operaciones comenzaron antes de la promulgación de la Ley 19.300 sobre Bases Generales del Medio Ambiente, y por lo tanto no fueron sometidas a una evaluación ambiental, y no por ello dejaron de funcionar o se actualizaron una vez publicada la nueva institucionalidad ambiental».
Ver el atardecer sobre las arenas de Quirilluca te hace sentir diminuto. Entiendo en carne propia por qué Óscar Lería se enamoró de este lugar. Entiendo por qué sus habitantes lo defienden con uñas y dientes.
De la misma audiencia, destaqué una intervención de la abogada Alejandra Donoso, representando a otra parte que también presentó una reclamación contra Maratué: «Hay un aumento innecesario e ilícito de la cantidad de oportunidades que se le da al titular del proyecto para que mejore su proyecto. Se desvirtúa el sentido de evaluación de impactos ambientales, que es evaluar. No aprobar, no hacer todo lo posible, no desvirtuar o jugar con el ordenamiento jurídico para que dentro de él pueda caer cualquier cosa».
Al final de la intervención, el abogado de Maratué pone paños fríos: «Este proyecto manifiesta toda disposición de diálogo. Queremos entender que aquí más que una oposición al proyecto hay un desconocimiento».
En estos días, Salvemos Quirilluca sigue participando con su stand informativo. Conversan con personas, entregan trípticos y orientan sobre el conflicto en la zona. También hacen redes. Les da la convicción de que no están solos, que hay otros lugares con problemas similares a los que ellos viven. Además de sus gestiones en la institucionalidad ambiental, de su cruzada para consagrar Quirilluca como Santuario de la Naturaleza, también presentaron recursos de casación en la Corte Suprema para acabar con Maratué de una vez por todas.
Le pregunto a Ricardo cómo es pararse frente a un grupo poderoso, como lo es la familia Lería Luksic y sus redes. Me cuenta que «entre nosotros encontramos el apoyo y la contención, porque nos apoyamos. Y vamos a donde haya que ir, diremos lo que haya que decir, y no porque nuestro contrincante sea poderoso tendremos miedo. Las futuras generaciones juzgarán esta historia, y espero que digan «Gracias por lograrlo, gracias por pensar en nosotros». Rosa, en tanto, promete algún día llevarme a conocer el belloto de 500 años de edad en los bosques de Quirilluca. Me cuenta: «Me hubiera gustado que el fundo hubiera sido adquirido por una persona como Douglas Tompkins».
En un sueño hecho de arena.