La kakistocracia en el barrio


Milei vs. Boric: la estrategia del Bait en Chile

El presidente argentino Javier Milei apuesta a la estrategia del "bait" (anzuelo) para provocar reacciones en redes sociales. Esta vez, el ataque lo recibió Gabriel Boric, a quien acusó de “comunista”. En esta columna Nicolás Copano explica la táctica de instalar polémicas con mentiras para posicionar el discurso libertario a este lado de la cordillera.

“La táctica mileista está calculada con precisión: instalar polémicas en las redes con comentarios falsos… Mediante el ‘bait’, fase superior del trolleo, el gobierno difunde verdades a medias o hechos aislados que, generalizados, refuerzan estigmas ya existentes sobre ciertos grupos: migrantes, pobres, mujeres, disidencias, militantes populares o ‘zurdos’. Este modus operandi se asienta sobre un autoritarismo social preexistente y busca acallar las demandas democratizadoras…”. Así comienza La táctica del Bait, un artículo publicado el 5 de diciembre en la edición Argentina de Revista Anfibia escrita por Sol Veronica Gui y Micaela Cuesta, que ayuda a entender lo que sucedió ayer, jueves 19 de diciembre de 2024. Las conexiones están a la vista.

Luis Caputo es el ministro de Economía de Javier Milei. José Luis Daza, secretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda de Argentina (un rol similar al de un viceministro), es un asesor cercano a la ultraderecha chilena. Daza asesoró a José Antonio Kast y, en algún momento, sugirió al presidente Gabriel Boric “viajar en canoa a la Antártica”. Sobra decir que no le simpatiza el mandatario chileno al hijo de este embajador de la dictadura. Su mensaje se reduce a una idea simplona: “Estamos gobernados por un comunista que nos va a hundir”.

Este es el nivel del debate actual en las altas esferas argentinas, donde se busca desesperadamente un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Caputo y Daza fueron compañeros en JP Morgan en los años 90, y Chile, por tanto, es un tema recurrente en esa “mesa de dinero”.

Por eso la descalificación a la administración chilena actual es un clásico del equipo de Milei: lanzar una acusación al azar —un “bait”— para ver quién la recoge y, a partir de ahí, manipular el escenario. A esto se suma la participación de Javier Milei, un presidente con perfil de panelista mediático, que jamás elude el conflicto. Milei retuiteó a Agustín Laje —uno de sus aliados ideológicos y visitante a “Sin filtros” en Santiago de Chile—, respaldando a Caputo y su descalificación con la frase: “Poniendo zurdos en su lugar”.

Ese ruido, esa “bomba” discursiva, encubre algo más profundo. Hay razones para la obsesión con Chile: se acerca una elección en la que Johannes Kaiser aparece como figura clave. Desde este lugar emerge otra conexión: Axel Kaiser, junto con su hermana Vanessa, han estado alineados con Milei desde el inicio. Axel Kaiser, que ha desarrollado teorías sobre la “deshumanización” de las ideas de izquierda, alimenta el discurso extremo al estilo “zombie”, y se declara adepto a las “fuerzas del cielo”, como se autodenominan las fanaticadas de Milei. Además, Laje dirige la Fundación Faro, cuyo subdirector es el propio Axel Kaiser. Esta fundación se nutre a su vez de la Fundación Atlas. En una cena de la Fundación Faro, Milei elogió a Kaiser y repitió el mismo libreto que ayer difundió en Twitter. O sea, no hay mucho guión. (ver: Discurso de Milei en la Fundación Faro disponible en el sitio de Casa Rosada).

Está claro que Milei y su entorno saben muy bien lo que hacen. Ante este escenario, el presidente Boric debe jugar sus cartas con cautela. Alimentar el conflicto sería un error: para el tango se necesitan dos. Milei buscará provocar no solo a Boric, sino también a Petro, a Lula o incluso a Claudia, pues no respeta la institucionalidad, la ve como un enemigo, y exigirle que “habite el cargo” es perder el tiempo: Milei se ve como “el topo que va a destruir el estado”. Nadie hará esfuerzos por algo que no quiera.

La clave es no darle a Milei una épica ni atención desmedida. En lugar de eso, pueden emplearse funcionarios de menor rango para responderle en sus propios términos, para “baitearlo” de vuelta sin ensuciar directamente la investidura presidencial. No se trata de poner la otra mejilla ante una provocación descarada; esta no es una pelea con una sociedad católica tradicional. El sincretismo cultural argentino no es la cultura solapada chilena. Probablemente resulte más adecuado un mensaje distendido y firme a la vez, como el ejecutado por Boric, pero sin repeticiones: “Le quiero decir al señor Presidente Javier Milei que yo soy Presidente de Chile, y que Argentina, para mí y para todos nuestros compatriotas, es un país hermano. Los cinco mil kilómetros de frontera que compartimos seguirán allí cuando usted y yo ya no estemos”.

“Se requiere humildad, pues los presidentes pasan, pero las instituciones y los pueblos quedan”, dijo Boric. El problema está en el trasfondo: el concepto de “kakistocracia” —el gobierno de los peores— se erige como tendencia mundial, ya reconocido por medios como The Economist. Cuando quienes gobiernan no dudan en usar la provocación, la desinformación y el desprestigio del adversario como método político, se socava la calidad democrática y el respeto por las instituciones.

El “bait” mileista busca anclar la legitimidad del poder en emociones viscerales y el odio hacia el otro, no en la fuerza de las ideas o la eficacia de las políticas públicas. Esta estrategia, inspirada en la manipulación y la polarización, pone en jaque la salud del debate político y expone la fragilidad del sistema. Al gobernar con los peores, aquellos que priorizan la agitación propagandística antes que la responsabilidad, se empuja al país hacia la incertidumbre y la tensión constante.

El resultado es el deterioro de la confianza en la esfera pública, la normalización de la mentira como recurso político y la consolidación de una kakistocracia transnacional que contamina el diálogo entre naciones vecinas y democracias emergentes.