Ensayo

El ataque de Irán a Israel


Vivir en guerra

El ataque de Irán sobre Israel genera alarma. Además de la amenaza de una tercera guerra mundial, se teme que los distintos países de Medio Oriente se impliquen en el conflicto palestino-israelí. Pero aunque la Guerra (con mayúscula) no sea inminente, la región se encuentra atravesada por múltiples violencias. A algunas de ellas ya nos acostumbramos, otras generan debates. La especialista Mariela Cuadro traza las claves para identificar, en esas prácticas cotidianas de ejercicio de la crueldad, la batalla que nunca termina en esos territorios

¿Dónde comenzar una historia? ¿Qué tono usar para hablar de Medio Oriente, ese espacio geográfico, político y social inmerso en múltiples y monótonas violencias? ¿En cuáles de ellas detenerse para intentar comprender ese mundo enmarañado?

Irán ataca Israel

El ataque lanzado desde Irán tuvo como objetivo principal la base aérea Nevatim, ubicada en el sur de Israel, y fue en respuesta a varios ataques que Israel ha estado conduciendo desde diciembre del año pasado sobre altos mandos de las fuerzas de seguridad iraníes. Entre ellos, se destaca el asesinato del General Sadegh Omidzadeh a fines de enero de este año y el último ataque al consulado iraní en Damasco, capital siria, en el cual resultó muerto Mohammed Reza Zahedi, otro alto mando de la Guardia Revolucionaria iraní (el grupo de élite que protege el sistema establecido a partir de la Revolución Islámica de 1979). 

Los blancos elegidos recuerdan al asesinato de Qasem Soleimani llevado adelante por Estados Unidos en territorio iraquí en enero de 2020 que concluyó con un funeral masivo de varios días. En esa oportunidad también Irán reaccionó con una serie de ataques sobre una base militar en Irak utilizada y habitada por militares estadounidenses. Al igual que aquella vez, se trató de un ataque anunciado que permitió que Estados Unidos se preparara y retirara a su personal. 

Tanto los ataques de Israel como los de Irán y sus aliados se ubican al interior de una relación de enemistad de larga data y, específicamente, en el marco de la embestida del gobierno de Israel como respuesta al ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023. 

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La relación de enemistad entre Irán e Israel se remonta a 1979, cuando la Revolución Islámica convirtió a Irán en paria mundial. La revolución, articulada en un tono fuertemente nacionalista y anti-occidental, tiró abajo uno de los dos pilares sobre los que se sostenía la política de Estados Unidos hacia la región (siendo el otro Arabia Saudita). Además, instauró un sistema de gobierno complejo y reconfiguró el poder decisional, incorporando al juego político a figuras del clero (entre ellos, el Ayatollah, puesto actualmente ocupado por Ali Khamenei). 

El régimen tiene sus partidarios y sus detractores. Mientras que la masividad del funeral del General Soleimani en enero de 2023 se explica por la población más adepta a las ideas del régimen, este fue cuestionado en muchas oportunidades por sectores opositores de la sociedad iraní. Las últimas grandes protestas que amenazaron con voltearlo tuvieron un marcado tono feminista y fueron gatilladas por el asesinato de Mahsa Amini -mujer perteneciente a la minoría kurda que habita el país- por parte de las fuerzas de seguridad en septiembre de 2022. 

En 2005, en el marco de la Guerra Global contra el Terror y la intervención militar abierta de Estados Unidos sobre territorio de Medio Oriente -específicamente, Irak y Afganistán-, Mahmoud Ahmadinejad fue elegido como Presidente de Irán. Su gobierno buscó posicionarse como resistencia a la avanzada occidental en la región y, en ese marco, apuntó contra la existencia de Israel negando el genocidio judío perpetrado por el gobierno nazi en la Segunda Guerra Mundial. 

En este contexto, el foco volvió a ponerse en el plan nuclear iraní, iniciado en la década del 50 del siglo pasado. Si la administración de Barack Obama (presidente de Estados Unidos entre 2009 y 2017) logró llegar a un acuerdo al respecto con Irán, la de su sucesor, Donald Trump, con una posición más dura contra el régimen iraní, lo anuló. El dato no es menor porque actualmente Trump tiene altas chances de volver a ser presidente. 

Lo que quiero decir al subrayar esta serie de acontecimientos es que, en el marco de la Guerra Global contra el Terror, Irán terminó de afianzar su posición de paria global desde la mirada de Occidente (de allí que la administración de George W. Bush -2001-2009- lo haya ubicado en el interior de un “Eje del Mal” conformado también por Siria y Corea del Norte). Durante este proceso se aceleró e intensificó la enemistad entre Irán e Israel. 

Como resultado de la intervención en 2003 y posterior cambio de régimen en Irak, el marco de la Guerra Global contra el Terror también intensificó la enemistad de Irán con Arabia Saudita. Estas dos potencias regionales que se disputan el control de Medio Oriente se acercaron en marzo del año pasado gracias a la mediación de China, interesada en una región pacífica que permita llevar adelante sus negocios de infraestructura, inversión y extracción. 

La embestida del gobierno israelí contra la Franja de Gaza como respuesta a los ataques de Hamas del 7 de octubre tuvo el efecto de encontrar una vez más a Riad y a Teherán unidos, en este caso, en el apoyo al pueblo palestino. De allí que no sorprenda que Arabia Saudita haya llamado a Israel y a su más importante aliado, Estados Unidos, a contenerse en la respuesta. 

El peligro de regionalización de la política del gobierno de Israel hacia los palestinos (es decir, que las acciones del Estado de Israel contra los palestinos generen respuestas de otros actores regionales que escalen sin control) fue señalado por muchos analistas en diferentes oportunidades en referencia a dos aliados de Irán ligados de distintas maneras a la causa palestina. En primer lugar, en referencia al Hezbollah, partido islámico shiíta con estrechos vínculos con Irán y parte central de la vida política de Líbano. Hezbollah se sumó al conflicto mediante ataques desde Líbano sobre la región norte de Israel a las que el gobierno de Natanyahu respondió con ataques sobre Líbano y Siria. El fuego cruzado en la región fronteriza entre Israel y Líbano produjo un desplazamiento forzado de los habitantes de uno y otro país. En segundo lugar, en relación a la tribu de los Houthis que hasta diciembre del año pasado se encontraba disputando el control de Yemen y que continúa siendo un actor central de la política de dicho país. Esta tribu tiene también estrechas relaciones con Irán y lanzó diferentes ataques contra Israel y embarcaciones que circulan por el Mar Rojo y que son identificadas como aliadas israelíes. 

Otros actores de peso en la región como Qatar y Turquía, con buenas relaciones con Irán, también están llamando a  evitar la escalada del conflicto. El gobierno de Estados Unidos, por su parte, condenó el ataque y afirmó que no busca que el conflicto escale pero que continúan apoyando a Israel en su defensa.

El peligro de la regionalización del conflicto

Todos estos acontecimientos generan alarma. En este caso, además de la amenaza de una tercera guerra mundial, desde el inicio de esta nueva ronda en el conflicto palestino-israelí se planteó el peligro de la regionalización del cual el ataque de Irán sobre Israel parece ser parte. 

Ataques que se presentan siempre como respuesta a otros ataques y, así, se constituyen como defensa. Actores y espacios enmarañados. Orígenes disputables y muchas veces inidentificables. Dolores cada vez más profundos. Odios que se heredan, que se transmiten. Muros que se levantan y otros que se derriban. El ordenamiento se hace difícil. En este contexto, moverse hacia los extremos de la escala de grises no es recomendable. 

Medio Oriente y las personas que allí habitan se encuentran atravesando hace ya tiempo múltiples y heterárquicas violencias. A algunas de ellas nos hemos acostumbrado o las invisibilizamos, otras nos hacen hablar. La idea de que nunca estalla una Guerra (con mayúscula) en esta región tiene que ver con los lentes con los que miramos los conflictos internacionales, a la espera de grandes acontecimientos, sin poder identificar en estas prácticas cotidianas de ejercicio de la violencia la batalla que efectivamente se libra sin cesar. La regionalización de los conflictos en Medio Oriente se da de hecho. No solo porque las fronteras son líneas históricas y, por tanto, borrosas y porosas, sino por las relaciones que gobiernan a los distintos pueblos y actores políticos regionales e internacionales. 

A pesar de que casi todos los actores implicados han coincidido en el deseo de que la nueva respuesta que se espera sea igualmente calculada y cuidada, la política de la región se encuentra en una espiral de violencia en expansión que pareciera no encontrar un punto final. El peligro no se encuentra en el futuro sino en el presente. En estas condiciones, los dados siguen girando.