Crónica

A 5 años del 18-O


Un polaco, un militar, una Davis P380 y un estallido

En los días que siguieron a las protestas del 18 de octubre de 2019 murieron 22 personas. Seis de ellos eran migrantes. También tenían la ilusión de que Chile les permitiera construir una vida digna. Paula Rivera y Edgar de la Vega reconstruyen la historia de Mateusz Maj, un profesor polaco de 29 años, la primera muerte de la revuelta. Él defendía un negocio del saqueo de sus vecinos, y fue la mano menos pensada la que le disparó a su cuerpo.

No tenía que morir ese día. Al menos por causas naturales, su hora no le debía llegar esa noche del sábado 19 de octubre de 2019. Pero una serie de malas decisiones dejaron a Mateusz Maj, un profesor de inglés polaco, en el piso del estacionamiento de un supermercado de la cadena Líder con la cara atravesada por una bala calibre 380. A pocos metros, su suegro Miguel Ángel Rojas Valladares tenía en su mano temblorosa una pistola marca Davis con la que decidió golpear a una persona que había entrado junto a una turba a saquear el local.

La masa escapó entre gritos de pánico, corriendo por la entrada, saltando las rejas, pisando a fondo los aceleradores de los autos llenos de mercadería. La oscuridad de la noche se mezcló con el humo de ese último disparo, ese último estruendo que transformó el saqueo en un problema menor. Mateusz Maj, un  joven de 29 años que cruzó el océano Atlántico para casarse con la hija de Miguel Ángel Rojas estaba a horas de morir por un balazo accidental.

Ese octubre Chile vivía la oleada de protestas más contestatarias desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet. El gobierno de Sebastián Piñera en cosa de días estuvo en jaque y desplegó toda la fuerza del Estado en las calles. Murieron 22 personas. Mateusz fue la primera. 

El militar y el profesor

Todavía quedaba sol de invierno del “Veranito de San Juan” la mañana del 2 de julio de 1956, cuando Fermín Rojas Acevedo y Celinda de las Mercedes Valladares Valladares firmaron su acta de matrimonio. Cuatro años después, nació en la misma ciudad su hijo Miguel Ángel Rojas Valladares. Los años pasaron. Miguel Ángel terminó la enseñanza media en el Liceo Industrial de la ciudad en 1978 y luego se mudó a Santiago para entrar a la Escuela de Suboficiales “Sargento Segundo Daniel Rebolledo Sepúlveda” del Ejército de Chile, ubicada en ese entonces en el cuartel de Blanco Encalada en la capital.

En sus primeros años de carrera militar, el soldado conoció a Mercedes Montenegro, una joven ariqueña de 19 años. El 3 de octubre de 1984 fueron padres de su única hija en común, Carolina Rojas Montenegro. El primer periodo en que Rojas Valladares formó parte del Ejército fue durante la dictadura. En ese tiempo, el joven militar tuvo un desempeño promedio según sus superiores y cumplió de buena manera distintos trabajos de formación militar, como un Ejercicio de Brigada en la quebrada de Vítor en el extremo norte del país. Este tipo de actividades hizo que el verano de 1988 su rendimiento le permitiera ganarse la confianza de su institución y le encomendaran una misión de la más alta responsabilidad.

Fue trasladado en comisión de servicio a la Escuela de Ingenieros Militares “Tejas Verdes” en la comuna de Santo Domingo en la Región de Valparaíso, un recinto que al principio de la dictadura funcionó como centro de tortura, detención y desaparición de personas.

A Rojas Valladares le encargaron la seguridad y protección de la Hacienda Bucalemu. Este lugar había sido comprado por el Ejército en 1969 y desde el golpe de Estado de 1973, Augusto Pinochet, quien desde agosto de ese año era el comandante en jefe del Ejército, lo convirtió en uno de sus lugares de descanso.

La seguridad del dictador en sus residencias de veraneo era un tema de particular complejidad en ese momento. Un año y medio antes, mientras Pinochet se dirigía a otra de sus casas de descanso en El Melocotón, en la Región Metropolitana, el 7 de septiembre de 1986, sufrió el histórico atentado por parte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que resultó fallido.

Durante esas semanas del 1988 en que Miguel Ángel Rojas hizo la guardia de Bucalemu, Pinochet con su familia disfrutaron la casa colonial, se relajaron en la piscina y pasearon por las 18 hectáreas de bosques y puentes colgantes. Pero probablemente el joven uniformado vio cómo el general no descansó del todo porque tuvo que seguir los acontecimientos que ocurrieron ese verano. El 2 de febrero, en el Hotel Tupahue de Santiago, trece partidos políticos permitidos solo algunos meses antes por la dictadura anunciaron la creación de la Concertación de Partidos por el No. Este grupo lideró la campaña oficial para votar por la opción “No” que puso fin al régimen de Pinochet en el plebiscito de octubre de ese año.

Unos días después del triunfo del “No”, el 21 de octubre de 1988, el cabo segundo Rojas Valladares se casó en Chillán con Margarita González Vázquez. Un año más tarde, nació Fernanda Rojas González, la primera hija del matrimonio, y a mediados de 1993 llegó Paula Rojas González, la menor de la familia.

En los últimos meses del gobierno de Patricio Aylwin, soldados y generales aplaudieron los shows de guitarras, panderos y voces de sus camaradas en el Festival Folklórico organizado por el Ejército de Chile. Uno de los números más celebrados fue el de Miguel Rojas, quien ya había ascendido a cabo primero y consiguió el segundo lugar en el concurso. Esto le valió un reconocimiento en su hoja de vida por “vocación profesional” al dejar “bien puesto el nombre del regimiento”.

El desempeño de Rojas Valladares era bueno. Sus superiores tenían una buena imagen de él y su antigüedad le permitió ascender a sargento segundo, grado que desempeñó en el Regimiento "Buin". Fue durante esos años que decidió comprar una pistola Davis modelo P380, un arma de pequeño calibre diseñada para autodefensa, de un tamaño compacto y ligero, discreto. La adquirió con su respectivo cargador con capacidad para cinco cartuchos. 

El militar inscribió el arma el 17 de abril de 1997 con dirección en la avenida Travesía, en la Villa Ignacio Carrera Pinto de Pudahuel, de acuerdo con la información del Poder Judicial. En esta comuna, según registros de Carabineros solicitados para esta investigación, en 2022 había 8.039 armas de fuego inscritas, de las cuales 2.018 eran pistolas. De estas últimas, 1.532 eran para defensa personal, como la que el sargento segundo tuvo en sus manos por primera vez ese abril.

El último ascenso de Rojas Valladares a sargento primero se produjo en 1998, el mismo año de la detención de Pinochet en Londres, para luego poner fin a su carrera militar activa tres años después. El 2001 se retiró del Ejército a los 41 años, de los cuales 21 usó para servir a la institución.

En su vida de jubilado Miguel Rojas siguió con su afición por la música, las motocicletas, visitando a sus padres en Chillán y asistiendo a la Iglesia  Presbiteriana, donde solía participar en diversas actividades. Durante la década siguiente el militar en retiro se dedicó a su familia. Sus hijas crecieron. En abril de 2015, Fernanda Rojas González se tituló de fonoaudióloga en la Universidad San Sebastián. En la misma casa de estudios en 2016 se tituló de terapeuta ocupacional Paula, la menor de los Rojas González.

A mediados de 2017 Miguel Ángel Rojas, su hija Carolina con su marido Marcelo y el hijo de ambos despidieron a Fernanda entre abrazos y buenos deseos. Desde el aeropuerto de Santiago la fonoaudióloga partió a Londres en un viaje que cambió su vida para siempre.

Por influencia de la familia de su papá, Fernanda se unió a la iglesia presbiteriana. Su compromiso con la fe llevó a la chilena a visitar en Reino Unido la Ashburnham Christian Trust, una casa de campo inglesa a 8 kilómetros al oeste de Battle, Sussex. Esta antiquísima casona en el año 1960 se transformó en un centro de oración y conferencias cristianas evangélicas. Hasta el día de hoy ahí se organizan “eventos que están diseñados para ayudar a las personas en su caminar con Jesús”.

En su estancia en la retirada casa de campo, Fernanda vio por primera vez a Mateusz, un polaco alto y rubio que desde hacía cinco años trabajaba como house and catering supervisor en la Ashburnham Christian Trust.

Mateusz Maj provenía de Ryki, una ciudad de diez mil habitantes en el este de Polonia. Para continuar sus estudios secundarios, el joven se mudó a Lublin, la novena ciudad más grande del país y la segunda de la histórica región de Pequeña Polonia. Luego, con 21 años, Mateusz emigró al Reino Unido y consiguió empleo como assistant housekeeper en el Hadlow Manor Hotel, un casa solariega georgiana del siglo XIX ubicada en el corazón del condado de Kent.

En julio de 2012 Mateusz comenzó a trabajar en la Ashburnham Christian Trust hasta algunos meses después de encontrarse con Fernanda Rojas en ese lugar. Luego, el joven polaco se dedicó por diez meses a ser asistente de salud en Care UK, una empresa británica de residencias para ancianos. Pero la mente y el corazón de Maeusz Maj estaban al otro lado del océano Atlántico. Enamorado de Fernanda Rojas González, aterrizó en el aeropuerto de Santiago para reencontrarse con la chilena. Dejó toda su vida atrás, solo días antes había renunciado a su trabajo.

Tras llegar a Chile, el polaco comenzó a dar clases de inglés en el Wall Street Institute y una calurosa tarde de febrero de 2019, Mateusz Maj y Fernanda Rojas González firmaron su acta de matrimonio en el Registro Civil de Maipú.

“Polaco murió por el aumento del pasaje”

La tarde del sábado 19 de octubre de 2019 Miguel Ángel Rojas y su familia estaban en su casa viendo las noticias en la Villa Primo de Rivera 2, en el barrio Las Rosas de Maipú. Durante todo el día estuvieron pegados a la pantalla del televisor siguiendo atentos lo que estaba pasando en el país. Unos minutos antes de las ocho de la tarde la familia escuchó las palabras del general Javier Iturriaga del Campo cuando decretó el toque de queda: “Tienen dos horas para llegar a sus hogares. Los invitamos a que, por favor, vayan y disfruten de este día sábado en la noche, que se protejan como familia, que estén en sus casas y que mañana podamos tener un mejor día”.

Sin embargo, en las calles cercanas a la casa de los Rojas González no se enteraron del aviso del Ejército o, si se enteraron, decidieron hacer otros planes antes de volver a sus hogares. Los ruidos de las cacerolas y sirenas seguían aumentando. Miguel Ángel y su yerno Mateusz escuchaban gritos cerca de la esquina del supermercado Lider Express que colinda con el patio trasero de su casa.

Un grupo de personas entró al supermercado después de forzar la cortina metálica. Una vez adentro, sacaron lo que encontraron en los pasillos, góndolas y estantes. Después, irrumpieron en las bodegas y continuaron. Lo mismo pasó con las cajas registradoras, que también fueron abiertas a la fuerza. Según registros del Poder Judicial, no había policías ni guardias en el lugar.

Después de discutirlo unos minutos, Miguel Ángel Rojas fue a buscar la pistola que tenía hace más de veinte años, y cinco cartuchos. El exmilitar salió caminando con su yerno a ahuyentar a quienes saqueaban el supermercado aunque su arma no contaba con el permiso para ser portada en la calle. Los hombres dieron la vuelta en la esquina y entraron al terreno del supermercado por la reja que estaba entreabierta. La gente corría de un lado para otro, ingresaba al supermercado y salía lo más rápido posible con lo que alcanzaran a sacar: pan, bebidas, licores, leche y ropa. Otros se ponían en la entrada entregando productos a los vecinos que no se atrevían a entrar. Todo el supermercado estaba siendo saqueado.

El exsargento primero Rojas Valladares recordó sus tiempos en la infantería del Ejército y disparó al aire para asustar a los saqueadores y detener el caos, pero no generó el efecto que esperaba. Repitió los disparos al aire unas veces más. Algunas personas reaccionaron y escaparon pasando por al lado del hombre armado acompañado del profesor polaco, quien lucía una abundante barba y unos gruesos lentes ópticos. El militar en retiro retuvo a un sujeto que escapaba. Se provocó un forcejeo en el estacionamiento. Se empujaron y trataron de golpearse. Mateusz Maj reaccionó rápido y se abalanzó para ayudar a su suegro. Fue una cuestión de  segundos. Rojas Valladares tomó el arma con fuerza y le pegó en la espalda al hombre, pero al momento del impacto se le salió un disparo que dio entre la nariz y el pómulo izquierdo de su yerno.

El saqueo ya poco importaba. Mateusz Maj fue trasladado al Hospital Militar, ubicado al otro lado de la ciudad, en la comuna de La Reina. Llegó aún con vida, pero falleció al día siguiente producto de un traumatismo encéfalo-craneano abierto, complicado por herida de bala.

Antes de enterarse de la muerte de su yerno, Miguel Ángel fue detenido por Carabineros, quienes lo llevaron en un vehículo policial al 9° Juzgado de Garantía de Santiago en el centro. Ahí encerraron temporalmente al exmilitar junto a otras 33 personas, de las cuales 29 fueron detenidas por participar en saqueos. Una de estas detenciones ocurrió en el mismo supermercado donde Miguel Rojas disparó. En otro de estos casos de saqueo, 11 personas fueron detenidas en el Lider de Avenida El Descanso de Maipú, situación por la que el Gobierno decidió interponer una querella por Ley de Seguridad del Estado.

Del resto de los detenidos que estaban junto a Rojas Valladares, tres tenían una orden de detención pendiente y un cuarto estaba ahí por lesiones leves a un funcionario de Carabineros. El abogado Esaú Serrano —el mismo defensor público que después tomó el caso del militar jubilado— denunció que este último, un joven de 20 años, tenía lesiones de diversa consideración, según un Documento de Atención de Urgencia (DAU), que habrían sido generadas por policías de la 25° Comisaría de Maipú. Serrano pidió a la Fiscalía que investigara el delito de apremios ilegítimos.

Respecto a Mateusz Maj, medios de comunicación nacionales informaron su muerte algunas horas después. La presentaron como la primera en la crisis social que se estaba viviendo. Durante los días siguientes en Polonia anunciaron la noticia que tuvo amplia cobertura por importantes medios como los canales públicos TVP y Polskie Radio. El popular tabloide polaco Fakt tituló su artículo al respecto así: “Polaco murió por el aumento del pasaje: su suegro le disparó”.

Miguel Ángel y la Justicia

En la formalización por cuasidelito de lesiones el 9º Juzgado de Garantía de Santiago dejó en libertad a Miguel Ángel Rojas Valladares. Sin embargo, el tribunal determinó que el exuniformado debía cumplir arresto domiciliario nocturno desde las 22:00 hasta las 6:00 hrs. Sin querella por parte de la víctima, el Ministerio Público comenzó de oficio las diligencias de la investigación por la muerte del marido de Fernanda Rojas.

Con dificultades de movilidad en Santiago por las jornadas de protesta el funeral de Mateusz Maj se realizó en la 4° Iglesia Presbiteriana de Santiago Centro y fue enterrado en el Cementerio Manantial de Maipú.

Miguel Rojas Valladares fue formalizado por cuasidelito de homicidio, disparo injustificado en la vía pública y porte ilegal de armas y municiones. El Ministerio Público agregó este último delito a la investigación porque, a pesar de que el arma estaba inscrita y que el exmilitar podía hacer uso de ella, no podía portarla en la calle.

Un mes después de la muerte de Mateusz Maj, policías de la 25° Comisaría de Maipú informaron al juzgado que fueron tres noches distintas a la casa de Miguel Ángel Rojas para controlar su arresto domiciliario, pero no los atendió. En marzo de 2020, al comienzo de la pandemia por el Covid-19, nuevamente la comisaría emitió un oficio al Poder Judicial sobre el incumplimiento de la medida cautelar. En abril y octubre del mismo año se a la situación.

Sin embargo, el investigado por la primera muerte del Estallido Social, siguió con una vida bastante normal; no estaba fugado ni nada parecido. Durante la pandemia el exmilitar se dedicó al traslado de trabajadores que por la emergencia sanitaria evitaban el transporte público. 

A fines de 2020, Miguel Ángel Rojas recibió la noticia de que el estado de salud de su papá, Fermín Rojas Acevedo de 88 años, estaba muy frágil y empeorando. El mayor del clan Rojas Valladares se encontraba postrado y casi no salía de su casa en la Población Purén de Chillán. Su hijo le pidió al abogado de la Defensoría Penal Pública, Esaú Serrano, gestionar la suspensión del arresto domiciliario nocturno para viajar a la Región de Ñuble. El abogado inició los trámites y envió la documentación requerida al tribunal, sin embargo, por un error de comunicación la defensa no fue notificada de la autorización.

Finalmente, Fermín Rojas falleció el 24 de enero de 2021 en su casa. En ese momento, Esaú Serrano nuevamente solicitó al tribunal la suspensión del arresto nocturno. Esta vez la defensa fue notificada de forma oportuna, así que Miguel Ángel Rojas viajó a Chillán al funeral de su padre.

El abogado del exmilitar, Esaú Serrano, explica que Miguel Ángel colaboró en la causa desde el primer momento, por lo que se acordó un procedimiento abreviado.

–Es muy difícil que en este caso se llegara a juicio oral, esa no era la intención de Miguel Ángel. Con la Fiscalía exploramos la posibilidad de una aceptación de responsabilidad penal con penas que sean de cumplimiento en libertad dado a su irreprochable conducta anterior. También entendiendo que respecto al homicidio de su yerno no existe intención, solo fue un accidente, pero un accidente en el que va a aceptar su responsabilidad.

La sentencia fue dictada el 4 de octubre de 2021 y condenó a Miguel Ángel Rojas Valladares a una pena sustitutiva de libertad vigilada intensiva hasta el 12 de junio de 2026.

A pesar de haber cumplido por más de veinte años funciones en el Ejército de Chile, según el abogado Esaú Serrano, el exmilitar no recibió ningún aporte o ayuda de la institución o de uniformados en retiro. No obstante, no dejó de recibir su jubilación como pensionado del Ejército.

La muerte de Mateusz Maj fue la primera del estallido social. Después murieron otras 21 personas, de las cuales seis eran migrantes como él. En algunos de estos casos la Justicia no ha dado un veredicto y en otros ni siquiera hubo acciones judiciales.

Detrás de cada muerte hay una historia y una vida. Aunque el paso del tiempo y los discursos político-sociales intenten olvidarlas.  

Esta crónica es parte de una serie de once textos inéditos en que se cuentan tras extensas investigaciones las historias de las personas que murieron durante el Estado de Excepción decretado en el marco del Estallido Social del 2019. El proyecto inició al alero de la Universidad de Chile como una investigación de tesis guiada por María Olivia Mönckeberg, Premio Nacional de Periodismo 2009.